Belleza o carne de cañón

Hace como dos meses hubo en El Salvador un certamen de belleza “universal” en el que compitieron mujeres de varios países. Al final del evento, un tribunal emitió su veredicto y señaló a la triunfadora –una nicaragüense que vive en el exilio-, la cual se encaramó en la cima de las demás mujeres que comparten con ella toda la gama de valores y cosmovisión con que esa porción de la población transita por la vida.

Por: Miguel Blandino

La belleza en general es algo profundamente subjetivo, que emociona a uno y no conmueve a otro; que está “en el ojo de quien mira” y en tanto tal es ciertamente legítimo, sin importar para nada lo que para uno califica y para otro no.

Pero también ese concepto simple y superficial, pasajero, efímero, de la belleza cárnica, puede ser algo vacuo, inducido y ficticio, creado desde los medios de publicidad y propaganda. No necesariamente algo que emana del interior del espectador, sino de ciertos estereotipos sugeridos y profundamente marcados por la ideología dominante que consideran solo el aspecto superficial, las externalidades, siempre temporales y perecederas, del objeto de admiración, y evitan entrar en el estudio de lo que es sustancial, esencial y perenne.

En el certamen al que me refería al principio, el concepto de belleza es exactamente el del párrafo anterior. Algo intrascendente, puro negocio. Negocio para la empresa que produce el evento y es dueña de la propiedad intelectual y negocio para quien lo alquila, porque necesita lucrar de alguna forma con ese espectáculo.

Actualmente la dueña de la Organización Miss Universe (MUO) es una mujer tailandesa, quien la compró por 20 millones de dólares a IMG Worldwide LLC, de Donald Trump.

Se dice que el gobierno salvadoreño se gastó 72 millones de dólares para llevar a cabo el concurso en el país centroamericano: 12 millones que le pagó a la señora de Tailandia y otros 60 millones que erogó para adornar los escenarios por donde iban a desfilar las participantes. Nadie podrá saber nunca que tanto costaban los platos de comida típica que se comieron las representantes de la belleza mundial y sus equipos de maquillistas y de asesoría para tantas cosas importantes que tenían que transmitir.

Lo que sí es seguro es que nunca van a volver a ingerir pupusas, yuca salcochada y horchata que sean más costosas en dólares estadunidenses que las que se facturaron para presentar como comprobantes de gastos a las auditorías de la contraloría de gastos del gobierno de Bukele.

Esa es una parte de las ganancias para la familia gobernante salvadoreña: la del dinero que siempre les queda con estas ferias.

La otra parte es mucho más importante: montar el festival de luz y sonido tan brillante justamente en el inicio de la campaña electoral, tenía por objeto encandilar a la población salvadoreña que va a ir a votar, para dejarles en la retina la imagen de que el país de Bukele es bello y todo son puras sonrisas y rebosante de la paz mundial que siempre desean las muchachas concursantes de esos eventos.

Esa es la ganancia política. La que debe rendirle réditos electoreros, aunque todo mundo sabe que la intención bukelista de reelegirse es más ilegal que un billete de tres setenta y cinco, porque la Constitución Política de la todavía República de El Salvador prohíbe en siete de sus artículos la reelección continua.

Sin embargo, hay una ganancia en la que parece que nadie ha reparado. La ganancia de naturaleza geopolítica.

Se trata de la ganancia que le permitiría a los Estados Unidos la eliminación de un peón de su enemigo sino-ruso.

El régimen sandinista, por muy desfigurado e infame que sea ya a estas alturas, y que haya perdido en el camino toda su naturaleza revolucionaria para convertirse en una dictadura familiar igual o peor que la de los sanguinarios Somoza del siglo pasado, es la única pieza de color opuesto en el tablero de ajedrez imperial regional. Es necesaria y urgente su eliminación.

Para ello han invertido no menos de tres mil millones de dólares en cincuenta y cuatro meses de propaganda permanente, día y noche, a nivel continental. Productores y reproductores de publicidad en todas las capitales del continente –de Canadá hasta el Cono Sur- han convertido a Bukele en el presidente deseado por las sociedades de todos los países del continente.

A mediados de julio de 2023 en un evento empresarial que fue reproducido por las televisoras de norte a sur y de este a oeste a nivel mundial, Bukele habló de unir las siete republicas centroamericanas, incluyendo a Belice y Panamá, en una sola Unión de Repúblicas Centroamericanas, más grande que la que hace doscientos años se independizó de España, incluyendo a la ex colonia británica y la provincia norteña de la antigua Colombia.

Sin embargo, no fue la primera vez que el aspirante a monarca centroamericano habla de ese tema. De hecho, a lo largo de 2022 ya había venido mencionando de modo sistemático ese asunto, pero deslizándolo solo como algo muy deseable. Hoy, no obstante, ya va apareciendo como parte de su agenda. Al parecer eso va a ser un tema de carácter estratégico en su presunto segundo mandato.

En ese sentido no es extravagante ni algo erróneo la compra de aviones de combate, carros blindados, tanques y artillería, barcos de guerra y artillería. La contratación hasta duplicar el número soldados de infantería y la formación de una reserva que duplica las fuerzas de Honduras y Guatemala y triplica las de Nicaragua.

No es tampoco sorprendente que durante los tres años consecutivos del gobierno de Biden, Estados Unidos le haya estado haciendo donaciones de aviones de combate y de reconocimiento, así como de lanchas artilladas, bajo el pretexto de la lucha contra el tráfico de drogas.

Y, ahora sí se aclara la duda de por qué era tanta la prisa por abrir la ruta marítima del ferry que une a Costa Rica con El Salvador.

Siendo un transporte muchísimo más caro que el terrestre y, sobre todo, cuando la ampliación de las carreteras que atraviesan Nicaragua y la construcción de otras nuevas que acortan las distancias, hacen que sea innecesario un ferry, la única explicación es que, por alguna razón, el tráfico terrestre sea interrumpido de modo repentino e indefinido, como sería el caso de un conflicto armado.

Eso es muy grave.

Ahora es cuando entra en juego el certamen de belleza de noviembre de 2023: resulta que la muchacha ganadora es ni más ni menos que una de las estudiantes de la UCA de Managua que participaron en los motines de hace unos cinco años contra la dictadura de Ortega.

Su familia vive en el exilio desde entonces y se encuentra viviendo en San Francisco, California, lidiando con los problemas de movilidad propios de los inmigrantes sin los documentos que acrediten su estancia legal en territorio estadunidense, razón por la cual la orgullosa madre de la ganadora no pudo ir a El Salvador para acompañar a su hija en el más importante evento de su vida.

La coronación ha sido rechazada por la familia gobernante de Nicaragua que califica de traición a quienes siendo nicaragüenses participaron en el evento. De hecho, la señora que tiene la franquicia del concurso Miss Universo en Nicaragua y una hija están prófugas, mientras su esposo y el otro de sus hijos guardan prisión por alta traición.

Hoy, a la mayor belleza universal, la muchacha de apellido Castillo, quien desde noviembre vive en el Castillo neoyorquino, que es la casa de las monarcas durante el año de su reinado, la presionan para que vaya a “celebrar” con su pueblo su ascenso al trono y se reúna con su abuelita allá en Diriamba, y para que, juntas, pasen las tardes en la confección de los buñuelos que son el sostén de la familia desde hace muchos años.

Mientras en Nicaragua, la propaganda oficial echa espuma por las fauces esperando el avión que traslade a “Miss Buñuelos”, como apodan en la propaganda a la joven de 23 años, para echarle el guante y meterla a las mazmorras junto a los demás prisioneros políticos.

Ese es el momento que espera el Príncipe Azul Bukele para ir a rescatarla de las garras del dragón Ortega y, de paso, liberar de su dictadura al pueblo nicaragüense.

Nada es casual en la política, ni se trata de teorías de conspiración. Basta con ir uniendo los cabos sueltos y tenemos completo el cuadro hecho de retazos.

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