Regreso a casa: aventura por Europa

El Amigo.


Seguimos adelante con la narración. Después del triunfo de la Selección Salvadoreña de Ajedrez en Libia, Noviembre 1976, vino la Odisea de regreso a casa. Al Pulgarcito de América –El Salvador-. Como corolario, antes vamos a hacer una reflexión final sobre aquella victoria Internacional que expuse en artículos anteriores.

¿Han oído hablar, amables lectores, amigos míos, del Uróboro? ¿O sea, la Serpiente que se come a sí misma mordiéndose la cola? Forma un círculo, según el mito, y al final no queda nada. ¿Será atinado tal acierto? Es la conjetura que me hice al escuchar por primera vez tal cosa que me pareció una fantasía imposible. Sin embargo, ocurre. No me tomen como soñador o quimérico. Es un simbolismo por supuesto con profundo significado. La serpiente es la sabiduría; el círculo la naturaleza cíclica de las cosas. Eterno retorno. Indica que algo en la vida se repite de instante en instante en nosotros o alrededor.

Se produjo en Libia. Sucede en las competencias de ajedrez con tanta frecuencia que no es de extrañar. Así, El Salvador ganó a Turquía claramente. Túnez é Irak ganaron a El Salvador. Técnicamente diríamos que ambos países eran superiores. Pero no es así. Turquía ganó a Irak, según referencia, produciéndose una triangulación que es natural en el juego ciencia. Por ejemplo: A gana a B; B a C y C a A. Resultando el círculo vital. Nada nuevo bajo el sol. Significa también lucha eterna, esfuerzo continuo. Características que fueron propias del equipo salvadoreño en su batalla de Trípoli para ganar el título.

Mucho se ha especulado sobre la capacidad técnica de la Selección Nacional como si este hubiera sido el único factor determinante. Tanto que en 1986 asistiendo a la 27ª. Olimpiada FIDE en Dubai, Emiratos Árabes, casi los mismos jugadores “libios” así llamados, ocuparon el 50º. lugar entre 100 participantes. Mecánicamente se diría que esa sería la ubicación técnica del equipo. Falso completamente. El espíritu deportivo, voluntad y otros factores irrepetibles contribuyeron al triunfo. El Salvador de hecho fue campeón con todas las de ley.

Pasemos al viaje. No tardarían 24 horas después de recibir la Copa cuando alzaban vuelo de regreso a casa. Pero los vientos del Mediterráneo los desviaron por otros rumbos. Cantos de sirena los llamaban no pudiendo resistirlos. La ninfa Europa los atrajo a sus gélidos brazos. Llegaron a Roma, la Urbe, Ciudad Eterna. Habían prometido. ¿Cómo no ir al lugar donde Rómulo y Remo, fundadores, sobrevivieron en una cesta en el Tíber siendo amamantados por una loba? ¿Cómo no ir a la Capital Mundial de la Diversión y Cine? Estaban enfrente. Llamada así desde 1950 por las películas de Sofía Loren, Marcelo Mastroiani; por 3 Monedas en la Fuente y la Dolce Vita? No era loba dicen si no una mujer agresiva con los hombres por eso la llamaban loba.

Especulaciones a las que no me meto; sigo la tradición de que una loba los crió. El 21 de abril del 753 A.C. los hermanos gemelos fundaron la ciudad a orillas del río; que reinó por siglos el Mediterráneo y mundo conocido de la época. Copió de Grecia el arte, la filosofía, la ciencia, dioses, cultura; etc. Del Medio Oriente lo religioso; de Egipto los misterios. Fueron prácticos se diría. No se molestaron en inventar nada sino adaptarlos. Pero sí dieron cátedra de Derecho Romano al mundo entero hasta el día de hoy.

A esa ciudad y otras irían fascinados los seis ajedrecistas salvadoreños. Dos se separaron del grupo para ir directo a casa o aprovechar para visitas familiares en el extranjero. Disponían de pasajes abiertos para cambiar fecha y hora cuando quisieran. Emprendieron así el viaje internándose en ciudades europeas de renombre, aprovecharon. Hacían gala de ser fieles o genuinos representativos de la gente Guanaca, improvisando, conociendo el mundo que es ancho y ajeno. Irían por aquí, por allá; para arriba, para abajo, a donde les apuntara el pico. Les atraía todo. Eran pues auténticos Cuscas o Cuscatlecos.

Al amanecer del primer día, después de ver con sus propios ojos el Tíber, oír de meros italianos la leyenda fantástica y apreciar un busto de la loba con los gemelos, pusieron rumbo al Vaticano. No eran dogmáticos pero mostraban devoción. Debían dar las gracias. Fácil era llegar, la cúpula de la Basílica de San Pedro por doquier se ve.

Subieron las escaleras de caracol estampando su firma en los muros de la cúpula porque, “al país que fueres, has lo que vieres.” Pues como en galería, están nombres de célebres y peregrinos que han llegado. Desde ahí vieron la ciudad tan tranquila, no parecía la de Nerón, que si no fuera la Ciudad Eterna bien parecía entrada al cielo.

Ni lentos ni perezosos siguieron su periplo por la Capilla Sixtina. Torcían el pescuezo viendo la Bóveda y los frescos de Miguel Ángel, los más famosos: Creación de Adán y Eva, el Juicio Final. Parecía que se les venían encima. Distinguieron a Monseñor Biagio de Cesena a quien M. Ángel representó como Juez del Infierno porque mucho lo “jodía.” Se desquitó. “Sin haber visto la Capilla Sixtina, uno no puede formarse una idea de lo que el ser humano es capaz de hacer.” Dijo Goethe. “Es obra del Supremo Creador a través del genio de Miguel Ángel.” Redondearon los Cuscas visitantes.

En la nave de la Basílica, boca abierta se quedaron al entrar. “Es obra de otro mundo”, musitaron. “¿Nos habremos equivocado o estaremos ya en el otro barrio?” Continuaron la reflexión. Admiraron las Cuatro Columnas, imitación dicen del Templo de Salomón. Se extasiaron con la Piedad y el Moisés de Miguel Ángel. “¡Sólo le falta hablar!” Dijo el genio florentino cuando lo terminó. El Moisés que en mármol tan perfecta le quedó. Emocionado dio un martillazo en la rodilla que aún se ve. Recorrieron los Museos Vaticanos, 12 kms. Lamentaron la impotencia de Laoconte y sus hijos asfixiados por una serpiente. Tiraron las Tres Monedas en la Fuente de Trevi, por supuesto. De espaldas pidiendo deseos, uno de ellos volver a Roma.

Recorrieron El Coliseo, una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Hoy sin el peligro de los leones pero escuchando sus mugidos como triste eco a la par de los quejidos de las víctimas. ¿Cuánto hicieron los seis salvadoreños en tan poco tiempo? Habrá que preguntar a ellos. Ya no se querían ir. Pero se fueron.

Alzaron vuelo a París, hermanada con Roma. Una es digna de la otra. No podían faltar los Campos Elíseos, por ahí se hospedaron. Al taxista le pidieron un Hotel céntrico. Lo obtuvieron. Todo les salía bien con la fórmula: bueno, bonito y barato. Lo primero a visitar fue El Lido, el cabaret más famoso del mundo.

Vieron de reojo ensayos, “con solo eso vida mía.” Se puede decir. Sin faltar el Moulin Rouge que disfrutaron. El Arco del Triunfo y la Torre Eifel. En un parque descubrieron la Estatua de la Libertad original pequeña que sirvió de modelo a la de N.Y. Seis salvadoreños en París, con dinero o sin dinero haciendo lo que querían.

Podría llamarse la obra. No se utilizaban Tarjetas de Crédito entonces pero no era problema. En todos lados los dejaban entrar aún no siendo la hora. “Solo para ver, conocer.” Argumentaban y como “¡ábrete Sésamo!” convencía a los encargados. Conocieron una modelo, ¡qué modelo! Con la cual hicieron amistad. Les daba claves para abrir puertas en París. Y hasta romance surgiría. La siguiente etapa fue Madrid.

¡Ole! Decía un rótulo al nomás entrar. Como no es la meca de toros y corridas; de teatros, tiendas y museos. El Coronel Juan Antonio Martínez Varela, Embajador de nuestro país, los recibió calurosamente felicitándolos. Les hizo ver que el triunfo en Libia había estado en la noticia todos los días. Los llevó al Valle de los Caídos explicándoles las peripecias de la Guerra Civil. Habían pasado los años pero aún olía a pólvora. Los recuerdos existen. “¡Cuidado hablan de República porque es aquí tabú!” Advirtió pues más de alguno inocentemente esta palabra tan natural y normal en El Salvador, utilizó con una guía turística.

Pasaron al Castillo La Granja, al Escorial, a Sierra Nevada. Impresionantes sitios y el guía que llevaban era nada más y nada menos que el mero Embajador. Fue un homenaje espontáneo del Coronel Martínez Varela a quien agradecieron de corazón. Los estímulos siguieron viento en popa al llegar a El Salvador. Como ya mencioné, el 23 Noviembre 1976, en audiencia especial el Señor Presidente de la República Coronel Arturo Armando Molina los recibió en Casa Presidencial.

Entregaron a él la Copa de Oro o dorada ganada en Trípoli. Sobresalieron las honras de la Federación de Softbol en Colonia Guatemala y el público homenaje el 1º. Diciembre por la Federación Salvadoreña de Fútbol en el estadio Cuscatlán. A pleno lleno. En Europa los viajantes querían seguir la Odisea pero no se podía más. Este es el fin de la historia según la he conocido. Lo dicho, dicho está. Seguiré con otro tema.

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