¿Por qué las cosas buenas terminan?

No lo sé. La vida está llena de cosas buenas, situaciones maravillosas que deberían tener segundas e infinitas partes; una conversación con un amigo donde arreglamos y desarreglamos el mundo; el vino que en vano limpia mis venas debería ser libre, caer de piedra en piedra, de quebrada en quebrada, de riachuelo en riachuelo y terminar en la mar, allá, estaré esperándolo con la boca abierta, con el alma feliz.

Por: Francisco Parada Walsh*

Un libro no debería tener fin y seguir leyendo, página tras página y morir, y que ese libro sea la mamila de un bebe y los azahares negros del difunto, un libro eterno. Poner una canción de Led Zepellin, debería ser infinita; seguir embriagados de literatura, de poesía, de vino, rock and roll, tangos, de la belleza loca de una mujer y tantos misterios de la vida.

Pero todo termina. Todo. Sin embargo seré enfático, llega a su fin la magia de la vida, lo que me da felicidad. La vida debería permitir abrir ese libro, volver a poner la música de las almas, servir al más desposeído pero no sucede así, todo termina, todo. Sin embargo la maldad es infinita, ella sigue carcomiendo almas, conciencias, espíritus, cuentas de bancos cuando deberían morir de sed, de hambre, de desprecio, de indignidad.

Pero no, el mal no duerme, le roba la paz y la quietud al bien, el mal prolifera, germina, sigue creciendo como una mata llena de espinas donde nadie se puede subir, salvo algunos malvados. Las cosas buenas no deberían terminar, la fragancia de una rosa, un bello atardecer, el canto de las aves, la visita de un gorrión y tantas maravillas que nos rodean; el mundo está quedando solo, todo lo bueno acaba y lo malo gana terreno.

Soy mayor, sé que todo lo que he hecho en este mundo apenas será un recuerdo, quise transmitir mi experiencia de vida y en un momento soñé con que mi alma, mis pasiones y el deseo de un mundo mejor llegara a cada corazón pero no se puede, todo acaba, todo. Recientemente escribí un sencillo artículo y apareció la ofensa, la burla; siempre respeto a todo lector pero que unas líneas desaten el mal y el agravio es para entender que será ese mal el que debe prevalecer.

Esa persona seguirá alimentándose de odio, resentimiento, ofensa ante todo aquello que no le parezca. Lo bueno termina, no hay un gavetero o un chinero donde guardar la música, la amistad, la paz, el respeto, el amor al prójimo, la compasión por los animales, el vino, el deseo de servir ¡No hay! Y debe terminar.

Al contrario, el mal atenaza al mundo y ejemplos sobran: Inventarse una vacuna para masacrar al planeta con el beneplácito de reyes, presidentes, científicos solo dice que la maldad vence al bien; nos arrebataron a lo mejor del personal de salud y todos callamos, el mal vence al bien; nos volverán infinitamente pobres en cuestión de semanas, el mal vence al bien.

Un gobierno que ha fallado en todo y aun, desean seguir sangrando a esta patria que ya no tiene ni una gota de sangre, el mal vence al bien.

¿Por qué la maldad y la perversidad de un estado prevalecen, humilla, encarcela, denigra a otros seres humanos? El mal vence al bien. ¿Por qué este mal no desaparece? No, no tiene en su agenda desaparecer, sino que crece día a día, como unos muñecos que se echan al agua y en días tenemos a un animalito enorme, feo, pelo parado y con cresta de gallo y así es el mal; crece, encuentra adeptos y son incontables ¿Por qué el bien no gana terreno? La única respuesta que viene a mi mente es por indolentes, cobardes y comodones; nadie quiere joderse, al contrario, los comentarios que escucho son tan conformistas como “Si a todos nos va a pasar lo mismo” ¿Tan mal estamos como sociedad? Sin duda alguna.

Hace horas una amiga se contactó con una veterinaria para que me enseñe a esterilizar perritas y gatitas pues la sobrepoblación de la zona alta se salió de control, jamás me lucraría de ello ¡Jamás! Al contrario, sería de gran ayuda a todas las bigotes y felpudas de mi montaña, pero no se pudo, se habla de “Usurpar otra profesión”, pensamiento típico de un país de tercer mundo donde nadie quiere dar lo aprendido cuando el conocimiento se debe regalar, nunca ha sido mío, apenas tomé una parte en mi preparación como médico y mi deber es servir a mi prójimo y si debo enseñar algo a mi comunidad lo haré con todo mi corazón, pero no, el mal vence al bien; debemos usurpar las tierras del amor,  los ejidos de la entrega, las ganas del servicio y no el odio, la envidia, el revanchismo.

Dentro de esa tragedia que es la pandemia, solo por publicar un artículo enalteciendo a una colega que falleció fui conminado a que debía pedir disculpas cuando lo único que mi persona deseaba era rendir tributo, un sencillo homenaje a un colega pues representa al mundo y no fue así, fue claro que seguiría un problema judicial cuando nunca quise dañar la memoria de un colega, sino todo lo contrario, honrar, enaltecer. El mal vence al bien. Ahora, que el mal de unas cincuenta personas fulmine a millones de hermanos a partir del ocho de septiembre solo confirma que el mal existe y vino para quedarse.

*Médico salvadoreño

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