Veo la Muerte como veo la Vida

Quizá el trabajo más aburrido que haya en el mundo sea el que tiene la muerte, se sienta en bancas de parques,  cunetas, lupanares o en donde  encuentre un lugar de descanso, saca su cajetilla de cigarros y enciende uno tras otro, sabe el momento oportuno que debe apagarlo y emprender el viaje, alguien será su nuevo compañero de viaje, hoy es mi vecino, mañana puedo ser yo.

Por: Francisco Parada Walsh*

Trato de llevar una vida sin altibajos, sin embargo nada depende de mí, solo que por más vueltas que le dé a mi muerte entiendo que es la contraparte de mi vida; ¿Cuándo sucederá? No lo sé, todo será breve, fugaz, no sé si habrá llanto como al nacer, solo que en esa larga espera debo creer que soy alguien, que quizá me logre esconder de la muerte, que a lo mejor desista de llevarme y me dé más tiempo de seguir en esta tierra, es lo único que pueda suceder, solo alargar el tiempo de partida, eso es todo.

No me veo pateando los noventa años y ni lo deseo, solo sé que poco a poco todas las luces se empiezan a apagar en el teatro de la vida; no soy el mismo, es más, segundo a segundo mi vida cambia pero de tan importante que me creo que no reparo en esos pequeños cambios, todas mis energías se enfocan en el éxito, en realizar grandes cosas, en ser recordado como alguien importante cuando todo es apenas un suspiro, no se puede postergar lo inevitable, debe haber calma en la vida, es como cuando un río embravecido llega a la mar y pierde su furia y poco a poco sus aguas se mezclan con el agua salada, con peces y sirenas y así debe ser la muerte.

Debo estar preparado para ese momento y en vez de miedo debo escribir un canto, una oda a la muerte, que ese trauma del nacimiento y de la partida sea apenas una transición a otra vida, nadie sabe a dónde iremos a vivir en esa falsa eternidad, nadie lo sabe y quizá sea en la muerte cuando se debe tener más dignidad, y que el temor no exista, que mi rostro muestre paz, tranquilidad, algo como un profundo sueño, eso es todo; no anhelo ni deseo ni rezos ni pompas, quizá las pompas de jabón sean las únicas que deben alegrar ese momento al que el hombre teme, bueno, somos un manojo de temores, quizá la pregunta deba ser ¿A qué no le teme el hombre? Se le teme a todo, puedan ser reflejos condicionados in útero a lo vivido en el hogar, se le teme al fracaso, a la pobreza, a un perro, a un político y la vida se convierte en una celda donde somos los presos y los celadores  al mismo tiempo y qué decir de la muerte, nos aterra esa palabra, esa transición a lo desconocido y lo único que anhelo es devolver lo que la vida me ha dado; recientemente construía unas sencillas gradas y aun evitando matar a lombrices y gusanos, fue mi guillotina la que los cercenó de tajo, ellos, sus descendientes tienen todo el derecho a nutrirse de mí, es una ley y que lo único que anhelo con toda mi alma sea que mi tumba esté llena de flores, que la clorofila sea mi sangre y que, su fulgor y hermosura sea quizá lo poco bueno que tuve como persona; y que en mi velorio no den pan de muerto, sino pan de vivo y sobre todo al ejecutivo.

Podría escoger canciones que remachen la grandilocuencia de un ego y escoger “El Rey” o “A mi Manera” donde se canta al yo, sin embargo viajo a Brasil y que sea Roberto Carlos quien le dé calor a ese momento frío, que sea “El gato que está triste y azul”, “Amigo” y “El Portón” los testigos de mi funeral, que sea el coro de gatos que con su indiferencia canten: Me paré de frente al portón, se acercó mi perro alegremente, luego mis valijas apoyé, yo volví; todo estaba igual como era antes, casi nada se modificó, creo que tan solo yo cambié y volví, yo volví y me voy a quedar, porque aquí, aquí es mi lugar, yo volví a lo que ayer dejé, yo volví, lentamente esa puerta abrí y dejé la luz entrar primero; todo mi pasado iluminé y entré; mi retrato en la pared colgado medio amarillento por el tiempo parecía cuestionándome y yo hablé, donde fui no me pude quedar porque aquí, aquí es mi lugar, yo volví a lo que ayer dejé, yo volví sin saber después de tanto tiempo si alguien me estaría esperando, pasos indecisos caminé y paré cuando vi que dos brazos abiertos me abrazaron como antiguamente tanto por decir y me callé y lloré…

*Médico salvadoreño

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