¡La Bella!

Por: Francisco Parada Walsh*

Conocí a una mujer que era bella tan bella que cuando pasa caminando por los callejones de la vida,  las estrellas pierden su infinita brillantez, se vuelven arrogantes, envidiosas de La Bella. Conocí a una mujer que era bella tan bella  que mientras ella pasa altiva y majestuosa,  las rosas  no dejaban de cuchichear que quién era tal mujer, ellas sabían que ya no eran las flores más bellas, sino que era ella, la rosa más bella. Conocí a una mujer que era bella tan bella que los océanos pacífico y atlántico deseaban que sus olas acariciaran su cuerpo y esa hermosa tez pero fue el  océano pacifico que se puso violento y en una escaramuza de celos, fue el ganador de tan raro combate.

Conocí a una mujer que era bella tan bella que cual muñeca de porcelana adornaba a los transeúntes de  este mundo atormentado. Conocí a una mujer que era bella tan bella que cual la hechicera más linda del mundo  dejaba a los hombres perdidos, con la boca y el corazón abiertos, convertidos a viles y mundanos hombres, perdidos, sin rumbo. Conocí a una mujer que era bella tan bella que el Sol prefirió suicidarse ante el fulgor de tan bella mujer. Conocí a una mujer que era bella tan bella que no era humana pero por ratos era una diosa, una diosa no griega ni romana sino la diosa más bella que pueda existir.

Conocí a una mujer  que era bella tan bella que los ángeles perdieron su condición divina, se enamoraron y subieron a la Tierra, se rindieron ante el pecado de esa mujer, ser tan bella. Conocí a una mujer que era bella tan bella que le tengo tanto miedo porque no sé si es del cielo o del infierno, no me importa subir al cielo si fuese necesario, por ella, solo por ella iría al cielo, la seguiría, la encontraría y de las manos de Dios me la robaría; al infierno no necesito ir. Soy del infierno.

Conocí a una mujer que era bella tan bella que las alondras no cantaban sino que recitaban a su paso. Conocí a una mujer que era bella tan bella que era música, que era poesía, que era mujer. Conocí a una mujer que era bella tan bella que las aguas furiosas se calman a su paso. Conocí a una mujer que era bella tan bella que con todo el dolor de mi alma entendí que no es humana, no, es un ser especial, ni es divina, es pagana, como las que me gustan. Conocí a una mujer  que era bella tan bella que la veo y no lo creo, que habla poesía, que mata con su belleza, ella no sabe que es una asesina pero aniquila a quien la ve ¿Cómo?: Se vuelven locos, extraviados, encantados por esa mujer tan bella, inmensamente bella.

Recuerdo una vez que junto a su madre caminaba por un bello parque y un poeta vago le dijo a la señora: “No le da pena estar algo grande para andar con muñecas en la calle”, ella solo rió. Conocí a una mujer que era bella tan bella que parecía una virgen a quien adorar, a quien clamar, a quien pedir, a quien amar. Era bella, es bella y será bella; a veces la pellizco para ver si siente dolor, si siente pasión, si es de carne y huesos y sí lo es; de pies a cabeza es bella, más bella que una estrella; más primorosa que una rosa.

Cuando  observo a la bella no sé si es divina o humana, no importa, nunca he tenido un amor santo y sería un buen momento antes de dejar este mundo tan esquivo, tan impertinente, tan bello. Y si no es divina y es el mero diablo con vestido ¡Qué importa! Sería el diablo, mi amor;  mejor, mejor, mejor; enamorarla con versos aunque no rimen, con que lleguen a esa mirada maldita, a ese cuerpo sagrado, a esa Diosa humana, es suficiente.

Pero no quiero a la Bella cerca, prefiero creer en lo divino y seguir rendido a sus pies, oler el incienso de sus pasos, desear el halito de un millón de besos que trituren mis huesos y mi alma, verla de lejos, de lejos; la Bella es un arrebato de pasiones, de sentimientos que se cruzan, que se desean; no, no quiero que se vuelva humana, todo acabaría en un santiamén, todo, prefiero verla de lejos; enloquecer ante su perfume de mujer, ser un vagabundo del amor, buscarla por valles y praderas disfrazada de la flor más bella, pero no arrancarla, no; que viva en paz, que  deje la guerra para mí; prefiero pensar en ese verbo indefinido como es si hubiera; que todo quede en el hubiera, no quiero lo humano, es demasiada divina, demasiada.

*Médico salvadoreño

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: