Tulsa desconocido

Joe Biden durante su discurso en Tulsa. AFP / Brandon Bell.

Por: Guillermo Alvarado.

Quizás la presencia del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la ceremonia por el centenario de la masacre de Tulsa, uno de los peores crímenes racistas cometidos en ese país, sirva para arrojar luz sobre este y otros hechos semejantes, que han permanecido ocultos.

Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921 turbas blancas enardecidas atacaron y destruyeron la próspera comunidad de Greenwood, conocida como el “Wall Street negro” porque allí estaban asentados muchos negocios y empresas florecientes pertenecientes a ciudadanos afroamericanos.

De acuerdo con los datos que se lograron rescatar, por lo menos 300 personas, entre hombres, mujeres y niños murieron durante las acciones, que incluyeron el lanzamiento de explosivos sobre esa zona. Los heridos sumaron 600 y 8 mil fueron detenidos, la inmensa mayoría negros.

El fuego y la violencia destruyeron 35 cuadras de la comunidad y en 48 horas toda la prosperidad del barrio quedó reducida a cenizas. Los sobrevivientes de este crimen de odio jamás lograron reconstruir lo perdido.

De hecho, oficialmente lo acontecido fue definido como “disturbios”, lo que permitió a las compañías aseguradoras evitar el pago de compensaciones y arrojar así a miles de familias a la miseria, que todavía hoy perdura.

En la actualidad Greenwood sigue separada del resto de Tulsa y no queda ninguna huella de lo que alguna vez fue el “Wall Street negro”. Al crimen siguió el silencio y la impunidad porque todavía hoy mucha gente desconoce qué fue lo ocurrido realmente en esa ciudad de Oklahoma.

Nadie fue sancionado por el ataque y no hubo ninguna reparación para las víctimas. En los años 90 del siglo pasado se intentó iniciar un proceso judicial, pero los delitos tipificados por la ley ya prescribieron.

Biden, al menos, tuvo la decencia de reconocer que hubo una masacre, pero mientras los aparatos de justicia no lo acepten así, el caso está cerrado.

El barrio de Greenwood en ruinas después de que pasara una turba durante la masacre racial, en Tulsa. Biblioteca del Congreso / Reuters.

No es el único acontecimiento de este tipo ocurrido en ese país, donde el racismo está imbricado con la historia y explica por qué sigue siendo un problema estructural que explota a cada rato.

Dos años después de Tulsa, en el condado de Levy, Florida, el pueblo negro de Rosewood fue destruido y varios de sus habitantes asesinados, ante la mirada de las autoridades blancas que no hicieron nada para evitarlo.

Fue hasta los años 80 que los medios de comunicación documentaron el ataque y los sobrevivientes y sus descendientes lograron que el estado de Florida les compensara por fracasar en su protección.

Demasiado poco en un país donde la historia está empapada en sangre y discriminación.

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