Argentina | La miseria planificada

Juan Grabois es un joven abogado y sociólogo argentino, profesor de Teoría del Estado en la Universidad de Buenos Aires; y también político, fundador de un movimiento social, de una confederación de organizaciones sociales y de un partido político.

Por: Miguel Blandino

En las pasadas internas de Unión por la Patria participó como precandidato presidencial para enfrentar a Milei en las elecciones, pero fue derrotado por la correlación peronista-kirchnerista de Cristina, que prefirió a Sergio Massa.

Al parecer Juan es “demasiado izquierdista”, por lo que Cristina F. Kirchner no le dio su total respaldo y, en lugar de ello, esa amalgama indescifrable que son los peronistas y kirchneristas prefirieron lanzar a Massa al que, obviamente, le cayeron todos los dardos mileístas por ser el responsable económico del gobierno de los Fernández Fernández.

A toro pasado cualquiera es profeta. Adelantar que Massa no podía ganarle a Milei, no era ninguna conclusión complicada, más bien estaba súper fácil. Cualquiera que haya tenido en sus manos la conducción estratégica del ministerio de Economía en un país en crisis económica de la profundidad de la Argentina es el menos conveniente. Es como pretender promover a un médico que acaba de sepultar a todos sus pacientes.

Massa llevaba las de perder: viejo político profesional -con más de veinte años siendo parte de las élites-, peronista visible de primera línea, en un país al que han convencido de que lo peor es la actividad política y los peores seres humanos son los que se juntan en los partidos políticos y los “más” peores son los que se dedican a ser políticos profesionales; esos como Massa para los que hasta hay un apodo popular: la casta.

En fin, a Juan Grabois no le queda otro remedio que quedarse casi del todo fuera de los espacios de decisión política. Desde el periodo anterior y con apenas un trio de representantes en la legislatura, fue claro en el gobierno de Fernández – Fernández al decirle “respetuosa y fraternalmente que cuente con nosotros para mantener la unidad y la diversidad ante una oposición destructiva. Pero no cuente con nosotros para apoyar medidas que rechazamos desde el día uno.” De esa manera el Frente Patria Grande dejaba sobre la mesa su posición nítida ante al acuerdo que buscaba el gobierno de Fernández – Fernández en el congreso para negociar con el Fondo Monetario Internacional. No iba a dar sus votos a los Fernández para llevar a Argentina a caer de nuevo en “la trampa de los buenos modales y la amnesia histórica”.

Es que es necesario, imperativamente -si se es izquierda-, no abrazar a los amigos en cualquier movida que ya se sabe que va a empeorar las condiciones de vida de los que siempre pagan los platos rotos. Los que no pueden evadir ni un centavo del IVA y se les descuenta obligatoriamente de su salario -en planilla- el Impuesto Sobre la Renta (ISR) son los únicos que realmente terminan haciéndose cargo de pagar religiosamente las deudas que en su nombre contraen todos los gobernantes, esos descarados que después se largan a disfrutar de las ganancias y que se enriquecen con las comisiones que reciben de parte de las agencias que otorgan los créditos a los Estados.

En El Salvador, por el contrario, el gobernante que a nivel mundial gasta la mayor cantidad de fondos públicos en hacerse publicidad, no ha tenido empacho elevar la deuda a casi el doble, deuda que van a tener que pagar los pobres, sin duda.

Recibió el 1º de junio de 2019 un país endeudado a niveles críticos, con un poco más de 19 mil millones de dólares estadounidenses, y a fines de diciembre de 2023 –en solo 56 meses- esa deuda ya alcanzaba los 32 mil millones de dólares. Y todavía no ha terminado el plazo para el que fue elegido legalmente.

El argumento de bukele puede calificarse de extremadamente ramplón y supino, propio de un ignorante e irresponsable, si uno quiere hacerle el favor siguiéndole el juego y hacerse el tonto creyéndole tarado; ciertamente no es tarado y sí el más hipócrita de todos al decir: “los países desarrollados son los que tienen las mayores deudas”.

Ni siquiera vale la pena perder espacio valioso exponiendo argumentos contra esa falacia para envolver idiotas. Solo diré que precisamente porque son ricos es que todos los ricos tienen con qué pagar y eso justamente les da la libertad de tomar deuda, capitalizar lo que ganan con el dinero ajeno, pagar puntualmente los intereses al tiempo que amortizan la deuda y se mantienen en la Categoría AAA+: la de excelente pagador.

Con bukele, El Salvador ha caído a los niveles bajos de la tabla de países a los que es muy riesgoso prestarles dinero. Moody’s, por ejemplo, decía el pasado 8 de febrero –a cuatro días de las elecciones impuras en las que bukele se reeligió contra la ley- que mantiene la calificación de riesgo de El Salvador en CAA3. Para la agencia calificadora, en ese grupo están aquellos deudores que tienen una terrible condición fiscal, con riesgo de impago muy alto, con necesidad de financiamiento también muy alto, nulo o limitado acceso a los mercados de capitales y una “baja asequibilidad de la deuda”.

La propaganda sin embargo presume de manera permanente que jamás nunca ningún gobierno del pasado que haya hecho lo que bukele. Y, es verdad, no ha habido nunca nadie que aparte de endeudar a los pobres en una enloquecida carrera, lo haya hecho sin mostrar ni una sola obra ni ningún programa o un plan de inversión que indique en qué se ha invertido el dinero. Y, peor todavía, adquiriendo deuda y desapareciendo el dinero al mismo tiempo que aprueba una ley que prohíbe preguntar y explicar públicamente “por razones de seguridad nacional”.

Si es inadmisible adquirir deuda sin razonar ante el Congreso el destino y que no haya rendición de cuentas, peor es que no se vea la inversión ni el gasto que lo justifique.

Todas las obras que el gobierno de bukele inaugura como propias de su gestión ya estaban en fase de ejecución física o tenían los fondos aprobados por las instituciones o los gobiernos que las financiaron, ya sea en calidad de préstamo o como donaciones.

Por ejemplo, ese es el caso de todos los proyectos que se desarrollaban gracias a los fondos que donó a partir de 2006 el gobierno de los Estados Unidos, a través de la Corporación del Reto del Milenio, que comenzó en 2006 con Bush, siguió con los dos periodos de Obama y continuaron ejecutándose ya con Trump e iba a seguir donando recursos para el desarrollo con Biden, pero quedó truncado cuando bukele se negó así sin más a rendir cuentas del dinero que los gringos le habían entregado desde 2020. Resultado: El Salvador fue expulsado vergonzosamente de entre los receptores.

Sin empacho ninguno, empero, bukele anduvo inaugurando los tramos de carretera y los caminos que habían sido construidos anteriormente con el dinero de ese proyecto.

Otro ejemplo: el gobierno de la República Popular China llevó a cabo la donación de infraestructura como parte de un “acuerdo secreto” -de donación de territorio nacional a los chinos- establecido con el gobierno de Salvador Sánchez Cerén, mediante el cual la potencia emergente construiría una biblioteca y un estadio, entre otras cosas.

Con gran pompa bukele inauguró como obra suya el edificio que los chinos hicieron en el Centro Histórico de la capital, que inicialmente iba a ser la biblioteca, pero que hoy es el parque de diversiones más lujoso (apodado irónicamente “biblioteca”) y que desentona con toda la arquitectura histórica del centro capitalino. Como si en México se hiciera el centro comercial más grande del mundo sobre la Plaza de la Constitución.

Lo mismo hizo en una antigua subestación de bombeo de agua que abastecía desde 1993 a la capital y muchos otros municipios del área conurbada, que fue remodelada con financiamiento de Francia, solicitado también por el gobierno de Sánchez Cerén, y que bukele inauguró de nuevo en 2021, cuando le hizo cambio del color y de nombre.

La única obra de los casi cinco años de gobierno de bukele ha sido una cárcel, que es su mayor motivo de orgullo, a la que promete hacerle otra que la supere en tamaño.

En números fríos, la realidad es que del presupuesto que sus diputados le han aprobado a bukele para el periodo 2024-2025, una cuarta parte se destina directamente al pago de la deuda, mientras que un octavo va para el ejército, la policía y las prisiones. O sea que veinticinco centavos de cada dólar va para pagar deuda y otros doce y medio centavos para la represión. Si agregamos el gasto de propaganda resulta que casi cuarenta por ciento no va ni a Salud, Educación, Agricultura, Vivienda de interés social, generación de empleo ni para atracción de inversiones. ¿Cuál es el plan? ¿Es pura ignorancia y estupidez endeudar al país hasta desbaratarlo del todo? Se parece a lo que están haciendo los gringos en Argentina.

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