Jugar por jugar: no es la cuestión


EL AMIGO


«Ser o no ser, esa es la cuestión.” Dijo William Shakespeare, el inmortal inglés filósofo y novelista del S. XVI. Dicho sea de paso, era un ajedrecista. ¿Bueno? No sabemos, pero escritor clásico de categoría. Inmortalizó a Romeo y Julieta. La especial frase contiene una gran verdad, que en la vida hay que definir. O se hacen las cosas o no se hacen. Se es amigo o no. Nada de medias tintas. Yo soy amigo de ustedes por eso les transmito los antiguos y milenarios secretos del Juego Ciencia, Juego de los Dioses. Una cosa semejante ocurre en el ajedrez en donde para ganar se juega de verdad o no se juega. Cada movimiento debe medirse, estar atento todo el tiempo pensando en los resultados. Un segundo puede ser fatal. Vivir por vivir no es lo recomendable y que las cosas salgan a como sea. Mala filosofía. Un ajedrecista no puede darse ese lujo. Todo tiene CAUSA Y EFECTO. Hay una relación estrecha entre ambas como 2 X 2 = 4. Jugar mal traerá inmediatas consecuencias. Concluyendo, es una gran verdad que en un simple tablero de 64 casillas se concentra infinidad de ideas y variantes. Las más amplias.

Siguiendo con el asunto, cada buena partida es el simulacro de una fiera batalla. Vivida intensamente. No existe, por tanto, algo más semejante a la naturaleza humana que este misterioso juego. El cual no es de azar ni de suerte si no de cálculo. En otras palabras, de estrategia y táctica. Practicar el ajedrez fortalece la inteligencia tanto como la personalidad.

En algunos países es obligatorio en las escuelas. En algunos juegos el cálculo puede ser insignificante, se mueve hasta sin pensar. ¿La anotación oficial? Es la ALGEBRAICA como sigue: R = Rey; D = Dama; T = Torre; A = Alfil; C = Caballo. Los peones no se indican por su inicial si no por la letra de la columna y el número de la línea. Por ejemplo: e4 quiere decir que el peón rey de la columna e se movió dos pasos a la línea 4. Práctica y práctica requiere el ajedrez. La mejor manera de aprender es habituarse. Los libros ayudan pero no son magia.

Vista así las cosas, se recordará que las primeras jugadas deben estar dirigidas a ocupar o dominar el centro. Necesario es mover una pieza distinta cada vez, situarla en la mejor posición dejando al Rey listo para el Enroque. Seis u ocho jugadas, estará bien. Los peones centrales deberían ser los primeros en moverse lo que no es regla fija. Un descuido en el arranque puede costar el juego. Tal como un boxeador pierda en el primer asalto. Bochornoso. No es su caso, los lectores de esta columna jugarán bien. Ejemplo clásico es el MATE DEL LOCO el cual se verá a continuación. Grábelo en su memoria para que nunca-nunca le suceda.
A menos que esté loco y de re-mate:

Mate del Loco
1. f3e5
2. g4Dh4 ¡Jaque Mate!
Y en menos de lo que piensa, las blancas quedaron fuera. Bye! Bye! Próximo número mate al Pastor. Otro de los juegos clásicos arrebatados: ¡Evítelos! *

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