El Dios Gato

Es mi alter ego. Cuando un gato salta a mi cama, sé que dios está conmigo, me cuida, vela mi sueño, vela mi alma. No puedo encontrar palabras para expresar la paz que siento cuando el Dios Gato enciende su ronroneo y sé, que él está feliz junto a mí y yo también, junto a él.

Por: Francisco Parada Walsh*

Mientras escribo, tengo a nueve pequeños Diositos Gatitos que, irán a algún hogar, a sanar almas atormentadas como la mía; mientras pienso en el futuro, el Dios Gato se me acerca, creo que se dejará acicalar pero no, se detiene súbitamente, mira a un perro, quizá mi aura es el pecado o sencillamente prefiere lamerse las patas ¡Ese el Dios Gato verdadero! No el que trajeron los españoles y como dice el grande Galeano, nos engañaron leyéndonos la biblia y se llevaron todas nuestras riquezas, purezas y virginidades; así adoro a mis Dioses Gatos, entiendo que soy un politeísta confeso, si, entre adorar el dinero, el poder y la mentira no lo dudo ni por un momento en adorar a mi pandilla gatuna.

Quiero un Dios como el Dios Gato, que me adore como yo a él, y que no sea mi libre albedrío el que decida mi vida; quiero un Dios como el Dios Gato, que cuide a su rebaño y no dejar a su rebaño a cargo de pastores totalmente erráticos y lunáticos; quiero a un Dios como el Dios Gato que en vez de lanzar misiles, lance bellas luces de bengala donde en esa luz mi oscuridad sea cosa de un pasado; quiero un Dios como el Dios Gato que desaparezca las tinieblas y que cada persona que habitamos este mundo sea una luz, quizá apenas un bombillo que alumbre las oscuras calles del alma del hombre; quiero un Dios como el Dios Gato que se acerque a abrazarme, que no deje nada a la imaginación y mucho menos a la fe sino que sea un dios tangible, amoroso y sobre todo cercano; quiero un Dios como el Dios Gato que no me juzgue ni me condene, estoy hecho a su semejanza y por ende, nadie tiene derecho a ser juzgado y menos, sufrir en un infierno que es este mundo, esta tierra donde los amos del universo parecen superar en poderes al mismo Dios; quiero un Dios como el Dios Gato, que sea dormilón, silencioso y que, en ese sopor ronronee amor, solo amor; quiero un Dios como el Dios Gato donde mi salvación sea con tan solo amar a mi prójimo y dejar a un lado tantos mandamientos que como sucede con los casos de factoreo, todo se me olvida, todo y aunque los vuelva a aprender, que sea para el bien común y no algo que no sirva de nada; quiero un Dios como el Dios Gato que brinque, que juegue y que la severidad sea cosa del pasado; quiero un Dios como el Dios Gato que sea más equitativo, si como los dioses gatitos comparten su comida y todos se adoran, que así sea, que no haya un tan solo gato pobre en el mundo y que, siempre haya un plato de comida o concentrado en la mesa; quiero un Dios  como el Dios Gato donde el pobre, el niño y el enfermo dejen de ser sus preferidos y que sencillamente no haya pobres, que el niño salvadoreño y el islandés tengan las mismas esperanzas y sueños, y que de tajo, no haya enfermos en un mundo lo suficientemente enfermo como para seguir en ese ciclo de dolor y muerte; quiero un Dios como el Dios Gato que vele tanto por Ucrania, por Yemen, por Palestina, por Rusia y por nuestros desaparecidos; quiero un Dios como el Dios Gato que ronronee a todos por igual y que, detenga esta guerra que se avecina y demuestre su real poder; quiero un Dios como el Dios Gato que no me haga entrar en trances ni me haga hablar lenguas, me basta un te quiero, Aquí hay comida caliente, medicina, techo y futuro; quiero un Dios como el Dios Gato que me ha convencido que la religión es el opio del pueblo no para que su estado sea un fiel perdido, endrogado sino que alivie el dolor de un mundo cada día más fracturado; quiero un Dios como el Dios Gato que no me ofrezca ni la salvación ni el fuego eterno, sino que acepte mi naturaleza pecadora y que, ese fuego eterno, sea la llama que caliente mi leña, mi comida y que, no haya un hogar en el mundo con postales pegadas en paredes esperando el milagro y ni  una tripa  pegada a otra por el hambre, por esa hambruna que poco importa.

*Médico salvadoreño

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