¡Los que vivimos de fiado!

Esos somos los pobres. ¿Emprendedores? Palabras nuevas, hambres viejas. Palabras motivadoras, deudas que hacen llorar a cualquiera.

Por: Francisco Parada Walsh*

Claro, de a poco el imaginario capitalista oligárquico se inventa una palabra: “EMPRENDEDOR”, en mi sencillez e infinita pobreza debo agradecer a tales personas esta nueva definición a los que vivimos de fiado, que préstamos acá y pagamos allá, que por ratos soy médico, a veces faquir.

Pueden pasar los años pero en mi mundo el único cambio tangible es que aquella clase social media a la que me hicieron creer que pertenecía por estudiar en un colegio caro, ser hijo de un profesional, eso era como mi pedigrí, mi linaje de clase media y después de décadas fusilaron a esa clase social y en este momento existen solo dos clases sociales: Los pobres y los ricos.

Si por facturar diez mil dólares me creo clase media estoy perdido, vivo y muero endeudado para creer que no soy pobre; lo he vivido, finas cenas que ya se compraban las cajas de vino; ropa elegante que por cierto una vez que volaba al otro El Salvador que se llama Los Ángeles, el piloto, pariente lejano me hizo el comentario que mi ropa llamaba la atención, que despertaría sospechas de ser narco o algo así a lo que le hice ver que así vestía todos los días de mi vida, que así atendía a mis pacientes y que si me prohibían la entrada, risa me daría en volver en el siguiente vuelo.

De a poco llegaba al sector empresarial del Banco Agrícola, claro, recomendado por el padre del ex presidente Flores, corrían por atendernos, un crédito que demoraba un mes en apenas tres días estaba aprobado; vivir en Xanadú era para mí algo normal, de a poco todo se derrumba, no hablo de sueños sino de una realidad donde no se está permitido ascender, se nace pobre y se debe morir más pobre.

Ahora si mi vida es un engaño pues soy millonario por vivir retirado en la montaña, por manejar un vehículo europeo; cuando sé muy bien que un salvadoreño muera de hambre literalmente no le importa a esa voraz oligarquía; decir que la vendedora de carne de cerdo en el desvío de San Vicente era una simple vendedora ¡ Qué equivocado estaba! ella fue, es y será una emprendedora para ese caló de mentiritas, de darme esperanzas que apenas dan un brinco, no vuelan, solo brincan.

Quiere decir que cuando puse mi clínica en la Plaza San Benito no era un médico queriendo hacer algo diferente, arriesgando herencias por salir adelante, no, “El doctor Parada Walsh ya era un emprendedor”, nada ha cambiado, todos los que tenemos hambre, que somos pobres debemos ver de dónde sacamos el buque, tenemos que comer, pagar recibos porque no hay tan solo una diferencia entre la vendedora del mercado central a unos jóvenes que deciden poner un negocio de comida en el centro comercial La Gran Vía ¡No las hay! Todos somos pobres y queremos apenas sobrevivir.

Me harta escuchar palabras rimbombantes para engatusar a sencillos que ya no son los pobres de “nación” sino “los emprendedores”; si fuese por mí y tuviera reales, disfrutando la vida estuviera, no tronándome los dedos cómo sacar algunos reales para la comida de las pandillas gatunas y perrunas ¡Esa es la realidad de millones de salvadoreños! Aun, no tapemos la verdad con un dedo, nunca fuimos ni somos “El Pulgarcito de América”, acá en el área rural si se puede vivir trabajando dos o tres días a la semana, la gente no se jode no digamos si caen algunos reales de las remesas que llevan la comida a las mesas de las musas que sin ir a misa, todo lo tienen servido ¡Realidad de realidades! Querer confundir al que vive de fiado es fácil, muy fácil cuando personalmente conozco esa realidad y no hay  tal honor en llamar “Emprendedores” a gente que si no sale a trabajar no come, así de sencillo.

El cachorro de la familia más poderosa del país trabaja quince días en “El país de la Tortura” y quince días en la bella Miami, cuando tal cachorro debe llevar la contabilidad de los cientos de empresas que poseen  debe el lector creer que los tres tiempos de comida se  la traen del norte, aun el agua.

Esos son nuestros oligarcas que nos robaron tierras, vidas, dignidades y ahora sucede que, con mi arduo trabajo puedo llegar a codearme con ellos, “Soy un emprendedor y puedo  hacer realidad mis sueños”, no puedo creer que nos roben, que nos sigan mintiendo y Juan Pueblo o Francisco Parada en vez de siquiera revisar mi historia, prefiero visitar lujosos centros comerciales y como le dije a una persona que mientras buscaba afanosamente y con una sonrisa de oreja a oreja  el tiquete para poder salir del centro comercial Multiplaza, le pregunté cuál era la diferencia entre pagar tal “derecho a divertirse” con el repartidor de la empresa Diana que debe pagar la renta en una populosa colonia: ¡Ninguna! De una u otra forma se me exige renta, ah, pero voy feliz de haber visto, probado, olfateado fina ropa pero no pude ni podré comprarla, como sabueso, solo la olfateo, de lejitos.

Eso somos, pobres por millones que de emprendedores no tenemos nada, somos “los mismos de siempre” en la versión pobreza que vivo y muero en un país inventado, algo así como alguien que me cuenta un cuento y poco a poco empiezo a caer en un sueño profundo, balbuceo, dormí feliz y soy feliz.

En mi clínica conocí a cuatro familias oligárquicas, llegó a la pastelería La Panetiere el hermano mayor del cachorro Poma, más guarda espaldas que clientes, como son tan mortales como yo, decidí entrar a tal cafetería, el primo de quien hablo que manejaba Auto Sprint y que era mi paciente, ahí ya no me habló y como decía Alberto Cortez: “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”.

*Médico salvadoreño

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