Pretendiendo domesticar la violencia social a través de la violencia estatal

Las medidas de coerción social emprendidas por el estado, dos meses atrás y de cara al desenfreno del terrorismo con que campea impunemente, deben interpretarse en un marco un poco más amplio que el que supone el espacio de tiempo reseñado, y que implica aristas culturales, memoristas, y, sobre todo, económicas.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

La narrativa oficial intenta hacernos creer que se está ganando la contienda al hampa, pues los índices aparentemente así lo confirman: reducción del volumen de asesinatos y demás actividades asociadas al terrorismo.

Se impone empero una evaluación más exhaustiva. Si repasamos el tomo 2 de Historia de El Salvador nos encontraremos con que en los diferentes momentos de nuestra historia, esta parece repetirse, con niveles de violencia social desenfrenadas que en nada se diferencia a la que ahora padecemos.
¿Cuál es la diferencia con el presente? Pues de ningún modo el éxito gubernamental está más allá de lo esperado del estado, y que es controlar este fenómeno cuando se sale del huacal, que además sucediera también en los diferentes momentos reseñados de nuestra historia, en rangos de tiempo que van desde los 15 a los 40 años, y siempre precediendo un conflicto social en rango de guerra civil.

Ahí está la evidencia en nuestra historia, lo que implica que simplemente debemos revisar para comprender las causales.

Tenemos entonces tres problemas relacionados con esta: la ausencia de memoria, la carencia de la capacidad de emitir juicio de valor en torno a la evidencia, y, sobre todo, una constante de las causales del fenómeno arraigado en la superestructura social.

Los dos primeros problemas están asociados a la también ausencia de memoria histórica, asociada a la carencia de un modelo educativo integral e integrador que provoque ciudadanos conscientes, críticos y proactivos, porque tales amenazan a la superestructura.

El segundo está íntimamente asociado a la exclusión y la marginación social, ligados a lo inflexible del modelo económico heredado de la colonia, y que, con matices, se ha solamente actualizado en relación a sus necesidades en un mundo cambiante, caracterizado por ser inflexible, negándose a la movilidad social, reduciendo al estado a mero servidor de la élite, compuesta por apenas el 1% o menos de la población [BID/BM/FMI], lo que hace del resto, una maza que las más de las veces también se deja corromper por estos, permitiéndose ser objeto de sus intereses y en menoscabo de los propios.

Un ejemplo crudo es como la ultraderecha durante 20 años coopto desde el estado el imaginario público, convenciéndolo de que las privatizaciones eran fundamentales, enriqueciéndose como nunca mientras las mayorías se empobrecieron sin precedentes, logrando además como doble ganancia que la mitad de la población migrara ilegalmente a los EEUU para así sostener sus fracasos financieros mediante las remesas, fenómeno efectivo aún ahora.

Así las cosas y mientras las causales reales de la violencia no se atajen, simplemente seguirá reptando entre nosotros, sin que desaparezca y sí mute reclamando más y más vidas de salvadoreños.

Porque los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

*Educador salvadoreño

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