Así arranca la Campaña 2024: Tigre suelto, caballo amarrado

En el cruce de la Meta, la elección 2024 se avecina, marcando el inicio de una campaña electoral que servirá como preludio para las elecciones generales de todas las autoridades políticas del país. Sin embargo, el panorama que se vislumbra es desalentador y preocupante.

Por: Miguel A. Saavedra

Un nuevo ciclo electoral se aproxima entre nubes de incertidumbre. Mientras la maquinaria oficialista avanza a paso firme para perpetuarse en el poder, la ciudadanía enfrenta un panorama desolador sin opciones reales de cambio a la vista.

Desde el arranque mismo, se puede apreciar una franca y desvergonzada campaña adelantada por parte del partido oficial, respaldado por la maquinaria del Estado. Esta situación crea un desequilibrio evidente, ya que los demás partidos se encuentran debilitados y sus opciones apenas visibles. Prevalece el Buldozer oficialista para perpetuar el régimen autoritarista neofascista. En palabras populares: Tigre suelto, caballo amarrado.

Los antiguos partidos oficiales, ahora relegados a sobrevivir, apenas realizan pequeños esfuerzos territoriales para mantenerse a flote y sobrevivir no en procura de su proyecto país sino a su modus vivendi de lo político. Las reglas del juego están torcidas, ya que el oficialismo juega con equipo completo y sus reservas, mientras que el resto de los partidos no logran completar el número mínimo válido para competir de manera justa. La falta de pesos y contrapesos para la sana competencia es evidente, lo que pone en duda la integridad del proceso electoral.

Incluso aquellos que supieron encarnar la esperanza ciudadana hoy parecen haberla traicionado. Sumidos en luchas internas y lejos de las urgencias sociales, donde la confianza que alguna vez depositaron en él se ha visto erosionada, dejando un vacío que otros aprovechan para prometer cambios efímeros al estilo reality show. Donde antes hubo un proyecto común más allá de protagonismos, hoy prevalece la especulación electoral. Unos intentan apoderarse de una representatividad no ganada, mientras otros toman el camino fácil de subirse al carro del poder.

Esta atomización favorece al régimen, que manipula a su antojo la arena política. Medios y líderes de opinión, comprados o asustados, hacen su juego. Queda la ciudadanía como espectadora de este circo mediático. No obstante, la desunión, «la lucha social es inevitable si entendemos que el verdadero poder radica en la gente». Es hora de que nos organicemos desde abajo con un nuevo discurso incluyente, que recupere la esencia de la lucha social olvidada por quienes hoy se pelean migajas electorales.

Unamos fuerzas más allá de cálculos mezquinos. Construyamos entre todos una alternativa real que interpele a la mayoría silenciosa harta del simulacro democrático. Que hoy por hoy ¡NO EXISTE¡. Solo la presión constante de una ciudadanía activa puede quebrar estas cadenas del statu quo.

El menú electoral se destaca por efímeras propuestas de gobernanza, al estilo del «sueño americano», pero respetando sus nacionalismos trasnochados. Las posibilidades de unidad se desarticulan debido a los protagonismos populares que prevalecen, aunque sin un verdadero respaldo popular. Un grupo se quiso arrogar la representatividad traicionando procesos de lealtad entre pares.

¿Los espacios de opinión y encuestas juegan su papel?

Detrás de la falsa independencia y objetividad se esconde una maquinaria propagandística al servicio del poder. Las encuestas que validan un apoyo mayoritario no son más que una representación orientada de la realidad, diseñada para reforzar una narrativa triunfalista. Sin embargo, el control de la información no implica el control de las conciencias. Más allá de lo que muestran los números, late un descontento silencioso en la gente. El régimen confunde quien calla con quien apoya, pero la resignación no es sinónimo de conformismo.

Es el momento de contrarrestar esta manipulación con información veraz que visibilice otras voces. De colocar termómetros ciudadanos por fuera de los canales oficiales, para tomar el pulso real de la calle más allá de lo que dictan las encuestas amañadas. También corresponde impulsar nuevas narrativas positivas, de esperanza y cambio pacífico. Cuestionar sin destruir, proponer alternativas ante los problemas reales de la gente.

Sólo así podremos quebrar el monopolio propagandístico y abrir paso a la verdadera democracia participativa.

La batalla por la verdad es tan importante como la batalla electoral. Y en ella todos tenemos un papel que jugar desde nuestros pequeños espacios, para demostrar que ese apoyo «unánime» que difunden hasta la saciedad dista mucho de la realidad. Todo este andamiaje está a favor del régimen, respaldado por encuestas «independientes» que validan su apoyo casi unánime, recordándonos el famoso acertijo de Napoleón. «De que color era el Caballo Blanco de Napoleón».

Ante este control propagandístico, ¿nos resignaremos a ser espectadores? El tiempo corre a favor de quienes insisten en presentar una realidad tergiversada como un paraíso. Mientras tanto, voces valiosas claman por ser escuchadas más allá del 20% de atención que les otorgan los grandes medios. Pero la verdad no depende de los reflectores de los poderosos. Es hora de que cada cual asuma el rol de comunicador para visibilizar las historias que importan. Desde abajo podemos tejer redes donde fluya una información sin filtros ni ataduras.

Recordemos que la libertad de expresión no termina donde empieza el poder. Y que, a pesar de todo, la resistencia pacífica siempre ha logrado más que la resignación. Juntos podemos recuperar los espacios que nos robaron mediante la organización constante y la desobediencia creativa. Nadie podrá callar a una población informada y comprometida con la verdad por sobre la comodidad. Y ante una población que ha perdido los derechos que tanto costó ganar en luchas pasadas, pero sumida en una resignación, inacción y conformismo.

Sigamos hablando. Sigamos caminando. El futuro es de quienes no se detienen ante los obstáculos del presente. Es hora de que los ciudadanos rompamos las cadenas de la resignación y recuperemos el poder de decisión que tanto nos ha costado ganar. De poco sirve quejarse desde la
comodidad del hogar mientras otros toman las riendas del país en nombre nuestro. Un futuro equitativo sólo se construye a través de la acción colectiva.

La encrucijada ciudadana

Encrucijada que se mueve entre la desilusión, rabia y miedo. La decisión política y electoral de la población se encuentra en una encrucijada.

En medio de inconformidades silenciadas, grupos fanáticos apoyan incondicionalmente al poder emergente, siempre y cuando se les ofrezcan dádivas y convencimientos. El comportamiento de la población ante estos hechos es incierto, sin pronósticos certeros.

Algunos optarán por quedarse en casa, seguir el comportamiento de rebaño o votar por el menos peor. Otros dejarán que los demás hagan lo que quieran, mostrando su enojo con la farsa electoral. Algunos esperarán hasta que valga la pena votar, mientras que otros se debatirán entre un remolino de emociones y razones en sus mentes.

Las vías para la disrupción

Múltiples vías se abren para disruptar el status quo. Donde unos ven división, otros distinguimos oportunidad de cooperación entre quienes comparten un anhelo de cambio. En lugar de abandonar la política a sus juegos sucios, la verdadera opción popular tiene que apropiarse de nuevos espacios de participación.

Cada día que pasa sin exigir transparencia es un día más que el discurso oficialista se consolida. Rompamos el círculo vicioso convocando a la gente en torno a soluciones, no de problemas. Recordemos que somos mayoría cuando nos unimos.

En conclusión, los vientos de campaña que soplan nuevamente no auguran un panorama alentador para las elecciones de 2024. El desequilibrio, la falta de opciones reales y la manipulación en favor del oficialismo amenazan la integridad del proceso democrático.

La población, sumida en la resignación y el conformismo, se encuentra atrapada en una encrucijada política sin pronóstico claro.

Es necesario reflexionar y actuar para recuperar los derechos y la verdadera representatividad en la política. La esperanza de un cambio real parece cada vez más lejana, pero solo a través de la participación y la exigencia ciudadana se podrá construir un futuro más justo y equitativo.

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