La casa mágica

Fotografía tomada en el cantón Palo Grande, en el municipio de Suchitoto,al fondo se observa el lago Suchitlán. De izquierda a derecha Silvestre, y Eduardo (El Blaky), marzo de 1984.

En el campo de lo paranormal, tan solo  la discusión de los hechos y las percepciones puede ser algo que de acuerdo a nuestra formación ya sea científica o religiosa le encontremos las tan necesarias reflexiones o explicaciones.

Por: Igor Iván Villalta Sorto*

Mi formación en este marco de acontecimientos es materialista científica, por tanto a todo le buscamos una explicación racional y critica. El problema es cuando te enfrentas a fenómenos a los cuales no encuentras explicación racional.

Para entrar en materia nos remontaremos a los años de guerra en El Salvador. corríamos el año 1983, me encontraba en el Frente Nor Oriental Francisco Sánchez. La psicología de guerra requiere de siempre estar en máxima alerta, conducirse a la defensiva y estar listo en todo momento para la huida o  la respuesta.

Para cuando ocupamos “la casa mágica” llamada así en mi libro Varilla Negra, ya tenía un año de estar en la montaña, no completamente adaptado pero con mejores habilidades que cuando llegué al lugar. Pertenecía al colectivo de prensa y propaganda conducido por Silvestre, formando dupla con El Negro Eduardo, de formación militar y periodística. A mis compañeros de colectivo les gustaba mucho  conseguir cususa (licor de maíz) y cuando se podía cerveza.

Por tanto buscaban casas alejadas del mundanal ruido de los campamentos, lo más aislado que se pudiese para producir debate y desasosiego etílico. Escogieron una casa que más aislada no podía estar. Por las noches sólo se escuchaba el ruido de la quebrada que corría cercana, cuando ibas a traer agua tus historias de infancia te invadían, esperabas ver a la Siguanaba o Siguanpera (Mujer desquiciada de la mitología cuscatleca)  con sus grandes chiches lavándolas en las piedras del rio.

En una noche de luna llena, salí de la casa a la letrina al aíre libre, me encontraba cerca de un cerco de piedra, cuando subido en el cerco me observaba un perro que parecía aguacatero (nativo de la zona) pero su mirada era imponente y amenazante. Inmediatamente me sentí vulnerado en mi espacio, el animal se bajó  a una milpa reseca por el sol. Se escuchaba como que buscaba algo en la tierra, rascaba.

Pensé en mi fusil que estaba en la casa como a unos cien metros, tomé la vereda hacia la casa cuando escucho que todos las matas de maíz se agitaban al unísono, en ese momento una corriente fría corrió por mi columna hasta llegar a la cabeza que se sintió grande, producto de la invasión de adrenalina que recorrió todo mi cuerpo.

Al llegar a la casa, como que regresé de un camino largo y tortuoso, en donde las percepciones de espacio y tiempo son diferentes que en situaciones normales. Nos visitaba Lupe, encargado de abastos, campesino nativo de la zona ya bastante mayor. Y les comenté la experiencia que acababa de vivir. Para Lupe no existía otra respuesta más que había sido asustado por El Cadejo (animal mítico en la cultura popular salvadoreña).

Ya racionalizando los hechos, podría pensar que el perro, no era tal, que se trataba de un coyote Alfa, que no me atacó debido a que no estaba invadiendo su territorio, que eran ellos los que invadían el mío, además de eso que estos animales se mueven en jauría, de seguro que habían más y me encontraba en medio de ellos. A lo que nunca le he podido encontrar explicación lógica es al movimiento de las matas resecas de maíz ¿como se movieron todas  al unísono?

Además de la percepción y sensación de enfrentarme a un fenómeno paranormal. En la guerra tuve muchos sustos y la sensación del presentimiento que me quedaban minutos de vida, pero nunca enfrente un susto tan grande como el que les acabo de describir.

En otra oportunidad me encontraba de regreso a la casa, después de tomarme un baño,  a mi paso me encuentro con una mazacuata (Boa constrictor) la serpiente más grande que he visto en libertad en mi vida, debe tomarse en cuenta que el lugar estaba plagado de serpientes. Por tanto debía ser de buenas dimensiones para entrar en pánico.

No sé cuándo boté los instrumentos de baño y dirigí el fusil a la cabeza de aquel animal, que con su lengua bífida recogía mis aromas. El animal impávido ante mis desplantes de violencia, me comunicó paz y tranquilidad, como diciéndome, tranquilo no puedo hacerte nada, sólo busco alimento entre las rocas. El animal me transmitió con un gesto de ternura y desenfado sus ansias de vida. Bajé el fusil y ambos seguimos nuestros caminos como si nada había sucedido.

En una tarde me encontraba en una cama de pita y el Seco Alfredo, Alex y Silvestre se encontraban conversando. De repente mi cuerpo comenzó a elevarse y llegó hasta el techo, podía verlos y escuchar lo que conversaban, luego baje nuevamente a mi cuerpo físico.

Al comentarle a Silvestre me dijo que ese era mi “cuerpo astral” que se había desdoblado. Este fenómeno se ha estudiado mucho como un disturbio del sueño. Los sacerdotes y practicantes de las medicinas ancestrales lo utilizan en los llamados “viajes astrales” para lograr mejores niveles de meditación.

*Biólogo investigador

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