El Estropajo

Nadie repara en íi es un estropajo o es el dueño del estropajo. Cuando reviso mi vida, entiendo que por días, horas u años fui un despelucado estropajo y el que limpiaba los errores de otros y también fui el amo de estropajo.

Por: Francisco Parada Walsh*

Llegué a la conclusión que los únicos errores a los que debo volver son a mis fallas, mis demencias, de los altibajos, me quedo con los bajos; poco importa el pasado, muy poco, solo quiero y deseo que nadie sea un trapeador, no, nadie merece una humillación, una ofensa; ya la vida de por sí es dura como para fulminar a otros.

No es fácil, así camina el mundo, los estropajos y los dueños del estropajo, poco importa la esencia de la persona, se olvida lo efímero de la vida y se dé casos de dueños de estropajos que ahora, son apenas comunes trapeadores.

No debo olvidar la historia y es mi deber mantenerla viva no para otros sino para mis gatos y perros, creo que a ellos les importa más la historia del mundo que a un ciudadano salvadoreño; escribo para mí, me aterra la “Cultura del estropajo” que como piezas de dominó se disemina, es una metástasis de la que no hay cura, ejemplos sobran: Noriega, “El Chapo” Guzmán, Hussein, Gadafi, el ex presidente de Honduras y tantos más, que un día fueron amos de su parcela, dueños de las vidas de miles de estropajos y eso quedó reducido a ser dueños de su celda; me pregunto,  ¿Somos tan torpes para no entender que no somos nada? Lo somos, nos arrogamos casi derechos divinos, hombres alados, mujeres infinitas cuando apenas, seremos un maldito recuerdo.

No logro entender por qué perdemos nuestro enfoque, quizá sea ciego y ante un rayo de luz y de vergüenza aspiro droga y sueños creyendo que todos somos iguales pero no, la peor raza es la humana, no hubo necesidad de cruzarla, somos por antonomasia malos, demasiado y eso me incumbe, mi maldad es creer en la bondad, mi estropajo soy yo mismo que, aun, conocedor de mi esencia permito a mis demonios que me atormenten, diablos que, al final son personas comunes, llámese vicios, putas, miedos y fracasos.

Jamás se me preparó para el éxito, todo era para el día, no había futuro, todo era para ya; viniendo de un padre brillante que pudo moldear un Rodin, no lo hizo, apenas creyó en él y quizá en su mundo, la mayor aspiración de él, fue crear en mí, a un sencillo y destartalado muñeco de Ilobasco; no es que esa sea mi historia sino trato de recrear en mi persona, lo que sucede al mundo, a mí y a su mundo.

Somos seres de cera, sencillos como pocos pero grandilocuentes en nuestras estupideces por eso trato de no interactuar con personas, prefiero sobarle la panzota a una gata emparrandada que tener una fútil conversación; no añoro ni por cerca la fama ni la riqueza sino quizá ser mi propio estropajo y ser yo mismo quien me lave, me escurra las lágrimas pero no por culpa de otros, sino por mis propios errores.

Creemos  ser Alfa y Omega y no somos nada, una manada de inquietas almas que se quedan quietas una vez les den una ración sea de alimento o poder; entendí que en la vida, ser inteligente es robar, matar y no ser atrapado, mentir a pesar que río en mis adentros que lo que digo irá a desembocar a un rio de miseria, de podredumbre, así las cosas; torpe o bruto es aquel que estudia, que sueña, que cuida el patrimonio ajeno, el que se desvela por un mundo mejor.

¡Qué torpe es la humanidad! Mundo donde el yo impera, poco importa el otro; esa realidad golpea, somos como unos barcos que aprendí a hacer de niño, si, esos barcos de papel que a la primer correntada era sumergido millones de veces, era un pequeño estropajo y el agua, mi dueña, mi ama; hoy, parece que nada ha cambiado, sigo siendo ese barquillo que intenta cruzar aguas turbulentas cuando esas aguas las cruzan no los dueños de los estropajos sino, los sencillos de corazón. No hay vuelta atrás.

Entendí que ni mi sombra me respeta, apenas camino unos pasos y ella me evade, me engaña, me es infiel ¿Por qué debo esperar que otros crean en mí? No, sencillamente debo ser quien soy, la nada o el todo, la verdad o la mentira, la fe o la incredulidad, la pobreza o la riqueza; al final poco me importa, soy quien soy y no quiero ni clarines ni trompetas, solo la verdad, quizá un poco de honor para mi valla de gatos y perros cuando muera, no más; no fui, ni seré un estropajo, solo un hombre más que habita este manicomio y ya no quiere estar ingresado y que prefiere el alta, que prefiere la muerte.

*Médico salvadoreño

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