En la proximidad con estos animales domésticos creamos con ello un vínculo de amistad que nos condiciona emocionalmente a desconocer en el gato, perro, mono… su animalidad suplantándola con algo de nuestra humanidad; activándose culturalmente otro tipo de cosificación más fina: me sirvo de la mascota no como lo haría con una vaca que suministra leche, sino que me valgo de ella como dispensadora de otro tipo de servicios para necesidades más personales o intimas como el afecto, la compañía, el juego… a una gallina, por mucho que la domestique, la apreciare por lo comestible que me resulta ella o sus huevos.
Por: Fabian Acosta Rico
Para muchos la compañía de las mascotas incluso resulta terapéutica; es grande y gratificante el amor que logran transmitirnos; cómo no encariñarse de ellos y crear con el trato cotidiano cierto vínculo afectivo que conlleva el sentirlos e integrarlos a nuestra familia. Muchas mascotas de las denominadas «perrijos» y «gatijos» ya son considerados por muchos como parte de sus familias.
Hay parejas que han acoplado su sentir y pensar al discurso dictado por una postmodernidad, pesimista y misántropa, que les insiste a los jóvenes casaderos que reproducirse es malo y que hay que tomar decisiones y emprender esfuerzos para frenar la proliferación de esta plaga llamada humanidad; por el bien del planeta y la naturaleza no hay que engendrar, siendo lo más indicado y la mejor de las alternativas para suplir o mejor dicho paliar la necesidad de criar un ser vivo el hacerse cargo de una mascota.
Consecuentes con estos nuevos estilos de vida, como los de estas familias transespecies, naciones como Colombia, España y Brasil están adecuando sus leyes para darles el reconocimiento de integrantes de la familia a las mascotas. No sé me mal interprete, sin duda es un avance sustancial que los animales de compañía tengan un trato especial, aunque sea desde la óptica de nuestro particular interés y predilección siendo que los llegamos querer intensamente y creamos con ellos vínculos e historias de vida. Dentro de la vasta gama de seres vivos son nuestros consentidos. Lo idóneo sería que tuviéramos iguales diferencias con las bestias salvajes y que fuéramos también compasivos con el considerable número de especies que reservamos para nuestro consumo y servicio.
Pero como es tendencia de nuestra postmodernidad, que propende a radicalizar todo en su afán de deconstruir cualquier postura o idea, resulta probable que en un futuro no falte algún amante de los animales que exija, ante las leyes, que él y sus mascotas sean calificados como una familia, siguiendo estos nuevos parámetros antiespecistas que elevan la condición ontológica de los seres irracionales a la dignidad de persona no humana.
En México las familias multiespecie son una realidad; el poder judicial mexicano reconoce a los animales como seres sintientes entiéndase que siente y que, por tanto, gozan de derechos que pueden ser exigidos por las vías jurisdiccionales. Fue el 2 de marzo del 2023 cuando el Décimo primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito emitió la sentencia de la Magistrada Paula García Villegas que reconocía, jurídicamente, la existencia de familias multiespecie en la consideración de responder a una demanda que resuena en el mundo jurídico respecto al papel que juegan los animales en la familia en este siglo XXI.
Que solo está nuestro individuo postmoderno, necesitado de afecto, que ya no puede recibirlo de sus iguales y ahora lo busca con toda la formalidad con los animales y quizás, próximamente, con las máquinas; no creo que esta atomización y cerco de la persona sea lo deseable y que debamos llamarlo progreso… ¿No es preferible envejecer con un ser querido y siendo visitado por hijos y nietos que estar sepultando, cada diez o quince años, un gato o perro para luego renovarlos por nuevas mascotas a las que tengas que enseñar a quererte y obedecerte?
*Universidad del Valle de Atemajac campus Guadalajara – México
