La gata Desollada

Por: Francisco Parada Walsh*

Era una tarde fría, mi vecina Teresita me dijo que había una gatita subida en un árbol, decidí ir a buscarla, la gata  sabía que necesitaba ayuda, no podía bajarse o como todo gato bandolero me engañaba, la tomé con cariño y pude ver su cuello lastimado, al parecer estuvo amarrada y la llevé a mi sencilla casita, le prodigué cuidos médicos y como el destino es tan complicado de entender, aparte de atender pacientes humanos, atiendo pacientes peludos y bigotudos; le cubrí todas sus laceraciones con antibióticos, le preparé un plato de concentrado, tal  parece que mi amiga visitante no había comido en días, disfrutaba su comida como si fuera un banquete imperial, se me ocurrió darle pollo frito, a pesar de su insignificante tamaño parecía un tigre de Bengala cuidando su pellejo tostado; una vez que llenó su panza, dio tres brincos y estaba en mi cama, buscó meterse entre dos cubrecamas, mientras, las gatas dueñas de la casa la contemplaban, la acicalaban y mi amiga visitante dormía feliz.

Pasó cuatro días viviendo como viven los gatos, como reyes, como dioses, como vivían en Egipto y hoy en día viven en Estambul; un día desapareció, no supe de ella; por la tarde mi gata amiga se convirtió en pájaro, estaba en la punta de un altísimo árbol, miagaba no de miedo ni de preocupación sino de saber que estaba en un cielo verde, en el reino de las aves, feliz, no quiso bajarse, estoy acostumbrado a la terquedad de los gatos; más tarde entró por la puerta miagando tan fuerte que no parecía la famélica gatita, sino un imponente felino; no dudó en brincar y atracar en el plato de concentrado, soy feliz cuando un gato me visita, verlo feliz, ellos son parte de la creación y como tal merecen respeto; su arrogancia le permitía pasar sin pedir permiso entre las cuatro gatas, nada la amilanaba, me preguntaba por qué no actuamos así, creer en nosotros, en no ser arrogantes sino libres, soberanos, no libres porque celebramos la independencia sino porque deseo ser libre, salirme de la fila de la vida, portarme mal, y morir con dignidad, no lo sé.

Esta vez mi amiga gata venía derrotada y sin cariño, triste, otra vez estaba lastimada, los dueños de mentiras creen que a un gato se  le puede someter, no, un gato es un espíritu libre, nunca se somete, nunca; volví a curarla, comió como león y se durmió, mientras miraba televisión solo pude ver que empezó a lamerse, se embelleció y brincó para nunca volver; aprendí que cuando llega un invitado a casa hay que recibirlo con cariño, darle lo mejor, no sabemos si nos volveremos a ver, creemos en un mañana que no existe, no, solo existe el ahora, este momento; mientras este sencillo artículo llega a su vida puede ser que me estén rezando el Rosario, es una realidad que muchos temen, temer es normal, y como escuchaba un bellísimo video, tengo dos opciones: O muero triste y amargado o muero feliz, escojo la última; tener claro que así como esa gata vino y se fue, así me iré, sin bulla, sin pompa, sin nada.

Quisiera ser un gato para pasar durmiendo, comiendo, siguiendo a gatas calientes sobre un tejado frio, ser el amo, decirle a mi humano criado que me sirva, que me acaricie, eso sí, eso sí, solo cuando yo quiera; hacerme el serio, el formal, hacerle creer a mi humano sirviente que veo espíritus chocarreros, que le limpio las malas vibras, quizá sería un gato muy dramático, por fin dejaría los medicamentos para dormir, dormiría por horas, me acicalaría, daría dos brincos y saldría a buscar por lomas y praderas a una gatita que ronronee abrazándonos con las patitas delanteras, que sea bandida y picarona.

Todos cumplimos un ciclo, la amiga gata se fue, así nos iremos, y pasaremos desapercibidos, la vida sigue, nada se detiene y por eso decidí sembrar unos robles, para que de su madera se haga mi morada, mi última casa, mi sencillo estuche; nuevamente pido que me zampen en esa caja, libros, una USB con un millón de canciones, prefiero rock, tangos y poemas de Neruda; mucho, muchísimo vino que en vano limpia mis venas; un álbum de fotos para recordar a los amados, algunos chicharrones de Amayo, unos botes de whisky, mejor cajas para llevarle a todos mis amigos, a aquellos que me enseñaron el amor de la amistad, y para que los apóstoles salgan de esa vida tan recta y que por un rato se vuelvan vulgares mundanos como yo; bolos, malcriados, anárquicos, comelones y chambrosos.

*Médico salvadoreño

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