El país que olvidó su nombre: La indiferencia nos está destruyendo

Dios lamenta la injusticia y la indiferencia ante el dolor humano. «El Señor veía con tristeza a los hombres porque no había justicia ni piedad en la tierra”. (Génesis 6:5-6). «Recuerda que el otro también forma parte de ti».

Por: Miguel A. Saavedra

Estimados paisanos salvadoreños, en este 2023 hemos tenido tiempos complejos donde a muchos nos costó distinguir la paja del trigo. Entre tanta politiquería y falso oropel, perdimos de vista lo que verdaderamente importa: el bienestar del otro.

«La realidad no es lo que vemos, sino lo que interpretamos». Esta frase del filósofo argentino Alejandro Rozitchner, resume el desafío que tenemos como seres humanos en este mundo cada vez más virtual, donde la información abunda pero la verdad escasea. El gobierno y la sociedad no pueden continuar sordo, ciego y mudo ante esta realidad creciente. El silencio y la inacción solo aumentan la presión de una olla a punto de estallar. Hay que romper el conformismo injusto del «Mientras no me pase a mí, machete estate en tu vaina».

Es difícil aceptar que el otro es parte de nosotros, de nuestra humanidad y de nuestro destino. Por favor, ten cuidado con los mensajes que te piden apoyo y celebraciones cuando se castiga al otro en nombre de la justicia y el castigo, ya que muchas veces se trata de venganzas y rencores políticos encubiertos.

No debemos permitir que en nombre de la seguridad y el desarrollo se conviertan en excusas para hacer cualquier cosa y a cualquier costo.

Este año hemos sido testigos de cómo fácilmente olvidamos que cada persona es valiosa. Parece que a la mayoría de la gente no le importa ni le afecta que haya 30,000 despidos en el sector público por parte del nuevo gobierno, que los considera innecesarios, o peligrosos. Sin embargo, la mayoría de la gente no parece preocuparse por su situación, y algunos incluso avalan tales medidas pues los consideran enemigos políticos. «El hombre lobo del hombre».

Tampoco parece importarles que se esté desalojando a miles de vendedores ambulantes de la capital y de otras ciudades principales en nombre de la belleza y el orden o porque hay que esconder a los pobres pues estos afean la vitrina de la ciudad y sus show 24/7. No se sientan a pensar que, estas mujeres y hombres son seres humanos que tienen derecho a vivir y trabajar en un entorno seguro y digno para mantener a sus familias.

Además, hay miles de personas detenidas por el régimen de excepción, y entre ellas hay muchas que no tienen ninguna causa o afiliación comprobada a grupos delincuenciales, pero siguen en prisión indefinidamente porque la ley así lo permite ahora. Es aún más preocupante que cientos de ellos hayan muerto en las cárceles y que muchas de estas personas, incluso aquellas que tienen órdenes de excarcelación, no sean liberadas debido a la negligencia de las autoridades carcelarias.

Ahora parece normal escuchar de alguna autoridad armada o hasta de algún vecino decir: «si no te portas bien te voy a echar el régimen de excepción», cual perro rabioso callejero que muerde a cuanta persona encuentre, ahora se utiliza como una amenaza para intimidar a la gente común, profesionales, medios de comunicación, sindicalistas, vendedores ambulantes entre otros y «hacerles sentir que no tienen derechos». Recuerdo la frase similar en los 70s, y 80s, te voy poner el dedo por subversivo…».

Esta frase implica que si no se comportan de manera adecuada según su criterio, pueden ser arrestados y encarcelados indefinidamente, sin importar si han cometido algún delito o no. Esto es una violación flagrante de los derechos humanos y una forma de control social coercitivo.

¡Cuidado con las historias que se repiten, pueden tener consecuencias peligrosas…! Tanto el gobierno como la sociedad en general han normalizado la indiferencia hacia la difícil situación que enfrentan cientos de miles de familias tanto en el campo como en la ciudad que viven en pobreza extrema y hambruna, hogares donde desde hace unos años se reza por un par de dólares, donde saltearse uno o dos tiempos de comida al día es lo normal. A pesar de que podría haber cierta curiosidad o interés superficial, la falta de una respuesta activa o de apoyo indica una apatía generalizada.

Como sociedad, y sus gobernantes debemos aprender a resolver con equidad y justicia los conflictos sin lastimar a nadie en el camino o «daños colaterales como le llaman los funcionarios».

Sólo así avanzaremos hacia una verdadera seguridad colectiva, fundada en el respeto a la dignidad de cada ser. Ah, cómo nos hacen falta líderes y religiosos que invitan a cultivar la empatía y la compasión como brújulas para iluminar el futuro. Sino que al contrario se alían con el poder para mantener sus privilegios y favores y migajas oficiales.

En nuestro país, que se denomina «El Salvador del Mundo», merece preguntarse ¿qué ha sucedido con la sociedad que lleva ese nombre? ¿Cómo es posible que haya una desconexión entre el ideal de ser un país solidario y preocupado por los demás y la realidad actual? Es hora de reflexionar sobre cómo podemos cambiar esta realidad y trabajar juntos para garantizar un futuro mejor para todos. Este año ha dejado al descubierto las grietas en nuestra sociedad y la distancia entre nuestros ideales fundacionales y la realidad actual.

Como país que lleva el noble nombre de «El Salvador del Mundo», no podemos seguir ignorando el sufrimiento que nos rodea. Debemos rescatar el espíritu de ese llamado a ser agentes de cambio para otros. Ha llegado la hora de sanar las heridas de la indiferencia y reconstruir los puentes rotos entre nosotros. Solo recuperando nuestra consciencia de unidad y responsabilidad colectiva lograremos revertir este círculo vicioso. Como enseña la historia, del silencio paciente se puede pasar a la acción audaz e indetenible. Cuando algunos sectores populares ven que no hay respuestas a sus demandas, «aparecen otros caminos».

Recordemos que, aunque a veces parezca lejos, el dolor del otro también nos habita. Y que ningún desarrollo será sustentable si dejamos a alguien atrás. Este nuevo ciclo que comienza sea el momento para despertar nuestra vocación de servicio a la humanidad.

Para trabajar poniendo al ser humano en el centro, velando por la dignidad de todos. Juntos podremos rescatar el nombre que este país merece. Recuperando el valor más grande que siempre hemos pretendido promover: la fraternidad entre los pueblos del mundo y del nuestro propio.

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