Relato de una Patria con Hambre. «El Grito de la Esperanza»

En mi país, la gente está cansada de esperar. Se aferra a la esperanza como una tabla de salvación, rezando por un par de monedas que les permita arrancarle algo
al hambre voraz que los consume.

Por: Miguel A. Saavedra

Sin embargo, a pesar de que hay miles de manzanas de tierra fértil esperando ser trabajadas y numerosas manos dispuestas a hacerlo, no hay insumos, semillas créditos blandos, ni fertilizantes accesibles para cultivarlas. La tierra y las manos permanecen inactivas, impotentes ante la falta de recursos.

Hubo un tiempo en el que los niños tenían al menos una comida asegurada en las escuelas, pero ahora les ofrecen tabletas electrónicas que solo aumentan el hambre y la desesperación.

Parece que se prefiere alimentar sus mentes con tecnología mientras sus estómagos se quedan vacíos y sus energías se desvanecen.

¿De qué sirve una pantalla brillante si sus barriguitas rugen de hambre? Es hora de repensar nuestras decisiones y recordar que el verdadero progreso humano no reside solo en la tecnología, sino en el cuidado y bienestar de las generaciones futuras.

Es una muestra de prioridades invertidas, donde la apariencia de modernidad y avance se antepone a las necesidades básicas de los niños.

La seguridad alimentaria y el acceso a alimentos sanos parecen no estar en los renglones prioritarios de la agenda gubernamental.

En cambio, se invierte en shows internacionales, eventos espectaculares y contratos con gigantes de la tecnología. Incluso se planea organizar el certamen de Miss Universo, «mientras las barrigas del pueblo rugen sin piedad.»

Somos el único país que destina el dinero de su presupuesto nacional para especular con Bitcoin y promulga leyes que permiten el paraíso de los especuladores de criptomonedas.

La irresponsabilidad del Estado al descuidar las necesidades básicas del pueblo es tan cruel como un padre que, en lugar de garantizar el sustento de su familia, derrocha el dinero en un casino o en billetes de lotería.

Es una traición doble, donde aquellos encargados de velar por el bienestar de la sociedad priorizan sus propios intereses y juegos de azar por encima de las necesidades más urgentes de su gente.

Es una muestra de egoísmo y falta de empatía, donde se apuesta con el futuro de miles de personas sin considerar las consecuencias devastadoras que esto pueda acarrear.

Es indignante observar cómo se destina cada vez más presupuesto estatal a equipamiento militar, espionaje y fuerzas armadas en las calles, mientras se ignoran por completo las condiciones de precariedad en las que vive gran parte de la población.

Pareciera que se prioriza la represión y el control sobre la protección y el bienestar de los ciudadanos. ¿De qué sirven tanques y armas relucientes cuando millones de personas luchan diariamente para satisfacer sus necesidades básicas?

Es un desprecio evidente hacia la realidad del pueblo, donde el dinero se destina a mantener un estado de vigilancia en lugar de invertirlo en programas sociales, educación, atención médica y oportunidades de empleo.

Es hora de replantear nuestras prioridades y recordar que la verdadera seguridad y estabilidad de una nación no se construyen con balas y tanques, sino con el cuidado y el apoyo a aquellos que más lo necesitan.

Es hora de exigir responsabilidad y rendición de cuentas, recordándoles a aquellos en el poder que su deber es proteger y servir al pueblo, no jugar con su bienestar en una
ruleta de desdicha.

Mientras tanto, el pueblo sufre en silencio, esperando por un cambio real, por una inversión en lo verdaderamente urgente para la gente del país: la seguridad alimentaria, la disponibilidad de alimentos sanos y las condiciones de sostenibilidad para las familias.

Anhelamos tener reservas ante la escasez y las crisis climáticas que amenazan nuestra subsistencia.

El urbanismo desenfrenado arranca territorio a los verdes campos, ahogándolos bajo capas de cemento. Se construyen edificios sin cesar, sin importar el costo ecológico ni las consecuencias que esto trae consigo. Los ríos que antes eran fuentes de vida y recarga de agua se desvanecen en el asfalto, dejando a su paso desolación y sequedad.

Es un desarrollo sin alma, donde la naturaleza y el bienestar de la gente se ven desplazados por el afán de progreso a cualquier costo.

Este abandono, este desprecio por la vida y el bienestar de las personas, ¡vaya desarrollo! Siempre se señala a la gente, a la propia naturaleza, a la voluntad de Dios o a las supuestas malas prácticas y costumbres de la sociedad como los culpables.

Pero rara vez se señala a aquellos que tienen la responsabilidad de velar por el bienestar, la salud y la integridad de nuestro territorio. Es hora de alzar la voz y decir basta, de
exigir que se prioricen las necesidades reales del pueblo, que se atienda la crisis alimentaria y que se respete y proteja nuestro entorno natural.

La esperanza es frágil, pero si juntos levantamos la voz y nos unimos en esta lucha por un futuro digno, por un país donde la patria signifique tener comida en la mesa y asegurar el sustento de nuestras familias, podremos lograr el cambio que tanto anhelamos. No dejemos que el grito de la esperanza se apague, que se diluya en la indiferencia y la resignación. Es hora de despertar y reclamar lo que nos corresponde. ¡Por un país donde el bienestar del pueblo sea la verdadera prioridad!

«La esperanza no es suficiente. Es hora de alzar la voz, reclamar nuestros derechos y luchar por un país donde la patria signifique tener comida en la mesa y la dignidad de nuestra gente sea la verdadera prioridad.

¡No dejemos que el grito de la esperanza se apague en la indiferencia! , juntos, podemos lograrlo.»

No dejemos que los espíritus oscuros te roben la esperanza, aquella llama que arde en lo más profundo de tu ser. Que su luz ilumine los caminos inciertos y desafíos que enfrentamos.

Enfrentemos la adversidad con valentía, manteniendo nuestros corazones firmes y resilientes. Y no permitamos que la oscuridad apague el fuego que nos impulsa, que nos hace soñar y luchar por un futuro mejor.

Sigamos adelante, desafiando las sombras con la fuerza de nuestra convicción. La esperanza es el faro que nos guía en la lucha hacia la transformación, hacia un mundo donde reine la justicia y la equidad.

Que ningún «espíritu oscuro» logre arrebatarla, porque en la esperanza encontramos la fortaleza para persistir y la certeza de que un nuevo amanecer está por llegar.

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