Adiós a Pedro Casaldáliga. Un obispo ejemplar

El 8 de agosto de 2020, en medio del encierro de la pandemia, y a 69 años del incendio de la Catedral Metropolitana de El Salvador, el 8 de agosto de 1951, el mundo conoció sobre el fallecimiento del Obispo del Pueblo, Monseñor Pedro Casaldáliga, catalán de nacimiento, brasileño por decisión personal y ciudadano del mundo por aclamación popular que, como le enseñó José Martí, decidió echar una suerte por los pobres de la tierra durante toda su vida.

Vivió 92 años, de los cuales estuvo en su España natal 40 años hasta 1968 que partió como misionero a Brasil donde vivió 52 años.

Cuando sucedió la guerra civil española (1936-1939) era un niño y en esos años entró al seminario. Fue testigo de esa tragedia del millón de muertos, que partió y pulverizó la Segunda República y que, para la posteridad ha quedado plasmado en la obra magistral de Pablo Picasso, “Guernica” donde se aprecia la barbarie que, desde el aire, perpetraron los aviones de Hitler en apoyo de su aliado Franco.

Pedro Casaldáliga llegó a su juventud, se ordenó sacerdote y ejerció sus primeras funciones sacerdotales durante el tenebroso régimen de Francisco Franco hasta que, a sus 40 años, dejo España, para ser misionero católico en un lugar remoto de Brasil, San Félix de Araguaia, a donde llegó en 1968, el mismo año que los vientos renovadores del Concilio Vaticano II llegaron a la reunión de obispos latinoamericanos reunidos en Medellín, Colombia, y en El Salvador comenzaban a conocerse las transformaciones de la Iglesia Católica y sus prédicas de “optar preferencialmente por los pobres”

En cuanto llegó a Brasil, el padre Casaldáliga vio la desgarradora situación de los pobres de Brasil, sobre todo si eran indígenas, la maldad de los grandes hacendados, la corrupción de los policías, la complicidad por disimulo de algunos jerarcas de la Iglesia Católica y, en general, la crueldad de la dictadura militar que se había instaurado en abril de 1964 al derrocar al gobierno constitucional y progresista de Joao Goulart.

Pronto, después de su llegada a Brasil, el padre Casaldáliga entró en fuertes confrontaciones con terratenientes, militares y jerarcas eclesiásticos.

Para saber más sobre esta persona excepcional, se puede ver la película española basada en el libro de Francisco Escribano titulado “Descalzo sobre tierra roja”

Pedro Casaldáliga tomó en serio los postulados que surgieron del Concilio Vaicano II comenzado por Juan XXIII en 1962 y concluido por Palo VI en 1965. Después del Concilio, la iglesia Católica comenzó a interesarse por los abusos de los poderosos y las injusticias sociales y dio pie a un vigoroso movimiento de transformaciones en el ritual y en la práctica de la religión católica que optaba por darle prioridad a los pobres, los desvalidos, los pueblos indígenas y todos los marginados y condenados de la tierra.

En 1971, a sus 43 años y quizá para proteger su vida, el Papa Paulo VI lo nombró Obispo Titular de San Félix de Araguaia, Matto Grosso, Brasil. Para 1978 ya tuvo problemas con el Papa Juan Pablo II y su poderoso Cardenal Ratzinger, que sería el sucesor de Juan Pablo II. Fue llamado al Vaticano a que rindiera cuentas sobre su conducta; pero él se mantenía firme en que todo lo que hacía era basado en las enseñanzas del Evangelio. El año anterior, 1977, había comenzado sus funciones de Arzobispo de San Salvador, Monseñor Romero y en 1978 ya él también enarbolaba las mismas banderas que, diez años antes, había comenzado a elevar el Obispo Casaldáliga: educar y proteger a los pobres y hacer luz sobre la necesidad de alentar una organización popular. También monseñor Romero, por esos años, tuvo la hostilidad de Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI.

El asesinato de Monseñor Romero el 24 de marzo de 1980 conmovió al Obispo Casaldáliga y como, dentro de su polifacética personalidad, era poeta escribió el célebre poema en el que por primera vez se mencionó a San Romero de América, pastor y mártir nuestro.

Realmente, Pedro o Pere Casaldáliga fue pionero en América Latina para llevar a la acción concreta y fecunda la opción preferencial por los pobres y, en alguna medida, un precursor del mensaje central de Monseñor Romero en favor de la justicia y la dignidad de los pobres y humildes de El Salvador. Y lo más importante es que con lúcidas palabras creó el nombre de San Romero de América, el profeta y mártir asesinado por orden de élites antiguas que desdeñan al pueblo, lo expolian y todavía tienen personeros que siguen campantes y sin vergüenza en el país.

Por una extraña coincidencia, el día anterior del fallecimiento del Obispo Casaldáliga, fue asesinado en El Salvador el padre Ricardo Cortez, párroco de San Francisco Chinamequita , Departamento de la Paz, (¡Oh paradoja!) y rector del Seminario San Óscar Arnulfo Romero, sito en la ciudad de Santiago de María, Departamento de Usulután. En las rutas de Romero y Casaldáliga, el pueblo puede salvar al pueblo.

Por: Víctor Manuel Valle Monterrosa, docente universitario salvadoreño.

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