La navidad, ese tiempo hermoso lleno de esperanza y alegría en que celebramos el nacimiento de Jesucristo, parece morir entre las trampas de la publicidad que contamina las mentes creando necesidades falsas, para agigantar el consumo.
Por: Melvin Martínez*
Los valores cristianos de amor al prójimo, bondad, compartir, son bombardeados por la suntuosidad, gula, hedonismo, vanidad, consumo excesivo.
Un sunami comercial penetra sin límite a través de los medios de comunicación inundando con falsos valores la psicología colectiva, metiéndonos en una competencia para que cada quien luzca su egolatría.
Los centros comerciales son más visitados que los templos y en vez de disponernos a compartir con los que sufren, como manda la sagrada escritura, nos lanzamos al mar del consumo de mercancías superfluas.
La navidad es momento para reflexionar sobre la injusticia social que hace sufrir a la mayoría de los seres humanos, víctimas del pecado social de los poderosos que en su afán de acumular riquezas ignoran el sufrimiento que provocan en los que, por necesidad de sobrevivencia, trabajan en condiciones precarias.
Celebremos la navidad haciendo nacer la solidaridad y el amor, disponiéndonos a compartir y multiplicar los dones, las riquezas que Dios y la vida nos han regalado, así como lo practicaban las primeras comunidades cristianas que “compartían todo cuanto tenían” (hechos de los apóstoles 2: 44). No había publicidad ahí, tampoco estaban enfermos de consumismo.
La navidad es tiempo para ver y juzgar nuestra acción de vida, tiempo de búsqueda de los más cercanos para construir juntos la espiritualidad del compartir, de la “solidaridad que se expresa en el servicio” a los demás (Encíclica Fratelli Tutti 114-116).
Es tiempo de buscar el rostro de cristo en los maltratados por las injusticias, alejándonos de la cruz del consumismo que nos pintan con luces y pelotitas de colores.
*Educador hondureño
