¿Qué está pasando dentro de las cárceles en El Salvador? Un análisis copro histórico

El padre Ignacio Ellacuría hablaba del análisis copro-histórico de nuestra civilización, es decir, el estudio de lo que él denomina las heces de la civilización, dicho de otro modo: la contradicción moral o el fallo moral más fétido que muestra la esencia de un régimen histórico.

Por: Jorge Vinueza

De tal forma que un análisis de este tipo, al analizar al régimen nazi o stalinista empezaría por los campos de concentración o las purgas, respectivamente, para demostrar mediante estas atrocidades qué tipo de totalitarismo encarnaban, uno eugenésico u otro doctrinario.

Así cada régimen político se conoce por su contradicción moral más notoria. En El Salvador, el régimen de Nayib Bukele tiene su vergüenza más grande, su contradicción notoria más evidente y su sombra eterna en las cárceles salvadoreñas.

Izalco y Mariona son los señalados como los penales en donde se están cometiendo, al mismo momento de escribir estas líneas, casos de torturas, humillaciones, maltratos, abusos sexuales y hasta asesinatos, con la complacencia o la comisión directa del Estado salvadoreño.

Todo esto fue revelado en el último informe de la Organización pro Derechos Humanos, Cristosal, que detalla, con base a entrevistas, dictámenes médicos, judiciales, fotos, videos, y mucha otra documentación citada dentro del informe, la violación sistemática a los derechos humanos dentro de las cárceles salvadoreñas.

Según otra organización de derechos humanos que también está asistiendo a víctimas inocentes del Régimen de Excepción, Socorro Jurídico, hay por lo menos 20 mil salvadoreños detenidos injustamente.

Y aún si aceptáramos el argumento del margen de error defendido por el oficialismo, iniciado por el vicepresidente, Félix Ulloa, esto se viene abajo por dos realidades que la contradicen de forma contundente: la primera es la bienvenida que les dan los custodios, registrada de forma sistemática por varios reportes periodísticos, que cuestiona el descargo de responsabilidad de las autoridades primarias y, en segundo lugar y más contundente y cargada de responsabilidad que la primera de las jefaturas es la decisión de mezclar pandilleros investigados y condenados que ya estaban dentro de las cárceles con la gran masa de personas, sean pandilleros o los del margen de error, y permitir de esta manera la violación sistemática de derechos aún dentro de las celdas.

Precisamente porque las autoridades asumían este margen de error, ¿no era lógico mantener separados a pandilleros investigados y condenados separados de los supuestos pandilleros del régimen mientras se les investiga por la Fiscalía General? Esta decisión es la que responsabiliza a los verdaderos tomadores de decisión de la muerte y torturas de al menos 20 mil personas inocentes.

En este sentido, el análisis copro-histórico propuesto al principio ahora nos ha arrojado un sujeto histórico, un mecanismo y víctimas que ya están buscando justicia. Retomando los ejemplos históricos, algunos afirman el conocimiento generalizado del pueblo alemán al respecto de los campos de concentración y aunque no podamos afirmarlo ni negarlo, lo que sí podemos comprobar es la complacencia y hasta justificación del pueblo salvadoreño a las violaciones a los derechos humanos dentro de las cárceles.

Las explicaciones de esta conducta oscilan entre la falta de educación y la desesperación por una solución al problema de la delincuencia organizada; aun aceptando ambas, lo que no podés negar es la tradición cristiana presuntamente defendida por la mayoría de salvadoreños que afirma la necesidad de preocuparse por el preso, no sólo por mandato ético, sino también porque sus principales figuras han sufrida la misma injusticia de cárcel o más. Mediante el análisis copro-histórico sabemos qué pasa en las cárceles salvadoreñas, ahora nos toca responder, ¿qué debería hacer un pueblo cristiano al respecto?

 

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