Haití, mi hermano

Por: Francisco Parada Walsh*

He madrugado para evitar el tráfico de Apopa, antes de salir de mi montaña embrujada tomé un cargado café negro con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza, entro a un restaurante de esos que venden comida rápida y no lenta; mientras espero que llamen para entregarme la orden, se sientan frente a mi Haití y El Salvador.

Haití no puede detener el llanto, llora, llora sin importar que los presentes lo vean; es El Salvador de Qué quien le pregunta por qué llora; Haití le dice que cada día la pobreza aumenta, que viven tragedias tras tragedias y a nadie parece importar; El Salvador de Qué, algo ensoberbecido le dice que quizá la gente tenga la culpa al escoger a malos gobernantes; es Haití quien le responde ¿Y ustedes que acaso tienen a la mejor gente llevando las riendas del pueblo? El Salvador de Qué no encontró palabras qué decir, apenas bajó la mirada cuando Haití le vuelve a preguntar: ¿Qué acaso no te has dado cuenta que a nadie importamos?: El Salvador, con la mirada al infinito responde: Parece mentira, pensé que importábamos y que las grandes potencias, la Unión Europea volverían sus miradas a esta tierra roja, pero no; a pesar de las desapariciones, del golpe de estado ejecutado y tantos errores  a nadie parece importar, en mi mente pensé que el mundo al ver tantos atropellos y la pobreza que se vive y que se viviremos hubiera intervenido en poner las cosas en orden pero no, tienes toda  razón mi amigo Haití, tristemente no importamos ¡A nadie! Haití, al ver a su amigo El Salvador  de Qué con  su rostro  lleno de  lágrimas azules y blancas siente un poco de compasión y quizá para aliviar tanto dolor le dice: Nosotros así pensábamos querido amigo, tuvimos un terremoto que arrasó al país y en apariencia los que llegaron a ayudarnos violaron a nuestras mujeres, suceden tantas cosas que ya fuera tiempo de que ese mundo que dice que le preocupan las situaciones de Venezuela, Nicaragua y Cuba se fijaran en nosotros, pero no, no sé cuál es la razón para que no existamos.

El Salvador de Qué se limpia las lágrimas con un pañuelo blanco y azul, le dice que ellos hace décadas  fueron llamados “El Pulgarcito de América”, que era un país pujante pero que poco a poco ha caído en una espiral de odio, pobreza, revanchismo como nunca.

Haití, da un sorbo a su café y viendo fijamente a El Salvador le dice: ¿Tienen ustedes petróleo, Coltán, Torio, oro o grandes mantos acuíferos? El Salvador mueve su cabeza negando todas las preguntas que le han hecho; no amigo Haití, no tenemos nada que exportar, nada, no hay minerales preciosos ni alguna tan sola cosa que valga la pena para meter las narices en nuestro país; lo único que exportamos son quesadillas, pupusas, pollo Campero, gallinas asadas y miles de personas que día a día buscan huir de esta maldita pobreza, poco importan los riesgos del camino pero se prefiere morir en la lucha por llegar a la tierra de Gerónimo que morir aquí, tristemente no hay oportunidades, no, las oportunidades las tienen “los mismos de siempre” y una caterva de ignorantes, misóginos que llevan al país a una total destrucción y ni huevos tenemos para exportar, ni huevos mi querido amigo.

Haití, al ver a su amigo que poco a poco va entendiendo la dura realidad que le espera solo se compadece de El Salvador de Qué y le dice: Tú, que te creías importante y mírate, estás a punto de entrar en la peor crisis que jamás has vivido y ¿A quién le importa? ¡A nadie! Mira El Salvador de Qué, cambiaron tu moneda y quizá deba decirte, ustedes los salvadoreños se llevan el primer lugar en muchas cosas, y casi siempre malas; recuerda el robo del dinero para los damnificados del terremoto del 2001, el primer lugar en feminicidios, estuvieron entre los diez países más violentos del mundo; son saqueados como pocos países y te pudiera nombrar miles de desgracias que les toca vivir, pero no, tú las sabes mejor que yo; que callas, es diferente.

El Salvador de la Nada, aparta la taza, pide la cuenta mientras le dice a su amigo Haití, tienes razón, aquí aplica aquel dicho “Sálvese quien pueda”, no somos solidarios, al contrario, muchos están felices con la introducción de esa criptomoneda que será la tumba de un país y de un gobierno también, aunque no lo creas; pero mientras, la fiesta de los cachos debe continuar, a nadie importamos, a nadie amigo Haití.

*Médico salvadoreño

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