No hay amor ni Crimen perfecto

Temas complicados, todo está entrelazado, tanto el amor como la muerte. Pueda ser la misma muerte del amor o el amor elegir su muerte.

Por: Francisco Parada Walsh*

No hay un crimen ni amores perfectos, todo deja una evidencia, tanto el asesino como el amante. Uno deja ralas gotas de sangre, el amor deja lágrimas que lloran calladamente. Matamos o Amamos, siempre es lo mismo, todo se disfraza de halagos, pero todo es súbitamente arrebatado, tanto la vida como el gozo profundo del amor, de ese beso que nunca se dio, de ese “Te amo” que no se dijo, apenas se sintió.

No creo en el amor perfecto, no existe, no existe, es apenas un estado de enajenación mental que dura lo que deseamos que dure, luego, con todo el dolo del mundo le volamos los sesos a ese cerebro topado de dopamina; ese sentimiento torpe de pertenencia no existe, solo en una mente turbada por patrones patológicos nos dicen que el amor todo lo puede, que el amor mueve al mundo cuando mi mundo lo mueve el hambre, la marginación, la pobreza creada por una pacotilla de mal vivientes que no pasan ni siquiera de mil bandoleros que se adueñaron de mi tierra y deciden cual césares si vivo o muero, por supuesto que no de amor, sino de hambre, desaparecido, torturado.

¿Por qué debe amarme una clase social para la cual no existo? Así como el terrorista más perverso de occidente ama a su esposa e hijos, así, el oligarca ama a su prole, pero poco le importa si su crimen es perfecto o casi perfecto, al fin ¿Quién lo juzgará? ¡Nadie! Él es el dueño tanto del amor como del odio, de la vida y de la muerte, de mi futuro, de mi vejez.

El único amor perfecto que puedo vivir es la mirada efímera de un gato, desde lejos me ve, decido verlo, no se amilana, esos segundos de creer que somos uno, cuando el gato más tierno de la manada llega a mi regazo y dormimos largas horas, respetándonos, amándonos, no, ese amor no existe en la vida real porque todos somos simples objetos de placer; con un perro, gato, lombriz, colibrí solo queda ese momento donde decidimos ser humanos, amarnos aunque no volvamos a vernos mientras eso, jamás pasaría con una mujer, no, debe el dolor de la infidelidad, del olor repetitivo a lo mismo que empalaga, que aburre, que hace que todo se trate de una lucha tan simple como dos dragones devanándose en el lodo, una vez logrado el apareamiento, todo termina, la bella no es tan bella por su condición humana mientras que la gata, es mágica por su condición bestial.

¿Amores perfectos? No, eso es como que me regalen espejitos y aún les pregunte: ¿Espejito, espejito, existe el amor perfecto? Y que sea ese espejo, con aire de gran señor que me grite: ¿Qué acaso no he visto tus lágrimas caer por tu alma mientras ves a tu amada perderse en el viejo tranvía? Solo hay un amor perfecto entre el amanecer, en esa magia fulgurante y esquiva que sé que no es mía pero lo entiendo, llega su antónimo, el atardecer y me pierdo en esas luces tenues, en ese fin del mundo que dura apenas unas horas, en ese segundo cuando olfateo como cerdo en busca de trufas a la rosa que amaneció más hermosa de mi comarca, ella, no dejó para otra ocasión su mejor traje, ella no sabe si vivirá mañana o estará adornando un fino centro de mesa, ella luce bella por esencia, por ganas, por placer.

Así, mientras escribo, siento una profunda atracción por el teclado, cada palabra lleva más ganas, más sabor, más dolor, ese es amor a primera vista y quizá a última vista y solo mientras escribo, sé que, una vez terminado este sencillo artículo, conocí el amor, y puedo porque puedo, volarle la cabeza con un tachón y convertirlo en el crimen perfecto, nadie sabría qué hubo, que hay, que habrá. Mientras, una cerveza Suprema burbujea, la veo de reojo, quizá exista el amor perfecto

*Médico salvadoreño

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