Buenos deseos vacíos

En estos días es costumbre desear un feliz o un próspero año nuevo. Asimismo, es muy frecuente enviar a los demás la bendición de Dios. Precisamente, de esa manera concluye el mensaje presidencial de Navidad. La felicidad es un tema muy generalizado en la sociedad actual.

Por: Rodolfo Cardenal

Tanto que es obligado reconocer que se es feliz, porque, de lo contrario, se es idiota y, claro, nadie está dispuesto a reconocerse como tal. Este es un buen ejemplo de cómo las estructuras sociales quitan la libertad sin decirlo, sino haciendo creer que se es libre.

Cabe, pues, explorar si es realista desear un próspero 2024 en el caso de El Salvador. La opinión general piensa que sí sin vacilar, aun cuando los alimentos básicos son más caros, el desempleo es mayor, el empleo informal en los espacios públicos —su lugar habitual— es perseguido, la salud está menos atendida, la educación no levanta cabeza, la pobreza es más extensa y las pensiones penden de un hilo.

El oficialismo opina también que 2024 será un año muy bueno y por eso se felicita con anticipación. Es el año de la reelección presidencial y de la ratificación del control oficialista de la legislatura, engañosamente llamado “gobernabilidad”. El año recién comenzado será bueno, porque están cambiando el país, dicen. Curiosamente, ninguno de estos voceros de la dictadura puede concretar en qué consisten esos cambios, y estos son diferentes según sea el portavoz.

Los cambios, según Bukele, consisten, fundamentalmente, en seguridad pública y diversión, especialmente, el concurso de las mises. Buena parte de la inversión pública del año giró alrededor de ellas y, correspondientemente, también la recapitulación presidencial de los cambios de 2023. Según la retórica presidencial, El Salvador es Miss Universo y Miss Universo es Bukele. En un segundo plano, figuran los juegos regionales, la ludoteca llamada biblioteca nacional, los espacios públicos embellecidos, las playas y el surf, los volcanes, los paisajes y el café. En pocas palabras, mucho circo y muy poco pan.

El circo es, para Bukele, razón más que suficiente para calificar 2023 como un año excelente, hablar de la reinvención del país para el mundo y sentirse orgulloso de ser un referente mundial. Una colección de frases conocidas, repetidas incansablemente para enfatizar novedades que no lo son. Lo único diferente es la proyección al exterior, mientras que la vida de las mayorías sigue siendo tan precaria como antes. La diversión presidencial distrae, ilusiona y engaña. El nacionalismo que cultiva es tan hueco como el anterior.

Los buenos deseos de prosperidad y bendición no tienen cabida en una realidad que amenaza la vida sin que exista una clara determinación de asegurarla sobre bases sólidas. La prosperidad deseada en las circunstancias actuales solo alcanza para los que se enriquecen de la corrupción y de una estructura fiscal regresiva. Tampoco se puede bendecir una realidad contraria a la voluntad del Dios de Jesús. Bendecir es alabar, celebrar y agradecer a Dios por su misericordia y su fidelidad, por las maravillas que ha creado y porque su voluntad se realiza en la tierra, así como ya es realidad en el cielo. La voluntad divina quiere derecho y justicia, igualdad y fraternidad. La vulnerabilidad, el abandono y la precariedad de las mayorías no pueden ser bendecidas sin el compromiso para erradicarlas. La diversión presidencial es frivolidad, no la alegría de la creatura que alaba a su Creador por tanto bien recibido y hecho a los prójimos.

En las circunstancias actuales está fuera de lugar bendecir a los otros como un gesto de protección y de bondad. La bendición concedida por Dios a la humanidad está llamada a transformarse en inclusión, solidaridad y paz para todos. Realidades buenas negadas a las mayorías. La bendición transmite un mensaje positivo de consuelo, de cuidado y de aliento. Expresa el abrazo misericordioso de Dios e invita a tener los mismos sentimientos de Dios hacia los demás, que son hermanos y hermanas.

Aparentemente, la opinión mayoritaria está convencida de que la continuidad de la familia gobernante anuncia justicia, protección y bondad. Los hechos de los últimos cuatro años y medio demuestran cuán errada es esa convicción. Bendición sería la determinación para erradicar la desigualdad, combatir la pobreza, impulsar medios eficaces para la reconciliación social y, en general, establecer el derecho y la justicia. La deslumbrante iluminación de los espacios públicos, frecuentemente simple publicidad comercial, no augura un año brillante.

No por eso hay que dejarse llevar por el pesimismo y caer en la desesperanza. Ahora, cuando no hay razones para esperar, es cuando más cabida tiene la esperanza desengañada de las frivolidades del circo presidencial. Si el pueblo no renuncia a la esperanza, el poder de la dictadura no se la podrá quitar.

*Director del Centro Monseñor Romero.

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