José Lezama Lima y el Paradiso como resurrección

La poesía de Lezama se sitúa entre las más altas expresiones del género en Cuba y el continente. Lo confirman títulos esenciales como Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y Fragmentos a su imán (1977)

Por

on la agudeza que siempre lo distinguió, el gran escritor José Lezama Lima dijo en cierta ocasión a un periodista que se interesaba por su salud y la posibilidad de que Proserpina lo visitara: «Son ya pocos los años que me quedan para sentir el terrible encontronazo del más allá. Pero a todo sobreviví, y he de sobrevivir también a la muerte (…) todo poeta  (…) crea la resurrección, entona ante la muerte un hurra victorioso».

Nada más real. Cuarenta y cinco años después de aquel lunes 9 de agosto de 1976, en que el asma y sus secuelas pusieron fin a la vida de este cubano universal, su nombre y obra continúan concitando el interés de los lectores y estudiosos dentro y fuera de Cuba. Recuerdo, en este sentido, la participación entusiasta de prestigiosos intelectuales de América y Europa en el Coloquio Internacional sobre Lezama Lima, realizado en La Habana en 2016, y, de modo especial, la presencia de un grupo de estudiantes de la Universidad de Monterrey, los cuales hicieron importantes reflexiones en sus textos sobre la poética y pensamiento del ilustre habanero.

Curiosamente, Lezama Lima viene al mundo en el antiguo campamento militar de Columbia (hoy Ciudad Escolar Libertad) el 19 de diciembre de 1910. Su padre era oficial e impartía clases en la academia de este lugar. Allí conoce Lezama la edad paradisiaca de sus primeros años. Sin embargo, la temprana muerte de su progenitor (1919) en Pensacola (Estados Unidos), afecta la estabilidad familiar y emocional del niño. Retornan a La Habana, y tras vivir un tiempo con la abuela materna en Prado No. 9, la familia se instala desde 1929 hasta 1976 en la vivienda de Trocadero No. 162, en Centro Habana (actual Casa Museo José Lezama Lima).

Como estudiante de Derecho, Lezama participa en la manifestación estudiantil contra Machado, el 30 de septiembre de 1930. Después de graduarse trabaja como abogado; pero su verdadera vocación era la poesía, el ensayo, la narrativa y la fundación de revistas de letras y artes, entre las que sobresale Orígenes (1944-1956), considerada la más importante de su clase en lengua hispánica durante ese lapso.

Esta publicación da nombre también al grupo de escritores, pintores, músicos y editores que acompañan a Lezama en los años 40 y 50, los cuales presentan en sus textos una cubanía esencial, trascendente y de alta calidad frente a la frustración republicana, la vileza de los gobernantes de turno y la banalización de la cultura. Cintio Vitier –miembro de Orígenes– más de una vez destacó el liderazgo intelectual de Lezama en su empeño por rescatar la Cuba profunda: «Desde la publicación de los cuadernos de Espuela de plata (1939-1941) –escribe Cintio– y de su libro de poesía Enemigo rumor (1941), Lezama se había convertido en el centro de una especie de revolución silenciosa en las letras cubanas».

Según el propio Vitier, para Lezama la creación poética y la cultura servirían como resistencia, salvación o compensación frente a aquella realidad trivial, marcada además por la norteamericanización cultural. Junto a sus compañeros de hornada, expresa esencias originales en la poesía y refuta el sinsentido, el facilismo y el hedonismo de la vida insular antes de 1959.

La poesía de Lezama se sitúa entre las más altas expresiones del género en Cuba y el continente. Lo confirman títulos esenciales como Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y Fragmentos a su imán (1977). Versos retadores (para Lezama solo lo difícil era estimulante), porque van a lo esencial oculto, de ahí las visiones cuasi oníricas de sus imágenes, metáforas y símbolos, signos cuyas relaciones semánticas parecen aleatorias y contradictorias, pero no lo son en otra dimensión intelectiva. Algo similar ocurre con las estructuras sintácticas, siempre dispuestas a la ruptura del orden convencional y las «mutilaciones»: «Ah, que tú escapes en el instante/ en el que ya habías alcanzado tu definición mejor./ […] Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,/ cuando en una misma agua discursiva/ se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:/ antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,/ parecen entre sueños, sin ansias levantar/ los más extensos cabellos y el agua más recordada». (Ah, que tú escapes).

Como ensayista e investigador, Lezama nos lega textos imprescindibles sobre la literatura cubana e internacional. Títulos significativos en este orden son: Analecta del reloj (1953), La expresión americana (1957) y Tratados en La Habana (1958).

Con el triunfo de la Revolución en 1959, Lezama encuentra por fin la realización de las «imagos» posibles que había anunciado en el pasado (recordemos el número de Orígenes dedicado al centenario de Martí en 1953). Los años 60 y 70 no fueron, sin embargo, tan apacibles para el poeta; viejas y nuevas incomprensiones lo rodean (y a sus compañeros de Orígenes); pero Lezama, una vez más, apuesta por la poesía y la amistad germinativa, creadora. Es elegido Vicepresidente de la Uneac y realiza valiosas aportaciones como investigador del Instituto de Literatura y Lingüística y, más tarde, de Casa de las Américas.

Pero la convulsa década de los 60 le depararía al escritor algo que no había previsto: el reconocimiento planetario a través de su novela Paradiso. Publicada por Ediciones Unión en 1966 (con ilustraciones de Fayad Jamís), esta ficción (en la cual el lector hallará en forma oblicua mucho del pensamiento estético y familiar de Lezama) se incorpora de inmediato al núcleo de las grandes novelas del boom latinoamericano; aparecen múltiples ediciones en español y otras lenguas, en América y Europa. Recibe pronto los elogios de célebres escritores y críticos, como el argentino Julio Cortázar.

A pesar de publicarse primero en Cuba, Paradiso no corre la misma suerte en la Isla en los años 60 y 70. Las referidas incomprensiones conducen a comentarios erróneos de la novela y a su silenciamiento. Esto, como suele ocurrir, la convierten en mito; pero ante todo por sus valores y belleza.

Años más tarde descubriríamos sus notables méritos ideoestéticos, como su defensa del papel de la familia en el equilibrio de la sociedad; de la amistad creadora; de la historia de los cubanos por su independencia; de la grandeza de Martí; de la fisonomía interior y exterior de La Habana; el destaque de la jocosidad lezamiana (Cintio habló una vez de la «habaneridad del humor en Lezama»); de las hondas reflexiones sobre la sexualidad; de la riqueza cubana del español; de la interculturalidad y tantas otras esferas que confirman la grandeza de la novela. Lezama tenía razón, la poesía –por medio de Paradiso (ahora a 55 años de su aparición)– lo salvó para siempre.

Fuente: Granma.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: