La Amistad

No sé cómo definir la amistad. Casi siempre que enlazamos la amistad con una persona, hay cosas y propósitos que nos unen, creo algo tirado de los cabellos armar una amistad con un condenado a muerte si tengo, frente a mí, a un estudiante de medicina, condenado a la vida.

Por: Francisco Parada Walsh*

He sido amigos de drogadictos, homosexuales,  truhanes,  prostitutas y no tan prostitutas y de brillantes hombres, empresarios millonarios pero el gozo más grande lo encuentro en ese pobre condenado a la vida.

El tiempo pasa. ¿Dónde están esos amigos que eran leales y fieles en los momentos donde los talentos eras equitativos? ¡Estaban! Hoy , solo son apenas sombras, y debo entender que tienen toda la razón del mundo a buscar puentes en común, nadie quiere ser amigo de alguien al que siempre lo encuentran jodido, pobre y sin rumbo; entiendo que todos queremos ser amigos del hombre exitoso, del lujo, de la buena vida, de la nada.

Hace unos años conocí a un hombre más pobre que yo, largo como ejote o como Mennotti, un ejote con patas y pico, una camiseta blanca su armadura; un pantalón raído, su caballo y un cerebro de Einstein, de Hawkins, de Dalton, de un extra terrestre. Ese hombre pobre en apariencia me narraba detalles de tal libro, de tal canción y a sus setenta y tres años, quisiera fuera el presidente de estas tristes tierras; recuerdo que ese hombre pobre solo tenía dos mudadas, no porque no pudiera comprarse otras, sino para no complicarse la vida; un día usaba una, y por la mañana iba al río de Chalatenango a lavar y a darse su baño matinal.

No tenía luz, solo ocupaba velas, una por la noche, y mientras el sol sacaba sus tenazas, leía y leía. Llegaba la noche, y dormía. Ese es mi amigo. El sabio. Ese hombre en apariencia pobre de nombre Gilberto, un tesoro de persona; pidió que le autografiara un libro que le regalé, nunca he escrito un libro sin embargo él quería tener mi nombre y mi tinta en  páginas ajenas.

Eso es plagio de amor. Cuando fuimos al Sumpul, testigo de pescaditos llorosos, Gilberto y yo, zampamos la cabeza al agua como tortugas, ni un minuto para salir corriendo del frio, los calzoncillos blancos apenas cubrían ¡nuestra sexualidad ¡Ese es un AMIGO a quien quisiera leer, escuchar, vociferar, querer! El tiempo pasó.

¿Qué es ser amigos? Hartarse guaro, compartir secretos de alcoba, viajar al mismo destino: No lo creo, estoy cansado de ser “El Amigo”, en tiempos de bonanza, el mejor; en tiempos de escasez: ¡Aléjate de él! Triste realidad. Demasiado triste. Pasé un buen momento económico en mi vida, no gran cosa, es más, a mi edad y sin trabajar no me preocupo por nada pero aparentar, compartir, servir al otro es un don de esa definición “LA NUEVA AMISTAD”.

Quisiera a miles de Gilbertos,  gatos y de perros pero no de esos amigos que nunca lo fueron, todo fue tan circunstancial, era el momento y de alguien debíamos asirnos como un náufrago lucha por un neumático en alta mar; no soy ni náufrago ni el neumático. Solo observo las constelaciones, nada se mueve, todo está escrito. La amistad es un dar por dar, todo está limitado al momento. Tengo más de un año de vivir en mi sencilla casa, pensé en comprar una cama plegable pero en ese tiempo nadie ha venido a verme, entonces decidí ¡No comprar nada! Agradezco a todos aquellos secretos amigos que su oído es un caracol que escucha mis lamentos, me aconseja, me quiere.

Todo es transitorio. Me fue duro entender que entre más dinero tenga, los  bancos son más flexibles conmigo y soy “Don”; aún recuerdo cuando el hotel Intercontinental me ofreció todo lo inimaginable, entre más consuma, menos paga.

Quise hacer una campaña entre los grandes “tiburones”, se trataba de que toda la comida o restos para algunos que sobran o se deben desechar por parte de las franquicias u hoteles,  ¿Por qué no recogerla y darla al hambriento? No amigo lector, aquí, en este pobre país se prefiere botar la comida  a que, un pobre que elige al presidente, tenga acceso a “Las sobras” que usted y yo dejamos. Por eso quiero un amigo.

*Médico salvadoreño

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