Control social

«El propósito último de la educación ha de ser enseñar al ciudadano a gobernarse así mismo, no permitirse ser gobernado por nadie más” Herbert Spencer.

Por: Arnoldo Colato Hernández*

Las medidas excepcionales tomadas por el gobierno a partir del domingo 27 del pasado mes, no solo han procurado mediante un empleo a fondo de la detención preventiva de quizás 14,000 personas en el sistema carcelario de acuerdo a las autoridades de justicia, el contenerlas, además las medidas que se le han sumado desde el legislativo detentan el propósito oculto de someter a cualquier disidencia a la voluntad del ejecutivo.

Tales medidas si bien tienen un efecto inicial deseable políticamente, de control sobre la población al aplicarlas draconianamente, no sólo no son sostenibles en el tiempo por carecer del espacio físico necesario para su contención, o por ser incapaz de asumir la improbable tarea de reeducar a tal volumen de detenidos de ser encontrados culpables, pero además porque el hacinamiento al que se los ha sometido ya produjo 5 asesinatos por golpizas, bajo detención policial hasta el viernes 22 pasado, lo que hace del estado y sus agentes, responsables de estas muertes.

Tan dramáticos han los efectos del proceder de las fuerzas de seguridad estatal, que el desalojo de la población vendedora establecida por décadas en la calle Rubén Darío, se realizó sin ningún disturbio la presente semana, al enfrentar las amenazas emitidas desde la alcaldía capitalina de utilizar la misma fuerza de tareas para finalmente concretar el reordenamiento.

Sin embargo y al margen de considerar acá la respuesta estatal como los efectos que tendrán estas medidas, están el abordaje de las causales del fenómeno de inseguridad que nos agobia históricamente como sociedad, y que son la exclusión y la marginación social, que la población ha naturalizado y hasta defiende, al escoger a los elementos que la han reprimido y la han expoliado desde siempre, como gobernantes.

¿Cómo ha sido eso posible?
Al carecer de un modelo de educación integrador, orientado a emancipar al ciudadano, sencillamente se lo reduce a ser otro más de los agentes que contribuye a perpetuar las condiciones arriba señaladas, so excusa de parte del estado de “la inversión para lograr el alto fin de modelar ciudadanos proactivos, críticos, cívicamente participativos como conscientes de su identidad social pues conoce su historia», producirá ciudadanos que no responderán a los intereses de las élites.

Y es que, sin la debida memoria histórica provista por un sistema educativo que hace de ésta objeto como al ciudadano sujeto, no es probable la participación de este en la resolución de las problemáticas surgidas al interior de la sociedad comprometiéndose, simplemente porque es sujeto de su historia, negándose a delegarla en otros, que, como sucede ahora, podrían gobernarlo, sometiendo su voluntad a la de estos.

Si bien una educación de calidad orientada a contribuir a la resolución de las históricas problemáticas que afrontamos no es un desafío fácil o a corto plazo, la alternativa, la violencia con la que convivimos, terminará por hacer inviable a nuestra nación.

*Educador salvadoreño

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