¡La Hormiga y yo!

Todos los días  salgo a caminar y a que la manada de peludos disfrute  de los bellísimos parajes de mi montaña, corren como niños, se meten en los charcos y se dedican a deslizarse por pequeñas laderas.

Por: Francisco Parada Walsh*

Siempre encuentro a unas hormigas que, por ser hijas de la creación evito pisarlas, evito matarlas. Cada vez que me encuentro con esa larga fila de hormigas, hay una en particular que no puedo olvidarla, siempre va cargada, no sé cuánto representa para su peso llevar una hoja diez veces su tamaño; pero tiene una particularidad, en la orejita derecha luce un fino arito con una esmeralda incrustada.

Siempre, siempre me la encuentro, un día decidí detener la marcha y entre tantas amigas hormiguitas pude distinguir a esa hormiga y su arito con una bella esmeralda; mientras me acerco a ella, no detiene su marcha hasta que suavemente le digo: Hola amiga hormiguita, todos los días te he visto trabajar, a veces extenuada, no entiendo cómo puedes cargar tanto peso si casi eres invisible; ella me dice que no es hormiga, sino que es hormigo y que fue en la Tierra de Caballo Loco  donde le pusieron el arito y le hicieron en su hombro izquierdo un tatuaje; con mucho orgullo se remanga la camisa y se puede leer: “Devuelvan lo Robado”.

Me sorprendió que un hormigo estuviera al tanto de nuestras mentiras y verdades políticas y claro, en cosas de política soy muy atinado en preguntar alguna cosa y lo que menos deseo es que el amigo hormigo se moleste y siga de largo; no pude resistirme a preguntarle el porqué de ese tatuaje en tinta celestina, mientras descargaba la pesada hoja de su espalda me dijo: “Ustedes parecen vivos, se las llevan de cachimbones y no son más que una bola de tarados, cualquiera les da paja, y claro, mientras les regalan macarrones, atunes y harinas con gorgojos son felices, no digamos la cara de locos que tenían cuando fueron a retirar los tres cientos dólares, pero son tan cándidos, sencillos y disculpa que te sea franco ¡Demasiado tontos!

No dejé de sentir algo raro, no sé si pena o furia ante lo que el amigo hormigo  me restregaba en la cara; no pude quedarme callado y le dije: Tampoco pienses así, somos considerado El Pulgarcito de América por valientes y trabajadores; en mi vida había escuchado a un hormigo carcajeándose, no pudo aguantar la risa;  sentía que se burlaba de mí, por momentos pensaba en ponerle la suela del zapato y deshacerlo, pero me contuve; mientras limpiaba sus lágrimas de sus ojos y aun no podía esconder su risa me dijo: Y tu ¿Qué andas haciendo? Le respondí que todas las mañanas doy una caminata para cuidar mi salud y sacar a los perros a pasear, el hormigo me vio fijamente y me dijo: Ya ves que todos son unos huevones, ¡Que la salud, que el yoga, que los perros, que el pilate, que el karate, que el Método Silva, que la dieta del Doctor Atkins, que la lista Engels, que la  Lorena Peña, que Cristiani, que   Vilma “La gatillera”, que Quintanilla, que bla, bla, bla ¡Semejantes huevones, mejor trabajen!

Me sorprendió su respuesta y no puedo mentir que no supe qué responderle, traté de guardar la compostura y le dije que sí trabajo, que atiendo pacientes de mi montaña y que siempre estoy presto a alguna necesidad de la comunidad; el amigo hormigo me vio de reojo, era evidente que quería soltar otra carcajada pero se contuvo, tenia sus cachetitos colorados, no aguantaba la risa y me dijo: ya ves que sos un gran huevón, no es casualidad que estén tan jodidos, si ustedes todo quieren regalado, les dan comida, les dan pisto y los grandes listos creyendo que el dinero cae de los árboles ¡Gran bola de pendejos!

Mírame, que no hay día que no ande trabajando, no buscamos pretextos ni excusas; no, las sociedades civilizadas trabajan, no son holgazanes, mejor dicho huevones como ustedes, mírate en un espejo si hasta la trompa la haces diferente, no, “el señor da consulta y atiende cualquier necesidad de la comunidad” lo que eres es un fino huevón y mantenido; mejor ni sigas hablando de tus grandezas, que no se te olvide esta palabra, solo así un país sale del subdesarrollo: ¡T-R-A-B-A-J-O! Mientras, sigan esperando “El Pan de la Vergüenza”; antes quizá les tenia lástima ante tanta desdicha sufrida pero todos los salvadoreños son una plaga que solo esperan joder al otro, nadie los quiere en el mundo y no me extraña que estés pensando en ir a la playa, “Hay, el gran doctor está cansado de descansar” mejor revisa la jodida que les van a dar en septiembre, el gran doctor no tendrá qué comer, pero no por falta de comida sino por huevones, cobardes e indolentes. El amigo hormigo cargó la gran hoja sobre su espalda y a lo lejos pude ver con qué esfuerzo subía una rama. Lo distinguí por el arito con la esmeralda incrustada.

*Médico salvadoreño

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