Respuesta de los grupos religiosos a la convulsión política en Perú

La derecha popular (una alianza católico-evangélica-libertaria), entiéndase a los fujimoristas y una nueva partidocracia desprendida del fujimorismo, representantes de las grandes cámaras empresariales, estuvo golpeando continuamente el gobierno del Pedro Castillo desde antes de su inicio, cuando anticiparon un fraude electoral si no ganaban.

Por: Hedilberto Aguilar de la Cruz*

El desconocimiento de Castillo con respecto al aparato de Estado, junto con ataques del mismo partido que lo llevó al poder (Perú Libre), actos de corrupción e inexperiencia de los diversos gabinetes y allegados durante el poco más de un año que duró su gobierno, terminaron en el intento desesperado del ex presidente por disolver el Congreso y convocar a uno constituyente, pues éste haría su tercera intentona por destituirlo. Esto se preveía desde su llegada por la fragilidad institucional y la atomización partidista. Hoy, las protestas por su destitución y la no disolución del Congreso llevan ya más de una veintena de muertos oficialmente reconocidos, especialmente en las zonas de predominancia indígena quienes piden la renuncia de los congresistas y la liberación de Castillo.

Castillo es conservador en temas valóricos (política contra los derechos sexuales y reproductivos y educación sexual integral que unen a la derecha popular), católico y rodeado de evangélicos, tuvo una agenda concordante con fujimoristas e izquierdistas conservadores, lo cual no le valió las suficientes simpatías de la derecha por su postura económica de izquierda, tanto como su origen rural andino, alguien al margen de la élite tradicional e incluso las nuevas élites políticas mestizas a quien intentan anular (Goldstein, 2022). Anthony Lastra, el predicador que oró por Castillo, públicamente en campaña en las periferías de Lima, conservador en temas sexuales y reproductivos (Wayka, 2022), se ha mantenido apoyando a Castillo y criticando la respuesta policial y mediática que legitima la represión y al congreso. Este es el caso de pastores que a título personal se pronuncian, pero las instituciones eclesiásticas han evitado posicionarse.

Sin embargo, para los sectores de la derecha popular y religiosa, como los congresistas golpistas y miembros del Congreso Iberoamericano por la Familia y por la Vida, Milagros Aguayo (evangélica) y Alejandro Muñante (católico), es necesaria la confluencia entre liberalismo económico, mantención de las jerarquías raciales-oligárquicas-patriarcales y estado mínimo. En el punto del estado mínimo, actores políticos (religiosos y no religiosos) al lado de liderazgos conservadores religiosos (católicos y evangélicos) coinciden en eliminar la “ideología” y sólo exponer la ciencia sin sesgos políticos, es decir, abrir el paso a una historia que favorece el hispanismo, el libre mercado y la supuesta autonomía de los padres para enseñarle a niñas y niños sobre sexualidad, sin dar “privilegios” a minorías étnicas, sexuales y sociales.

Por lo tanto, este sector de derecha popular no podía increpar el tema de valores morales, sino de alineamiento socioeconómico dirigido por un profesor campesino andino, utilizando los medios de comunicación más importantes como los dirigidos por el grupo El Comercio, para anticipadamente justificar y legitimar la caída del presidente. Este sector ha apostado por la caída de Castillo, tiene hilos que los unen con la élite militar y después de su destitución, han hecho un llamado al uso de las fuerzas policiales y armadas para eliminar las protestas de los “terroristas” y “comunistas” que han surgido sobre todo en las regiones de mayoría indígena y campesina, tanto en zonas rurales como urbano-periféricas del país. En sus redes sociales, se puede encontrar que evangélicos y católicos les critican por el terruqueo a la protesta legítima. El alcalde electo de Lima, Rafael López Aliaga, empresario fujimorista del Opus Dei y enemigo de Castillo, de quien pidió su muerte en 2021, sintetizó bien, en la CPAC México, el pensamiento y acciones de esta derecha: “Hay que sacar a cada maldito rojo de Latinoamérica, extirpar la mafia del Foro de Sao Paulo”.

¿Cómo han respondido los dirigentes religiosos al intento de golpe de estado de Pedro Castillo -confirmación de los miedos derechistas-, su posterior destitución y el descrédito del Congreso peruano ante el cual están protestando sectores poblacionales en todo el país cuya conflictividad está aumentando? Muchos de ellos son conscientes de que el país está dividido, de acuerdo con la encuesta de noviembre del Instituto de Estudios Peruanos, a menor nivel socioeconómico y en las regiones indígenas, mayor apoyo a Castillo, mientras que el Congreso está bastante desacreditado en todos los sectores (La República, 2022). En congruencia con los representantes religiosos de la derecha popular, muchos dirigentes criollo-mestizos optan por el silencio, sabiendo que una parte de su feligresía está protestando, aunque “oran por derrocar a todos los regímenes que están en oposición a los planes sagrados de Dios” (Moha, 2022). Incluso, en vuelco narrativo, protestantes evangélicos señalan que es el diablo quien ha emprendido una persecución contra Castillo y su familia porque es parte del pueblo y oponente de la “ideología de género”, por lo tanto, al hacer el bien es perseguido. Mientras algunos señalan sujetarse a las autoridades congresales y al Ejército, otros indican que Dios puso a Castillo y los congresistas han usurpado la voluntad de Dios que reposó en las urnas para un ejercicio completo de su cargo. El ya mencionado predicador Anthony Lastra ha intentado visitar a Castillo en la prisión sin éxito, señalando el trato de delincuentes que reciben los manifestantes por parte de policía y ejército, y llamando a los evangélicos a no terruquear la protesta legítima y pacífica, evitando provocaciones contra las fuerzas del orden.

Las iglesias católicas y evangélicas están divididas por clase social y origen étnico-racial, pero sus liderazgos buscan congraciarse con los poderes económicos y políticos que mandan en Perú, por lo que sus llamados son a la paz, la oración y ninguna condena a los abusos policiales, ni llamados a la renuncia de los congresistas. Es el caso del pronunciamiento de la Federación de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú y la Conferencia Episcopal Peruana. La excepción son ONG’ evangélicas como Paz y Esperanza, World Vision, así como el Consejo Interreligioso del Perú que hacen un llamado urgente a la presidenta Dina Boluarte, quien rápidamente cedió a la presión militarista de derecha, y congresistas a convocar para nuevas elecciones a renovar el congreso con nuevas voces y a respetar el derecho legítimo a la protesta, condenando la violencia del estado y estableciendo mecanismos de diálogo con la sociedad civil.

Uno de los fallecidos es un joven de 18 años de la Iglesia Evangélica Peruana, Beckham Romario Quispe, sobre el que apenas hay un comunicado de la sociedad juvenil de Andahuaylas, a la que pertenecía, lamentando su asesinato. Algunos jóvenes evangélicos ya no esperan pronunciamientos, ni aprobación de sus iglesias para protestar o manifestarse en contra de la violencia del estado, mientras que muchos católicos de las zonas en mayor conflicto se muestran decepcionadas con los posicionamientos tibios de la jerarquía católico, recordándoles al cardenal y teólogo de Fujimori, Juan Luis Cipriani, quien estuvo del lado de la violencia del estado en Ayacucho, pero no de las víctimas en los años del conflicto con Sendero Luminoso. La narrativa bipolar de comunismo-libertad ha calado hondo en los últimos años en el Perú y los actores religiosos no son ajenos a estas referencias que les recuerdan más a la violencia ejercida por Sendero Luminoso, pero pasando de largo a las realizadas por las Fuerzas Armadas del Perú, durante los años del conflicto (1980-1994). Retomando este discurso, creyentes evangélicos de clase media vuelven a llamar comunista a Castillo, a los manifestantes y a la población que se identifica con el ex presidente y rechaza al Congreso, denominándolos “infiltrados” y “senderistas”. Las iglesias están divididas por clase social y condiciones étnico-raciales, al igual que el resto de la sociedad.

*Investigador postdoctoral Universidad Arturo Prat – Chile


Bibliografía

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