Mi árbol y yo

Por: Francisco Parada Walsh*

Mi madre y yo lo plantamos en el límite del patio donde termina la casa (Siempre te  han gustado las plantas, siempre cultivando tu jardín; una rosa de cariño, una gladiola de amor, un tulipán de entrega, una hortensia de consejos oportunos, un clavel de unos centavos escondidos para las emergencias; siempre te amaré madre mía, te fuiste muy joven y no puedo aguantar este dolor que me parte en mil pedazos, te extraño cada día más, cada momento de mi vida y poco a poco va llegando el momento de volvernos a ver).

Fue mi padre quien lo trajo yo tendría cinco años y él  apenas una rama (Quizá ese árbol que trajo mi padre tenía cara de perrito, recuerdo muy bien que siendo un niño  para un 24 de diciembre y después de despertarme de una siesta, estaba una perrita bajo el árbol de navidad, con un listón rojo en su cuello, su nombre fue, es y será “Puchi”; uno de los regalos más bellos que he recibido, esa ramita era su colita que no dejaba de moverse ante nuestra nueva amistad).

Al llegar la primavera abonamos bien la tierra y lo cubrimos de agua (Invierno, verano, otoño y primavera; siempre hubo suficiente abono para crecer en la dirección correcta, mis desvíos y desvaríos fueron cuando te perdí madrecita bella, cuando volaste a un mágico lugar donde pronto nos volveremos a ver, te leeré como siempre  la revista National Geographic, la Selecciones de Reader´s Digest,  tu solo cerrarás los ojos mientras te arrullaré con mis peroratas sobre tantas cosas que tenemos pendientes) .

Con trocitos de madera hicimos una barrera para que no se dañara (Esos trocitos de madera fue tu amor infinito como la mar, como las estrellas, como la luna; esos trocitos fueron valores que sembraste en mi vida que aun sirven aunque de a poco estoy más cerca de los anti valores. Eso te lo explicaré en persona).

Mi árbol brotó, mi infancia pasó y bajo su sombra que tanto creció tenemos recuerdos mi árbol y yo (Mi infancia fue bella y las más horrible que un niño pueda tener; tuve todo lo que quise pero no debe un niño sufrir un accidente de tránsito y ver morir a sus hermanos, no, eso es demasiado duro y en ese momento me hice un hombre; tenia dos opciones, o seguía siendo un niño atormentado o un hombre para cuidarlos a ustedes).

Con el correr de los años, con los pantalones largos me llegó la adolescencia (Nunca adolecí de nada, esa etapa fue maravillosa querida madre, conocí a mis actuales amigos; recuerda madre que venía de un lindo pueblo a vivir a la capital, todo era nuevo para mí, todo; y ya me vestía con mi saco y corbata, un gatito elegante ¡como todo gato negro!).

Fue a la sombra de mi árbol, una siesta de verano cuando perdí la inocencia (Perdí la inocencia en ese fatal accidente, ahí mi vida dio un giro, muy duros recuerdos vienen a mi mente, quizá hoy entienda que no somos nada, que debemos morir para cumplir el ciclo de la vida).

Luego fue tiempo de estudios, con regresos a menudo pero con plena conciencia (Soy lo que soy gracias a ti madre  mía, siempre pendiente, siempre dando ánimos cuando la llanta de la vida se desinfla, siempre atenta a cualquier necesidad, a seguir amando).

Que iniciaba un largo viaje, solo de ida y pasaje y así  me ganó la ausencia (Me dejaste cuando más te necesitaba pero de eso se trata la vida, crecí, me hice un viejo aburrido y solitario y de a poco llega mi hora de zarpar. Debo preguntarte algo Nena querida, ¿Cómo es el cielo?  Mi Nena me contesta: No hay cielo ni infierno, tú haces el cielo o el infierno con tus actos, cuida tus acciones, ama, respeta, sirve; eso es todo).

Mi árbol quedó y el tiempo pasó, hoy bajo su sombra que tanto creció, tenemos recuerdos mi árbol y yo (Ese robusto árbol eres tu madre mía que desde un lugar secreto me cuidas, me aconsejas, me vigilas; fue hace 29 años que volaste y tu ausencia  se enmarca en tu presencia de esa sombra protectora, amorosa solo como tú sabes cuidar a tus hijos; ya nos veremos, te extrañamos tanto; con todo el amor del mundo: Tus retoños, Beatriz, Guadalupe y Pancho).

*Médico salvadoreño

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