Magisterio Nacional

A propósito de los recientes señalamientos que la Ministra de Educación hiciera descalificando públicamente a los educadores salvadoreños, acusándolos de carecer de habilidades básicas para hacerse entender, comprender el sentido de un texto y menos aún de explicarse, vale la pena acotar sobre el tema algunos antecedentes que a la señora ministra se le pasara por alto reseñar.

Por: Luis Arnoldo Colato*

Hasta 1979 la formación docente era un tema del estado salvadoreño, filtrando una serie de condiciones para que los aspirantes pudiesen adquirir una de las codiciadas plazas del sistema nacional de formación docente, que el sistema educativo tenía en las afamadas Escuelas Normales.

En aquellas escuelas, administradas por entero por el sistema nacional educativo, se formó a las generaciones de oro de educadores nacionales quienes, sin más recurso que la iniciativa propia, investigaban y producían literatura que aún es referente principalmente en el extranjero, dado el peso académico e intelectual de aquellas obras.

A aquella generación perteneció don Alberto Masferrer, Francisco Gavidia, Saúl Flores, Eduardo Payes, Aída Elene Párraga, Carlos Álvarez Pineda, y todas las grandes que, como estos, llenan de orgullo a las letras salvadoreñas.

Los une una característica común: la vocación por la enseñanza.

Esta era la característica que identificó a los egresados de aquel sistema, pues los interesados en la formación docente eran elegidos fundamentalmente por tenerla, para luego ser formados durante cuatro esforzados y comprometidos años, en los que los aspirantes vivían como monjes, en habitáculos de las normales, desde donde emergían para estudiar a los clásicos, mientras escuchaban música clásica, dialogando y debatiendo las diferentes corrientes pedagógicas sobre las que aprendían, así como su aplicación práctica a la realidad educativa salvadoreña, la cual era su principal tema de debate.

En aquel sistema aquellos aspirantes a educadores y educadoras, aprendían además de pedagogía, conocimientos prácticos que pusieron en uso en los cantones y pueblos del interior al que eran enviados en su primer nombramiento: carpintería, albañilería, primeros auxilios – incluso habilidades básicas para la matronería [para ayudar en el alumbramiento de bebes] fueron en algún momento enseñadas.

Aquel brillante y exitoso sistema acabo con la intervención del ejército del sistema nacional de formación docente, en 1980, al identificar a los educadores como “enemigos”, dando lugar a aquella amarga persecución de la que muchos educadores fueran víctimas, y cuyos asesinatos se ven reflejados en el informe de la Comisión de la Verdad, siguiendo aún impunes.

La formación docente paso entonces al sistema universitario, que hizo de ello un negocio, derivando en la realidad expuesta, por entero responsabilidad del estado.

Haría bien la Ministra en recordar estos detalles antes de volver a denigrar a los educadores, quienes, si bien adolecen de una pésima formación y probablemente no posean el perfil idóneo para ejercer la profesión, lo hacen así pues el estado lo redujo a ello, debiendo ser este el que asuma la tarea de bien formar a los educadores, escogiendo de entre los aspirantes a los que posean vocación y devolviendo a la profesión el prestigio que el mismo le arrebato.

*Educador salvadoreño.

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