Lingua quarti imper II

El lenguaje no fue inocente frente a la barbarie. A través de la lengua se libró una batalla paralela a las trincheras (Cohen, Esther. El poder silencioso del nazismo: la lengua del Tercer Reich. Dialnet-ElPoderSilenciosoDelNazismo-2728539.pdf). El lenguaje contribuyó a la crueldad mediante eslóganes, clichés y la reverencia por la palabra larga y la voz alta. El gusto por el pathos empalagoso, se empleó como recurso en temas destinados a emocionar fuertemente al lector o espectador. El uso desmesurado de la hipérbole se fue introduciendo en la carne y la sangre de las masas.


Por: José Guillermo Mártir Hidalgo*


Víctor Klemperer, alemán de origen judío, en su libro “LTI (Lingua Tertii Imperii). La lengua del Tercer Reich: apuntes de un filólogo” testifica que, en la lengua alemana acabo por perseverar más el grito que la conversación. Esto se trató de una estrategia para llevar al individuo a un estado de racionalidad débil. Para eso el Tercer Reich tenía que empobrecer el lenguaje así uniformarlo. Este lenguaje era empobrecido, moralmente rígido y manipulador. El ciudadano común termino reproduciendo la lengua del opresor, que trataba de hacer desaparecer cualquier marca individual

La riqueza simbólica de la lengua quedo comprimida en frases hechas. Se quería hacer de todo hablante de la lengua alemana, un muerto viviente incapaz de dilucidar entre el bien y el mal. El lenguaje raquítico fue infiltrando en la mente y en los cuerpos de los habitantes, minando las voces críticas y sus capacidades contestatarias. El ideal de la mentalidad nazi a través del lenguaje del Tercer Reich era el fanático, aquel que se sometía al régimen con entusiasmo. La lengua del Tercer Reich creo neologismos, es decir, invención de palabras nuevas, cambió sentido a palabras ya existentes y utilizó eufemismos, para cubrir las acciones crueles del régimen.

La manipulación del lenguaje logra tal sometimiento a través de los paramoralismos (https://lospsicopatasgobiernanelmundo.wordpress.com/diccionario-ponerologico/). El paramoralismo es un dispositivo lingüístico de persuasión. Es un argumento o razonamiento que da la impresión de estar inspirado por preocupaciones éticas. Aunque, de hecho, es promovido por el interés propio o por la adhesión a un sistema de reglas en que los asuntos de la conciencia no son considerados. El receptor puede atribuir inexactamente un principio o motivación ética al argumento dado e identificarse erradamente con la viciada explicación. De esta forma, el individuo bien intencionado, puede ser engañado involuntariamente.

Evidentemente, en el mundo de la política, los paramoralismos son tan comunes como peces en los océanos. La doble moral, las justificaciones en forma de moralismos, con tal de respaldar cualquier acto para beneficio del grupo político es lo corriente.

Las personas suelen ser egocéntricas en todos los sentidos. Y cuando una persona hace un “sacrificio” por otro, lo utiliza como argumento para atraparlo en su red de beneficios personales. Por tanto, los chantajes emocionales son paramoralismos a toda ley.

De la misma forma, todo hombre tiene un repertorio definido de roles que desempeña en diversas circunstancias. Tan pronto algo nos hace salir de la rutina, nos sentimos terriblemente incomodos, haciendo todo esfuerzo por volver cuanto antes, a uno u otro de nuestros roles habituales. Las personas buscan un confort que vaya acorde a sus características particulares.

Así el ser humano se forja una falsa personalidad, con la cual afrontará las vicisitudes que surgen en la vida. Pero los pensamientos, las emociones y los comportamientos que surgen en cada contexto, en ocasiones llegan a ser contradictorios. A la tensión que surge por tener dos ideas contradictorias al mismo tiempo se le llama disonancia cognoscitiva. Para resolver esta disonancia, la mente, consciente o inconscientemente, altera una de las dos ideas opuestas, produciendo dentro de nosotros el fenómeno psicológico llamado exposición selectiva.

El fenómeno de la exposición selectiva es un mecanismo para el auto engaño. Ya decíamos que el ser humano es profundamente egoísta y cuando algo no sale como esperábamos, tendemos a la culpabilización externa: solemos echarle la culpa al que tenemos enfrente, al sistema o a la mala suerte. La culpabilización externa es el resultado de vivir en una ilusión.

De igual forma los topes son barreras psicológicas que se crean desde la infancia, con el fin de amortiguar los choques que producen nuestras disonancias (https://despiertacordoba.wordpress.com/2013/05/28/encadenados-a-nosotros-a-mismos/). Los topes son los aparatos amortiguadores de choques de los vagones de ferrocarril. A nivel psicológico, su origen surge de las múltiples contradicciones de los yoes discordantes y hostiles que tenemos. El hombre no puede echar abajo sus contradicciones, pero, deja de sentirlas cuando los topes aparecen en él. La función de los topes es ocultarnos de la realidad objetiva. De ahí que no existe dentro de nosotros una real claridad mental y emocional a la hora de tomar decisiones. Por tanto, llevamos dentro de nosotros al monstruo del sistema patócrata. La introspección es un método de trabajo práctico, que permite conocernos y entrar en dialogo con uno mismo.

En el caso salvadoreño, el presidente Bukele ha extendido la manipulación de la lengua, coagulándola en frases hechas, dirigida a aquietar las voces críticas y las capacidades contestatarias de la oposición: “los mismos de siempre”, “el tres por ciento”, “los de la esquina”, etc. Y su objetivo es empobrecer la lengua con clichés, eslóganes, eufemismos (“el tres por ciento”), hipérboles (“el hospital más grande de Latinoamérica”) y uso de pathos (“los dipurratas”). De esta manera uniformar el pensamiento y lograr el control social. Ya que igual que el nazismo, su ideal es fanatizar a la ciudadanía para alcanzar la pasividad política. Esto sería imposible sin sus influencers, quienes intentan imponer un pensamiento único para conseguir un Síndrome de Estocolmo en la población.

En este afán no duda en abusar de los paramoralismo tales como: “nada se interpondrá entre Dios y su pueblo”, “Dios me pidió paciencia”, “el pueblo ha decidido”. Pese a ello, sus disonancias son cada vez más evidentes: el mismo presidente Bukele muestra profundas contradicciones con su pasado Yo. La ciudadanía tiene que aprender a desmantelar el discurso oficial, discriminando la manipulación de la lengua y el uso de paramoralismos.

*Psicólogo salvadoreño

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