El hombre en el tiempo y el espacio

El portal de la academia salvadoreña de la lengua

Por: Eduardo Badía Serra*

En relación a la ciencia, la tarea de los filósofos
modernos es la de interpretarla.
Bas C. van Frassen,

Introducción a la Filosofía del tiempo y del Espacio. 

El conocimiento del tiempo y del espacio forma parte de la filosofía de la naturaleza, y esta, a su vez, es parte de la ontología. La imagen física del mundo tiene una importancia tal que requiere la atención de toda filosofía que se precie. Debe reconocerse que el orden espacial es, con mucho, más complejo que el orden temporal, pues el espacio es tridimensional, y el tiempo es sólo unidimensional.

El problema básico de la teoría del tiempo y del espacio es: ¿Qué se quiere decir exactamente con dimensión, cómo se relaciona con la complejidad del orden, y qué conexión tienen ambos con relación. Estructura relacional, orden, dimensión y sistema de coordenadas forman una familia de temas íntimamente relacionados.

La historia, como siempre, ha recogido las diferentes concepciones que el hombre ha tenido sobre el tiempo y el espacio. Por eso, decimos que la historia es la cultura. En ella está todo. Platón, por ejemplo,  identifica el tiempo con el movimiento, y en especial, con la rotación de las esferas celestes. Para él, el tiempo es engendrado, es coevo con el cielo, y este ha tenido un comienzo. Con todo, el tiempo no es conceptualmente independiente del cambio, y Aristóteles establece esto mediante un argumento fenomenológico: No podemos percibir el tiempo en sí mismo; caemos en la cuenta del paso del tiempo sólo porque percibimos el cambio o movimiento.

Pero, ¿Cómo puede haber un primer instante, siendo que no podemos concebir un primer instante? No hay otra posibilidad que aceptar que el tiempo y el movimiento son eternos.

El tiempo no es idéntico al movimiento ni totalmente independiente de él. El tiempo es, sostenía Aristóteles, el número del movimiento según lo anterior y lo posterior; pero no de un movimiento particular sino del movimiento en general. No es, pues, movimiento, sino más bien su aspecto numerable. La teoría de Aristóteles es fundamentalmente una teoría de la duración. Para  Aristóteles, el mundo y el movimiento no tienen principio y no tendrán fin. No es posible concebir un instante sin pensar inmediatamente en el tiempo anterior a ese instante. Para Aristóteles, entonces, no es posible que se dé el “tiempo vacío”. Si no sucede nada, no fluye el tiempo.

El Medievo recoge, en mucho, la concepción Aristotélica. Para Santo Tomás de Aquino, el tiempo no existe con independencia del movimiento. El movimiento tiene un comienzo, y este es también el principio del tiempo. Sin embargo, Santo Tomás refuta el argumento de Aristóteles de que no se puede concebir un instante sin pensar inmediatamente en el tiempo anterior a ese instante, diciendo que eso no implica que hay tiempo antes del instante en cuestión. El Aquinate introduce así el “tiempo real” y el “tiempo imaginario”: El “tiempo imaginario” no tiene principio ni fin, pero el “tiempo real” depende de la estructura de la historia del mundo. Luego así, el “tiempo imaginario” no puede ser un aspecto numerable del movimiento.

Pero entonces, ¿Por qué se le llama “tiempo”? Santo Tomás entonces sostiene una teoría del tiempo real, que no es otra que la de Aristóteles, pero no tiene una teoría del tiempo imaginario. Por ello, la teoría del tiempo es aquella parte de la filosofía de la naturaleza que versa sobre la cantidad continua sucesiva.

En la posición de Santo Tomás con relación a su teoría del tiempo, se encuentra implicada la Doctrina de la Creación. Si el mundo habría sido creado por Dios, ¿No se sigue que el movimiento tiene un comienzo? Y si el tiempo es la medida del movimiento, ¿No se deriva que el tiempo también tiene un comienzo?

La filosofía moderna, con Descartes, modifica y transforma el concepto anterior del orden espaciotemporal, pero a pesar de que la física de Descartes fue un sistema completo y vasto, su teoría del tiempo es muy breve y poco crítica. Igual sucede con las filosofías de Newton y Leibniz.

Para Newton, todas las cosas están colocadas en el tiempo en cuanto al orden de sucesión, y en el espacio en cuanto al orden de ubicación. El tiempo absoluto, verdadero y matemático en sí y por su misma naturaleza, fluye regularmente sin relación alguna a nada externo, y se la llama con otro nombre, “duración”. Sí, pues, el tiempo, (y el espacio), son infinitos y absolutos, independientes de todo lo externo, y son entidades que existen por derecho propio. Y para armonizar su concepción con la posición de la Iglesia, Newton agrega que “Dios es eterno e infinito, y existiendo siempre en todo momento, Él constituye la duración y el espacio”.

Leibniz desafió la teoría del tiempo absoluto de su contemporáneo Newton. Para Leibniz, la Creación efectiva del mundo señala el comienzo del tiempo, aunque a dicho acontecimiento puede haberle precedido temporalmente otra cosa. Algo, pues, puede haber sucedido antes de la Creación, lo cual hace suponer un “mundo posible alternativo”, diferente y anterior al mundo real.

El tema del orden, para Leibniz fundamentalmente, es su teoría del tiempo y del espacio; esta no es más que una teoría del orden temporal y espacial. “El dominio es la historia del mundo, y el orden es el tiempo”, dice Leibniz.

Kant sostenía que la posibilidad de cambios sólo es posible en el tiempo: el tiempo no es pensable por los cambios, sino viceversa. Así dice el filósofo de Konigsberg. En su “Disertatio”, Kant objeta que no se puede definir el orden temporal en términos de la incompatibilidad de ciertos estados de cosas, (situaciones), ya que la noción de simultaneidad es parte del significado de esa incompatibilidad. En la Estética Trascendental, ante la pregunta, ¿Cuál es la estructura del mundo fenoménico?, Kant responde: El espacio y el tiempo. El tiempo tiene tres modos principales, dice Kant: Permanencia, (duración), Sucesión y Simultaneidad, (coexistencia). La permanencia enlaza a la sustancia; la sucesión a la causalidad; y la simultaneidad a la interacción recíproca. No es que Kant excluya a la Creación; más bien lo que hace es admitirla si, y sólo si, es de todas las sustancias a la vez. Un objeto no puede nacer o llegar a ser después de la Creación, pues de ser así no pertenecería a la misma historia del mundo.

Y es que, ¿El mundo tuvo un comienzo? ¿Creación? ¿El espacio tuvo un comienzo? ¿Son ambos problemas independientes? Aristóteles dice que no; Newton dice que sí. Si el mundo tuvo un comienzo es una cuestión topológica cuya estructura es la de la recta real, (Leibniz y Kant). Es decir, el tiempo no tuvo principio ni fin, y sólo tiene una dimensión, (el espacio tiene tres).

¿Hay una relación entre la estructura topológica del tiempo y la estructura topológica de la historia del mundo? Si el tiempo fluye por su curso propio y regular, con independencia del flujo del mundo, la respuesta es: Sí. Pero si las relaciones temporales están constituidas de alguna manera por relaciones físicas, entonces la respuesta es: No.

Si el tiempo es ilimitado, ¿Es topológicamente abierto o cerrado? ¿Su estructura topológica es la de la recta real o la de la circunferencia? Se acepta la posibilidad de que el tiempo pueda ser topológicamente cerrado.

Luego, si se acepta la posibilidad de que el tiempo pueda ser topológicamente cerrado, ¿Qué es lo que podría llevar a la conclusión de que de hecho es cerrado? Recurramos a la Teoría del Eterno Retorno: Todos y cada uno de los estados del mundo se repiten un número infinito de veces, (presocráticos, siglo XIX, Nietzsche).

*Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua. 

 

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