Los Titiriteros de El Salvador

Nuevamente estrangulan al país, con toda la complicidad del ejecutivo. Cantos de sirena de que, hubo alguien que en un franco desvarío dijo que la lucha entre el presidente y la oligarquía es sin límite de tiempo, tan encarnizada es, que, dudo que entre besos y abrazos, esos capitales crecen, en forma no exponencial sino asquerosa.

Por: Francisco Parada Walsh*

Tenemos una de las oligarquías más rapaces y voraces, su único pecado es haber nacido en este país, pero que amen a esta tierra que han saqueado desde muchísimo antes de robar a plomo las tierras ejidales, y no se cansan, lo dudo. El tema de las pensiones es pasado; el dinero, el Dios Blanco lo tienen ellos, los dividendos  también, y la pobreza, nosotros.

Y después de pensarlo por algún tiempo, quizá les dé la razón a esa oligarquía vampiresca, es el pueblo un objeto de estudio donde si basta tomar una muestra de nuestra sociedad y que sea un centro comercial; nos han condicionado a que el capitalismo y ese consumismo es mi mundo, es mi vida y quizá debo traer del baúl de los recuerdos el ciclo de vida de un salvadoreño; si es un compatriota clase media alta, puede matricular a su hijo en un colegio para la crema y nata, propiedad de los mismos de siempre, luego lo pasa a la Escuela Superior de Economía y Negocios, una vez que el éxito le abre las puertas, en su díscolo mundo, usted desea comprar su casa, y hay un tal residencial, Villas de San Patricio, según cuentan las buenas lenguas es en honor a un empleado de confianza de la familia Poma, seguimos con la misma familia, usted pasará treinta años pagando una hipoteca, y antes de su último respiro podrá decir “He cumplido mi sueño, tengo casa propia”; mientras, sus hijos deben divertirse y qué mejor que un fin de semana caminando de la seca a la meca en cualquiera de los centros comerciales: usted es feliz porque en navidad no pagaba parqueo; ¿Por qué no toman esa medida durante el año? No, usted hasta para gastar debe pagar ¡Inédito! Pero dónde dejamos el carro; el sueño de un mortal como yo, nunca he tenido  un carro de agencia pero muchísimos salvadoreños compran el  vehículo en una de las principales agencias de ventas de carros ¡Es el sueño de sus vidas! y nuevamente, esa oligarquía le chupa otra pinta de sangre; ahora, tenemos a la mayoría de salvadoreños, ese que como yo, vivimos del ayer; El  joven  que nace, tiene dos opciones: O estudia contra viento y marea o se mete a las pandillas; como le decía al padre del ex -presidente Francisco Flores, un niño no nace siendo pandillero, nosotros lo hacemos, lo marginamos, lo olvidamos y luego, queremos una sociedad donde reine la paz, aun, nuestro silencio es como el ocote, sirve para avivar el fuego, todos callamos.

Recuerdo una entrevista donde sale el joven responsable de las riendas del grupo hegemónico Poma ¡Si no tiene ajento jalvadoreño! Ahora, una oligarquía que en vez de cerrar compuertas contra el presidente, es más fácil que entre a ese grupo voraz que pelear contra él, al fin, el dinero es el aglutinante como lo es la violencia en los grupos pandilleriles.

¿Qué pasó con el otrora candidato Carlos Calleja? Realizó una estrategia en su campaña electoral brillante, el objetivo era perder a como diera lugar, no tuvo que tocar la partida secreta, bastaba aumentarle diez centavos a cada producto que se vende en su cadena de súper mercados, alterar el ingreso diario con doble caja registradora y si en el 2001 no pertenecía a esta oligarquía, ahora es uno más de ellos. Recuerdo cuando platicaba con  Don Ulises Flores quien una vez me dijo: ¿Querés saber quién es el más grande evasor de este país? ¡Francisco Calleja! Deben los cercanos al ex presidente Saca recordar quiénes eran los privilegiados para estacionarse en el parqueo destinado para el ex presidente: Su compadre René Figueroa y Francisco Calleja.

Eso lo sabe todo aquel que estuvo cerca de ese gobierno corrupto. Amigo lector, hace quince años alquilaba una bella casa en un exclusivo club de nombre Xanadú y un día, su propietaria me dice: “Usted es igual que don René Figueroa, que dejan la casa tan limpia y ordenada”; vaya dije en mis adentros, en el mismo colchón que René Figueroa echo pulgas, mis polvos y no puedo mentir, sentí que era uno de ellos.

Ahora, ese señor está a cien mil años luz de mi persona, mientras apenas tengo para lo necesario, ¿Cuál es la diferencia? ¡Que no he robado ni un cinco! Y eso me da paz, una paz rara, melancólica. Pero paz al fin.

*Médico salvadoreño

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