¿Y la economía en favor de la clase trabajadora, para cuándo?

Mucho del asunto sindical que persiste es en mucho la parte económica, no la de contenido político, por ello la Presidencia Bukele, no ha visto en su programa de gobierno al movimiento sindical como un grupo importante para entablar equilibrios en el poder.

Por: Róger Hernán Gutiérrez*

Las relaciones de poder que se sostienen en el actual gobierno, es la de no tomar en cuenta las necesidades e intereses de la clase trabajadora. Muchos observamos políticas públicas diversas que van en su mayoría a una mayor acumulación del eje de enriquecimiento de grupos oligárquicos y de la pequeña burguesía aliados al actual gobierno.

¿A dónde, entonces nos lleva el proceso de mejorar la economía y disponer de otro tipo de redistribuciones de la riqueza producida?. En mucho persiste la concentración de la riqueza en pequeños grupos corporativos del capital y, no se ve por ningún lado que exista una política pública, que trabaje la economía del país bajo una lógica “de abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera”.

Todos estamos en el entendido que la formación profesional alcanzada por quienes producen y hacen la riqueza, es de poca y baja calificación laboral—esto ha tenido que ver con que el poder oligárquico históricamente nunca le ha interesado la educación profesional; por consiguiente, el INSAFORP, que ha desaparecido y entregado los fondos al Gobierno, para un manejo “diferente”; nunca fue una institución que dirigiera un proceso de desarrollo de la formación profesional y convertir la mano de obra en diversas actividades profesionales modernas y actualizadas, y realmente que mejorara la calificación laboral.

A los grupos empresariales que mantenían cooptada la formación profesional, nunca les interesó ni convenido que la clase trabajadora tuviese mejores calificaciones para producir. Mantenerla con bajas calificaciones, hace imponer los bajos salarios y los puestos de trabajo indecentes, que no logran cubrir condiciones materiales de existencia, con suficiencia para cubrir las diferentes necesidades vitales; y la poca institucionalidad pública ad hoc, que fue desmontada y anulada por arena (1989-2009), para introducir el modelo de mercado y la política neoliberal, que no conduzco ni siquiera a una economía de rebalse.

En consecuencia, las mayores dificultades radican en que la economía no progresa para quienes producen y hacen la riqueza, sino que se mantiene en condiciones de empobrecimiento para muchos que van siendo con el paso del tiempo despojados de sus condiciones laborales y de la fuerza de trabajo necesaria para cubrir los diferentes puestos de trabajo en cualesquiera de las 4 actividades económicas—agropecuario; industria diversa; comercio y servicios. En un principio arena y su modelo económico—abrió el mercado, haciendo unas reformas legales y otras impositivas a la sociedad en general; cambiando el sistema jurídico-político; y a la economía poniéndola en pro de los pequeños grupos oligárquicos.

La desarticulación del poco desarrollo del agro— hizo migrar a la población laboral agraria a la ciudades y la emigración al norte; convenía mejor exportar mano de obra, que luego enviaría remesas—por convenir que a través de tratados de libre comercio, era mejor importar y exportar sin aranceles, se reprivatizó la banca y el sistema financiero, que se presentaba como el eje de acumulación de la riqueza para los grupos económicos que mejor entendieron la lógica de la globalización económica; dolarizaron la economía y tomaron la decisión de no disponer de política monetaria, se volvieron a apoderar de los bancos sin pagar la deuda y la mora; y luego vendieron a la banca extranjera, sin pagar en impuestos de renta y patrimonio, todo lo que acumularon en ganancias.

Por tanto, la economía actual y la que venimos arrastrando por más de treinta años, está diseñada para ser un modelo económico concentrado, y poco o nada redistributivo. Los demás sistemas que lo acompañan para el caso el jurídico—es difícil de generar protección, en tanto el país ha sido vendido al capital extranjero, y ello tampoco ha sido factor para que la inversión extranjera llegase por tener todas las reglas a su favor para producir—No ha sido posible absorber la mano de obra existente; y el desempleo e informalidad ha crecido exponencialmente, no ha sido posible cubrir los más de 50,000 puestos de trabajo que se requieren anualmente; y la formalidad de trabajo con derechos socio-laborales y económicos no suma más de 1 millón de personas.

Los capitales nacionales se van a producir a otros países, la deslocalización es más barata en Asia y África, y en países de la región con economías más débiles que la salvadoreña. Los salarios mínimos siguen en una discusión estéril, y el aumento de agosto/2021 del 20%, ha sido completamente absorbido por el costo de vida, que constituye hoy sólo para cubrir la alimentación en casi el 60% del salario mínimo actual.

Mucho se habla del crecimiento económico, que no basta medirlo en el PIB, sino en cuanto de esto producido se redistribuye—es decir se transfiere a los grupos mayoritarios laborales que producen la riqueza, y se ven empobrecidos por la falta de esta transferencia; y así mejorar el bienestar propio y familiar. Y son los sectores que acumulan—producen excedentes—los responsables de esta redistribución para hacer crecer la economía, para el desarrollo, la sustentabilidad y la sostenibilidad.

*Sindicalista salvadoreño

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