Lecturas en el Bicentenario: El alborotador de Centroamérica

Por: Miguel Ángel Chinchilla Amaya*

Acabo de concluir la lectura del libro “El alborotador de Centroamérica. El Salvador frente al imperio”, del historiador salvadoreño Héctor Lindo Fuentes, editado en 2019 por El Colegio de Michoacán y UCA Editores. El libro lo dedica el autor a la memoria de su hermano Ricardo Lindo, escritor y poeta polígrafo, fallecido el 23 de octubre de 2016; ambos hijos del connotado poeta, narrador, abogado y diplomático Hugo Lindo.

Trata el libro sobre un período diacrónico de once años (1911-1922), tiempo durante el cual hubo en El Salvador cuatro presidentes; el primero de ellos muere asesinado en 1913, Manuel Enrique Araujo. Los otros tres son Carlos Meléndez, Jorge Meléndez y Alfonso Quiñonez Molina. Además, por la misma época los marines de USA invaden Nicaragua; en Europa se produce una conflagración conocida como Primera Guerra Mundial; en México ultiman a Francisco Madero; se inaugura el Canal de Panamá; en 1917 un terremoto devasta la ciudad de San Salvador; se celebra el centenario de la Independencia en Centro América; mientras en el ambiente político el ideal unionista de la gran patria centroamericana privaba a nivel de la región, tornándose dicho ideal en un sentimiento antiimperialista contra la hegemonía de Estados Unidos en el Istmo.

De manera particular disfruté la lectura de este libro, ya que hace algunos años cuando producía radio dramas para la estación universitaria radio YSUCA, realicé una producción titulada MAGNICIDIO, sobre el asesinato de Manuel Enrique Araujo en 1913. El rol del presidente Araujo lo actuaba Roberto Salomón. En la trama se sugiere que dicho magnicidio pudo haber sido planificado por Estados Unidos, ya que el presidente por aquel entonces, William Howard Taft, vigésimo séptimo mandatario de ese país, formaba parte de una secta racista denominada Skull & Bones, y Araujo como líder regional se oponía a las pretensiones de la denominada “diplomacia del dólar”. El presidente Araujo no era bien visto por los norteamericanos, precisamente por sus posturas unionistas, antiimperialistas, y por oponerse terminantemente a la invasión de los gringos en Nicaragua.

El título de su libro lo toma Héctor Lindo de una carta que el embajador de Estados Unidos en El Salvador por aquel entonces, William Heinké, le envía en 1913 al Secretario de Estado Phinlander Knox, diciéndole que “Puede decirse con propiedad que El Salvador es el alborotador de Centroamérica, este es un hecho innegable reconocido por todos los que han vivido en este país”.

El presidente Araujo gozaba del aprecio popular, muy identificado con los diferentes gremios de obreros, y dicha simpatía queda evidenciada en la foto que ilustra la portada del libro, la cual es una imagen del funeral del presidente, donde se aprecia la multitud apretujada afuera del Palacio Nacional de San Salvador.

Este ideal antiimperialista era compartido además con personajes casi anónimos de aquel período histórico, como fue por ejemplo el general Abraham Perdomo Herrera que estuvo en Nicaragua combatiendo contra los marines, cual lo hicieron también en el siglo anterior contra William Walker, los generales Juan J. Cañas y José Trinidad Cabañas. Otros personajes antiimperialistas que Lindo menciona en su libro, son los colombianos Santiago Pérez Triana, Tomás Cerón Camargo y Porfirio Barba Jacob, así como el escritor argentino Manuel Ugarte. Igualmente, los intelectuales salvadoreños y centroamericanos como Salvador Merlos, Vicente Acosta, Alberto Masferrer, Francisco Gavidia, Román Mayorga Rivas, Rubén Darío; y también mujeres como Teresa Masferrer, Lucila Matamoros y Prudencia Ayala.

Una de las cosas interesantes que el autor menciona en su investigación, es la adopción de una simbología antiimperialista que a instancias del doctor Manuel Enrique Araujo, adoptaron cuatro de los cinco países centroamericanos, menos Costa Rica. El trato era asumir los colores azul y blanco para las banderas de cada país, evocando la bandera de la unidad en la malograda Federación de Repúblicas Centroamericanas en 1824. Antes de adoptar dicho pendón, el lábaro salvadoreño tenía un diseño parecido a la bandera norteamericana. Otro símbolo nacionalista que se adopta en aquel momento, es el Escudo Nacional diseñado por Rafael Barraza, en el cual se hace énfasis en la unidad centroamericana, a través de los cinco volcanes y las cinco banderas representando los ideales de la patria grande.

Luego del magnicidio del doctor Araujo, llama la atención por qué la presidencia de la república no fuera asumida por el vicepresidente Onofre Guzmán, sino por el primer designado a la presidencia Carlos Meléndez. Sobre este particular Héctor Lindo no comenta nada. No obstante Carlos Meléndez simula continuar los pasos de Araujo con la creación de la Corte de Justicia Centroamericana y el enunciado de la Doctrina Meléndez, que para Lindo “resultan ser mucho más ambiguas y menos heroicas de lo que pretende la historia oficial”.
Luego de la muerte de Carlos Meléndez en Estados Unidos, la presidencia es asumida por su hermano menor Jorge Meléndez, a través de quien según Lindo “se impuso de forma indiscutible la hegemonía estadounidense”. En esta época de Jorge Meléndez se establece el famoso empréstito de 1922 por la exorbitante suma (para la época) de $16.5 millones de dólares. Uno de los componentes de dicho préstamo era para pagar la deuda histórica en libras esterlinas con la Gran Bretaña, que incluía la parte que le quedó a El Salvador de la deuda de la Republica Federal”, es decir, los préstamos que hicieron Manuel José Arce y Francisco Morazán, mientras fueron respectivamente presidentes de la república federal. Como resultado de este préstamo de 1922, Lindo sostiene que “los periodos presidenciales de Jorge Meléndez y Alfonso Quiñonez fueron, en términos proporcionales, los periodos de mayor endeudamiento en la historia de El Salvador”. Por otro lado, para garantizar que el préstamo sería cancelado según las cláusulas del contrato, los gringos designaron a William Renwick como agente fiscal que tenía como misión fiscalizar los ingresos aduaneros con los cuales se iría amortizando la millonaria deuda.

Este préstamo, concluye Héctor Lindo, “representó una claudicación a la hegemonía de Estados Unidos y logró, por medio de un contrato privado lo mismo que habían obtenido las cañoneras en las islas del Caribe: dejar las finanzas del país bajo la representación de un representante de la banca estadounidense aprobado por el Departamento de Estado”. Pero antes de dicha conclusión, el autor ha dicho en la página 278: “Estas relaciones hay que verlas a través del lente de la corrupción que caracterizó a los mandatarios de la dinastía Meléndez Quiñonez”.

Ergo, para conmemorar con ojo crítico la efeméride del Bicentenario de la emancipación de España en 1821, nada mejor que conocer más allá de la historia oficial. Este libro de Héctor Lindo Fuentes, ofrece una visión histórica y reveladora de cómo era la política nacional hace un siglo, y obliga al lector a comparar el pasado con el presente para reflexionar que el sistema hegemónico no ha variado mucho, es más, pudiéramos decir que la sumisión se ha incrementado.

Durante le conmemoración del Centenario de la emancipación, hace un siglo (1921), nuestro país se veía afectado por una terrible crisis financiera debida a la galopante corrupción de los gobernantes, sobre todo de los dos Meléndez y su cuñado Quiñonez Molina, conocidos como la dinastía Meléndez Quiñonez, dueños de extensos cañales y reyes del azúcar. La única salida para colmar sus intereses mezquinos fue empeñar al país de por vida y crearle una deuda externa de grandísimas proporciones generacionales. Cualquier celebración de Independencia entonces, hubiera sido en todo caso con el rictus del cinismo. ¿Encuentra usted amiga, amigo lector, alguna coincidencia de nuestra historia hace un siglo con la actualidad? ¡Abur!

*Ediciones Amate Vos

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