Lavado de manos presidencial

Discurso versus Reserva

Por: Miguel A. Saavedra

¿Discurso o advertencia de naufragio democrático?»

En la penúltima cadena nacional, el Presidente se reunió en su despacho con el gabinete y el Fiscal General de la República como invitado. Manifestó su deseo de ser recordado como el mejor Presidente, reconocido por «no robar ni permitir que robe su gabinete». Lo que indica, estarse preparando para lo que viene «están amarrando al chucho a tiempo», como dicen en mi pueblo.

¿Absolución anticipada y presagio de mayor concentración de poder?»

Sin embargo, al eximirse anticipadamente de cualquier responsabilidad futura por malos manejos, adopta una postura similar a la de Poncio Pilato al lavarse las manos de las consecuencias de sus decisiones. Al igual que Pilato se desentendió ante el pueblo de la suerte de Jesús, el Presidente pretende deslindarse de futuros actos de corrupción de sus subordinados.

Asimismo, anunció que pedirá «licencia política» para su campaña de reelección. No obstante, esa figura no existe en la ley salvadoreña, por lo que su solicitud equivaldría a pedir permiso para permanecer en el cargo más allá del periodo constitucional, violando la prohibición de reelección.

Por otra parte, la presencia del Fiscal General de la República como testigo pone en tela de juicio su independencia, dado que su asistencia podría interpretarse como obediencia ciega al poder presidencial, en lugar de actuar con autonomía en favor de la legalidad.

La situación actual plantea grandes desafíos para la defensa de los derechos humanos y la democracia en nuestro país. Aunque históricamente hemos enfrentado períodos de autoritarismo, es necesario evitar retrocesos y fortalecer nuestro estado de derecho.

Las máscaras caerán

Proclamarse limpio mientras se oculta la verdad solo genera más dudas. Detrás de tanto secretismo, por qué en todas las instituciones del Estado hay reserva de información. ¿Qué pecados esconde?

Si nada está podrido por qué reservar todo el accionar del Ejecutivo, ¿a qué le teme mostrar sus actos en pleno? Palabras vacías no engañan a quien exige hechos concretos.

La Asamblea Legislativa actual (cyan), totalmente servil a los mandatos y antojos presidenciales decretó:

Siete años de silencio y de reserva de información pública; dejando traslucir los atajos de quien no asume sus errores. Caminos tortuosos para desviar la mirada cuando la realidad incomoda.

«Ah, si la gente supiera el jugoso negocio en que se ha convertido el manejo de los dineros públicos»

Pretender zafarse como Pilatos no absuelve las responsabilidades de quien gobierna. Aunque lave sus manos ante otros, la historia no perdona a quien falsea la verdad.

Tarde o temprano, los designios del tiempo destapan todo engaño. Reservas infundadas solo siembran sospechas sobre secretos inconvenientes.

Si confía en su gestión, muestre sus actos sin tapujos. La luz de la transparencia despejará cualquier duda. Porque ocultar la información por 7 años y prorrogables como ahora quieren legitimar la reelección presidencial indefinida.

Ha llegado la hora de exigir transparencia. No más secretismos que solo siembran sospechas sobre qué actos pretenden ocultar tras gruesos muros de reserva.

Siete años de reserva no despejan la tormenta de dudas. Solo alimenta conjeturas sobre malversaciones y corrupción que aspiran archivar en el olvido con tal de seguir enriqueciéndose a costa nuestra.

Pero si sus manos están limpias, ¿qué temor hay para no mostrar de inmediato sus cuentas? Con la verdad no habrá más conjeturas ni especulaciones. ¡Basta ya de cortinas que protegen transas!.

De poco sirve eludir culpas si la sociedad exige rendición de cuentas. Las máscaras caerán ante la vigilancia ciudadana. ¿O es que solo teme enfrentar a la verdad?
Las mismas manos que debieron velar por el bienestar colectivo, saquean sin pudor las arcas del Estado. Mientras el pueblo luchaba por satisfacer necesidades básicas, una élite político-económica forjaba su fortuna mal habida. Contratos amañados, licitaciones simuladas, millonarias comisiones ocultas bajo vericuetos burocráticos. Así fue tejiendo su red de corrupción, creyéndose intocables tras gruesos muros de secretismo.

Pero el tiempo pondrá cada cosa en su lugar…

Las sombras de la impunidad empiezan a disiparse ante la luz de la transparencia que reclama la ciudadanía. Tarde o temprano, todo aquello oculto en expedientes sellados saldrá a la luz del escrutinio. Las caretas caerán y los involucrados deberán responder ante la justicia. Que la corrupción no quede impune, que los responsables rindan cuentas por cada centavo mal habido de los dineros del pueblo; ese sí es el camino correcto, no actos de Pilato, que pretendan amarrar el chucho a tiempo.

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