RELATO: “Dulce Engaño: La Trampa de los Dulces Prohibidos”

Había una vez un país de fantasía donde el pueblo tenía la costumbre de decir «sí» a todo lo que le imponían. Los gobernantes, aprovechando esta actitud complaciente, comenzaron a implementar políticas cada vez más restrictivas y controladoras.

Por: Enrique Hernández
Al principio, el pueblo se sentía contento porque les prometieron que estas medidas traerían seguridad y prosperidad. Sin embargo, con el tiempo, las restricciones se volvieron cada vez más opresivas. Los gobernantes limitaban las libertades individuales, controlaban los medios de comunicación y vigilaban cada aspecto de la vida cotidiana.

A pesar de las señales de advertencia y los abusos evidentes, el pueblo continuaba diciendo «sí». Estaban tan acostumbrados a obedecer sin cuestionar que se volvieron ciegos a las consecuencias de sus acciones. Incluso cuando se les presentaban evidencias de corrupción y abuso de poder, preferían ignorarlas y seguir diciendo «sí» a todo lo que se les imponía.

El pueblo se había acostumbrado tanto a la sumisión que habían perdido su voz y su capacidad de tomar decisiones informadas. La sociedad se convirtió en una marioneta controlada por unos pocos gobernantes manipuladores.

Al final, el país de fantasía se sumió en la opresión y la injusticia. El pueblo se dio cuenta demasiado tarde de que su actitud complaciente y su conformidad habían llevado a su propia ruina.

Sus habitantes disfrutaban de dulces artesanales. Pero cierto día, nuevos gobernantes prohibieron su consumo so pretexto de «cuidar la salud».

En este país de fantasía, los gobernantes también utilizaron un ingenioso artilugio: los dulces del engaño. Estos dulces tenían una apariencia tentadora y sabores dulces al principio , prometiendo  ser agradable para toda persona persona incluso a diabéticos, pero ocultaban un secreto desagradable en su interior.

El pueblo obedeció de mala gana. Hasta que en una festividad, los nuevos dulces causaron malestares. Al probarlos, descubrieron que eran industriales y hasta vomitables, carentes del amor original.

Cada vez que el pueblo mostraba alguna resistencia o comenzaba a cuestionar las políticas impuestas, los gobernantes les ofrecían estos dulces del engaño. Al probarlos, la gente experimentaba un deleite momentáneo, pero pronto descubrían que los dulces se volvían amargos, ácidos y salados. Representaban las promesas vacías y las acciones engañosas del gobierno.

A medida que más y más personas caían en la trampa de los dulces del engaño, la complacencia y la sumisión se fortalecían. El pueblo se encontraba atrapado en un ciclo vicioso, donde el gobierno les ofrecía falsas recompensas para mantener su control sobre ellos.

Indignados, el pueblo exigió una explicación. Fue entonces que los gobernantes revelaron la verdad: los dulces eran suyos. Les pertenecían en cuerpo y alma, pues con ellos lograron someter la voluntad popular.

Comprendieron que detrás de cada prohibición, se escondía la codicia. Que la salud era sólo pretexto para controlarlos a través del paladar. Y que para retomar su libertad, debían recuperar la receta del verdadero manjar prohibido: la dignidad de elegir por sí mismos.

Estos dulces del engaño simbolizaban la manipulación y las artimañas utilizadas por los gobernantes para mantener al pueblo bajo su influencia. Representaban la ilusión de progreso y bienestar, pero en realidad eran instrumentos de opresión y engaño.

En este cuento, los dulces del engaño nos recuerdan que no debemos dejarnos seducir por promesas superficiales y debemos estar atentos a las intenciones ocultas detrás de las acciones de aquellos en el poder.
Nos invita a ser críticos y a buscar la verdad más allá de las apariencias engañosas.

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