La foto

El día que aparezca una foto mía junto a un sencillo artículo no soy Francisco, quizá adolezco de múltiples personalidades, son infinitas pues cada renglón lo escribe alguien diferente a mí.

Por: Francisco Parada Walsh*

No pudiera ser una foto la que rige mi vida sino que cuando termino de escribir hay risas, hay llantos, hay ira, hay felicidad o una tristeza profunda y cada una de ellas tiene un rostro tan diferente al mío; sería la foto de un maniquí falso, sin vida; si aceptara que una foto que solo marca un tiempo o un momento de mi vida fuese mi carta de presentación estaría perdido, fuera un hombre falso, vacío, egocéntrico que creyendo posar elegantemente, solo vendo una imagen equivocada y aun, ni por cerca soy esa persona que aparece en las redes sociales con una copa de vino disfrutando de la belleza de El Pital.

Quizá a  veces sea la cucaracha de Kafka, un sicópata, un niño que tiene miedo, un  caballo salvaje, la muerte sentada en una banca de un lejano parque o quizá sea un ángel; no lo sé pero entiendo que cuando escribo me hago explotar ¡Bum! soy añicos, soy fragmentos y cada uno decide qué renglón escribir; creer que el que aparece en la foto de Facebook soy yo, no, no lo soy, ese es un hombre que aparenta ser feliz o infeliz, que tiene una copa de vino cual si tomar tal bebida me hace más que otros.

Después de varias tomas escogí la que aparentemente, aparentemente es la mejor y nuevamente, ese no soy yo, solo está plasmado un segundo de mi vida cuando el mundo no se detiene, y por ende no soy yo; a veces soy un verdugo, a veces soy la víctima, a veces no soy nada y en ocasiones soy el todo.

¿Cómo puede una foto falsa hablar por mis verdades? No lo puede hacer, cada artículo mi mente gira, se pierde, viaja, regresa, llora, finge reír o ríe a carcajadas, luego viene la idea; quizá lo que me he es difícil es el título, lograr que llegue a mi vida ese título del artículo, luego necesito cuarenta minutos y todo finaliza.

Un artículo es un libro en pequeñito o viceversa, un libro es un artículo en grandotote, una vez el título dirige la ópera, los renglones son apenas instrumentos musicales que dan vida, poco a poco empieza la sinfonía, y al cabo de un corto tiempo se dirigió una obra musical, quizá literaria pero me interesa que tenga música, que cuaje, que amarre algún sentimiento difuso o perdido tanto en mi vida como en la del lector.

Si por aquellas cosas del destino y de los gustos este artículo o el que fuera agrada a un lector, somos dos los felices pero sé claramente que cuando tomo mi computadora debo drenar todos mis sentimientos, no puedo quedarme con lágrimas retenidas, ni dejar que mi corazón palpite más rápido, mucho menos callar lo que ocurre en el diario vivir porque de una u otra forma soy parte del torturado y del torturador, somos el mismo tejido y debe la vida tomar partido por alguien, lamentablemente en la medida que envejezco me doy cuenta que la maldad sale campante, y el hombre honrado saca la peor parte.

Poco a poco se me esconde ese dios que les dice a los pobres que “deben sufrir en silencio” y el pobre se lo cree y esas cosas duras de la vida son las que explotan en mi mente y debo sacar algo bueno, con solo sentarme y no hablar con persona alguna es suficiente, el silencio bullicioso de poco a poco se vuelve calmo y empiezan las ideas a fluir, a darle vida a mi vida pues al escribir tengo dos opciones claras: O vivo o muero con la salvedad que puedo resucitar en segundos y en esa dicotomía de la vida, las dos opciones son parte inherente a  ese momento donde dejo la foto a un lado y me veo en un espejo y no soy Francisco, soy el que escribe, quizá tengo miles de personalidades, algunas cuerdas, otras totalmente enajenadas, otras adictas, algunas tímidas, más de alguna es amorosa, quizá coqueta pero no soy ese de la foto, ese no soy yo, ni yo sé quién soy.

Uno debe morir muchísimas veces en vida para apenas conocer el significado de la vida, para amarla; sino morimos, solo sabemos una parte de la historia.

*Médico salvadoreño

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