Con Duarte, aunque no me harte

Miembros del Partido Demócrata Cristiano, primero de pie Hugo Villalta Baldovinos, al centro (sentado) Ing. José Napoleón Duarte, quinto de pie (primer plano) de izquierda a derecha Dr. José Antonio Morales Ehrlich, tercero acurrucado, de izquierda a derecha Ex Canciller de la República Dr. Ricardo Acevedo Peralta.

“La confianza es como un borrador. Se vuelve más y más pequeño después de cada error” (anónimo)

Por: Igor Iván Villalta Sorto*

Después de leer el libro, DUARTE, del Dr. Ricardo Acevedo Peralta, y que ha significado un éxito editorial, que debela el interés por el tema y la aceptación del programa conducido por Julio Villagrán en TVX.

José Napoleón Duarte, un personaje icónico en la vida nacional. En su época de alcalde de San Salvador, luego su exilio en Venezuela y su retorno triunfal a San Salvador, en donde fue recibido por multitudes de salvadoreños que veían con mucha ilusión a la persona que podía sacar al país del atolladero en que se encontraba en la década de los setenta. Después de este apoteósico recibimiento, Duarte regresa a Venezuela.

Duarte era visto por los oligarcas como un peligroso comunista. En esa época hablar de justicia social y democracia era como poner un pie en la tumba. El pensamiento de Duarte era social cristiano, nada que ver con el comunismo, era una persona de derecha progresista. Su discurso se basaba en resaltar sus orígenes humildes, trabajando en el pequeño negocio familiar.

Tras los acontecimientos políticos que se sucintaron en 1979 que conduce al golpe de estado en contra el General Romero, Estados Unidos necesitaba un personaje de gran prestigio internacional para sustentar el genocidio que se cometía en contra la población civil y que justificara el envío de armas al país. Ese personaje era Duarte. Regresa al país en donde el entusiasmo social por su persona era sólo un recuerdo, las clases populares radicalizadas contaban ya con otros personajes a quien seguir.
En este marco de acontecimientos se conforma el famoso pacto de la Democracia Cristiana con la fuerza armada, pacto que no cayó en gracia en los sectores más radicalizados que propugnaban por la lucha armada y en los sectores progresistas y democráticos del país. Duarte pasa a encabezar la Junta Revolucionaria de Gobierno como presidente. Luego sería electo presidente de la república con candidatos de la derecha hasta la ultra derecha.

En el libro de Acevedo Peralta, podemos encontrar datos interesantes como cuando es enviado a la población de Tenancingo, zona controlada por la guerrilla en el departamento de Cuscatlán, con el fin de recibir a la hija de Duarte, María Inés, prisionera de la guerrilla. Al ingresar al lugar, los recibieron un grupo de guerrilleros, de acuerdo a la narrativa de Acevedo Peralta, “en actitud hostil y beligerante”.

Lo acompañaba el SJ Ignacio Ellacuria, y le dijo: lo noto nervioso “no tenga miedo canciller, de aquí en adelante nadie podrá hacerle daño mientras yo este con usted. En esa época ser funcionario público de alto nivel significaba tener agallas. Estábamos en guerra y la vida de todos los salvadoreños corría peligro, independientemente del rol social que jugaras, era una guerra generalizada en todo el país, en donde nadie estaba vacunado contra la violencia de los grupos en contienda.

Las giras que realizaba la comitiva presidencial en América y Europa no estuvo exenta de airadas críticas y de activistas políticos de oposición que condenaban el genocidio que se estaba practicando en El Salvador. Reclamaban a Duarte ser partícipe de dichos actos. Acevedo Peralta los califica a los manifestantes como Hippies y vagos.

En el libro se describe a Duarte como un gran demócrata, con un pensamiento claro y prístino, pero no te puedes apartar del mundo que te rodea, como que todos los crimines que cometían los escuadrones de la muerte eran ajenos a ti, como que todas las masacres que cometía la Fuerza Armada no era asunto tuyo. En una oportunidad un periodista le cuestionó sobre los desaparecidos por razones políticas y Duarte con mucha simpleza respondió que a todos los habían matado. Bueno, pero ¿quién los mató?

En su visita a la Casa Blanca. Acevedo Peralta hace énfasis en que ha sido el único presidente del país agasajado por Los Estados Unidos de América. En este evento Duarte rompe el protocolo, ante las reacciones de incredulidad y asombro de los participantes, dirigiéndose al lugar en donde se encontraba la bandera de los Estados Unidos procediendo a besarla.

Este acto, descrito en el libro como algo casi sublime que despertó aplausos y aceptación de los participantes, se describe como un acto de humildad. En nuestro país fue criticado duramente, no sólo por las organizaciones guerrilleras, democráticas y progresistas, sino también por la misma oligarquía y la burguesía.

En conclusión podemos ver como los individuos que han alcanzado el poder con formas populistas, demagogias y mesiánicas, no han concluido bien. Los partidos políticos o personas que han alcanzado el más alto cargo deben de hacer mucha reflexión sobre lo efímero del poder, que no basta con tener el apoyo del poder más grande del planeta, que así como subiste puedes bajar.

El poder no es como la solidaridad o el amor, que mientras más lo uses más se multiplica, el poder con el uso se desgasta y extingue.

*Biólogo investigador

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