Recordando a Chano Guevara

Marco Antonio Landaverde, El mítico comandante Chano Guevara. Como comandante de campo no era nada conocido en el ambiente mediático de finales de la década de los setenta e inicios de los ochenta.

Por: Igor Iván Villalta Sorto*

Como  recién incorporado a las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN-RN) y huyendo de la persecución sistemática de los Escuadrones de la muerte en la capital, se determinó que lo mejor era pasar una temporada en el campamento de Varilla Negra en  Morazán.

En ese momento desconocía que la RN tuviese fuerzas en Morazán, ya que se trataba del bastión principal de mi organización anterior. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) mucho menos sabia de la existencia del comandante Chano.

Ya en los territorios controlados por la guerrilla, me encontraba bajo protección de las bases civiles en el norte de la Unión, precisamente en el cantón Calpules, cuando aparece en la puerta un compa con la cara desfigurada y con grandes dificultades para articular palabra, de ojos claros y  mirada triste.

Limpiándose la saliva de la barbilla, con un pañuelo, me dice: ¡te cayeron los orejas! en ese momento me consideraba fuera de todo y el lugar tan recóndito, me sentía seguro, por tanto no podía comprender lo que el compa decía, se sonrió un poco y me cuestionó: ¿cómo te sentís? nos vamos mañana o caminamos al campamento ahora.

Vámonos ya, respondí. Había pasado una noche terrible, me ofrecieron una hamaca  que hervía de telepates, habían hecho un festín con mi sangre. El compa correo, de seudónimo Cesar. La deformación en el rostro era producto de una bala de G3 en un combate en la cercanías de San Miguel.

La pregunta de rigor: Quienes dirigían el campamento: El comandante Chano, la segunda al mando es la compa Luisa, el operativo Moncho y el encargado político es Quincho. Los otros compas sólo me habían hablado de Luisa, simulando su forma de hablar.

Nuestro seseo y silbido al hablar les llamaba la atención. La mayoría eran de extracción campesina. Que remarcaban fuertemente la Jota, para el caso “puta” se convertía en “jjjutta mano”.

Al llegar al campamento me recibieron los comandantes, a excepción de Chano, que se encontraba en la clínica. Al ingresar al recinto, Chano se encontraba degustando un rico plato de frijoles con tortillas tostadas, al verme no se inmutó, siguió en su menester, Cesar se cuadró (saludo militar) y rindió informe de la misión encomendada.

Para mí todo aquello era nuevo, tuve que contener la risa que me provocaba la escena. Como que no había caído en cuenta que me encontraba ingresando a un ejército, en donde existía disciplina militar, que tenía estructura de mandos y por supuesto reglas que debían cumplirse.

Necesariamente yo esperaba un recibimiento más afectivo y cálido, pero la naturaleza de Chano era hasta cierto punto tímida.

Al pasar el tiempo me encontraba comiendo una tortilla negra de maicillo, las orillas duras no las comía botándolas. El Pizardilla,  un correo de apenas  doce años, me llama la atención.

Mire compa no haga eso, hay muchos compas que desean esos tucos (pedazos) de tortilla que usted bota, luego me relató una historia:  Los fundadores del campamento fueron Chano Guevara y Sergio Hernández. Después de las invasiones los compas dejaban los fusiles colgados en los árboles, Chano llegaba y los recogía, los escondía para convencer a más campesinos que los tomaran, la comida era escasa, muy escasa.

Muchos, como usted botaban las orillas de las tortillas y Chano las recogía y las comía.  No tenía forma de saber si eso era una cierto, o simplemente se trataba de un mito que se entreteje cuando los personajes son admiradas por su entrega y sacrificio.

De izquierda a derecha: Chano, Ferman Cienfuegos (Eduardo Sancho), Jerry (Rene Luarca) y Walter Funes.

Miguel Hernández Arias (médico internacionalista mexicano) lo describe de la siguiente manera: “Nos agradaba su trato sencillo y que siempre tenía tiempo para platicar, para convivir. Tenía una rara habilidad para contar mal los chistes, los hacía muy largos interrumpiendo a cada rato para reírse, mientras los demás estábamos serios, algunos se dormían con sus chistes”**.

A pesar de haber sido entrenado, en guerra de guerrillas, en diferentes países. Chano era un militar nato, para documentar todas las acciones de organización y de lucha en las que participó, hacen falta uno o varios libros. Militarmente, considero que era un gran estratega. Su especialidad los golpes de mano, era increíble la planeación para  aniquilar posiciones enemigas, muchas veces sorprendiendo a los soldados dormidos.

Tenía la capacidad, que no se enseña en ninguna parte, la capacidad de ser intuitivo y asertivo en sus acciones.

Otra de sus virtudes era el ser muy buen escucha, además de su empatía por el ser humano, fue un atributo que le hizo crecer como líder. Él conversaba con todo mundo al cabo de buscar entendimientos hasta con los militares, antes que se declarara la guerra propiamente dicha.

Los veteranos de guerra tenemos mucho que agradecerle a Chano, porque no olvido a sus compañeros de lucha. En las últimas reuniones que sostuvimos en el local que lleva su nombre, siempre buscando como reinventarse en una sociedad extraña a la guerra.

*Biólogo investigador

**Miguel Hernández Arias, 2006. Fénix, Cenizas de una operación estadounidense que no renació. Centro de documentación de los Movimientos Armados. WWW.CEDEMA.ORG.http://www.cedema.org/uploads/FENIX.pdf

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