Secularización y religiosidades. Nuevas perspectivas de los creyentes

El concepto de secularización se ha impuesto en los estudios científicos de las religiones. Terminada la II Guerra Mundial, las iglesias europeas se encontraron con una fuerte disminución de la asistencia a los templos.

Por: Elio Masferrer Kan*

Los jerarcas religiosos convocaron a los sociólogos vinculados s sus iglesias y llegaron a la conclusión de que existía un abandono de las creencias religiosas y que íbamos a un ciclo de increencia generalizado. El paradigma de la secularización y abandono de las creencias religiosas se extendió a los países de América Latina.

Lo que nunca explicaban era la mayoría de los que se iban del catolicismo se convertían al protestantismo y sus variantes locales, particularmente el pentecostalismo, mucho más exigentes en materia de fe y prácticas religiosas. A diferencia de los europeos, los conversos pasaban a llamarse “cristianos” y rechazaban practicar una “religión”, con lo que calificaban al sacramentalismo “vacío” de los católicos y afirmaban simplemente ser “creyentes”

Muchos académicos latinoamericanos, formados en los países del Primer Mundo y con posiciones de poder en la vida académica, impulsaron e impusieron el paradigma de la secularización. Si alguien quería publicar debía ceñirse a los criterios definidos por los zares institucionales. El primer problema que tenía el paradigma de la secularización era que término implica la actualización al Siglo (o a los Nuevos Tiempos) y no necesariamente el abandono de las creencias.

Los sociólogos no tomaron en cuenta que la II Guerra Mundial implicó la muerte de alrededor de 50 millones de personas y el bombardeo masivo de las ciudades lo que significó la destrucción de infraestructura básica, más el exterminio deliberado de población civil por su origen étnico, nacional o religioso. Lo cual involucró a muchos lideres religiosos en las masacres de civiles no combatientes; los especialistas no tomaban en cuenta el comportamiento del liderazgo religioso en la Guerra, avalando y bendiciendo las armas de destrucción masiva o negociando su silencio ante el Holocausto. La pregunta que los teólogos y religiosos no supieren responder era “dónde estaba Dios” en esos días.

Terminada la pandemia del Covid19 estamos en una nueva disyuntiva y nuevamente los jerarcas religiosos se preguntan por la disminución de la asistencia de los feligreses a los templos. Tratan de relacionarlo con una disminución de la creencia en las nuevas generaciones y la institucionalización de la increencia, el relativismo ético y moral, aplicando los resultados de los estudios de Estados Unidos, donde según Pew Research Center, el 30% de los menores de 30 años “no tienen nada que decir en materia religiosa”. Nada más equivocado, pues nuevamente omiten la diversidad y complejidad cultural de nuestros países, pueblos, sociedades y culturas.

Durante el encierro y aislamiento motivado por la pandemia pasaron muchas cosas en la vida de las personas, parientes cercanos y amigos que fallecieron en forma repentina y en “la flor de la vida”. Pudimos y sufrimos la explotación despiadada de las farmacéuticas del dolor humano, vivimos actos de solidaridad y altruismo que nos pusieron en contacto con lo mejor de muchos amigos, vecinos y desconocidos quienes generosamente pusieron “el hombro” en circunstancias tan dramáticas.

La pandemia nos obligó a encerrarnos y reflexionar sobre muchas cuestiones existenciales, nos puso frente a situaciones inéditas y los creyentes tuvieron tiempo de reflexionar sobre la profundidad de sus propias creencias. La propuesta de un diálogo personal y directo con Dios se hizo realidad: muchos encontraron en las redes sociales y los sistemas digitales y virtuales nuevas formas de expresión y de alimentación de sus vivencias espirituales.

Conocieron otros sacerdotes, pastores, predicadores o simplemente personas de (o con) fe con quienes tenían muchas cosas en común, se abrieron las fronteras y dimensiones de los templos, a la vez que cada quien en su aislamiento se reivindicaba como un nuevo espacio de lo sagrado. El desafío para los pastores, sacerdotes, religiosas y religiosos, y para sus instituciones, consiste en el conocimiento, ponderación y respeto de las nuevas formas de expresión de sus feligreses, en ello va la continuidad de sus proyectos institucionales y personales. “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.

*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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