Por Julián Varsavsky

–Qatar, EAU, Bahréin y Kuwait son parte del mundo arábigo con un mismo modelo político. Fueron la periferia del imperio otomano hasta su caída en 1922. Eran tierras de tribus nómadas organizadas alrededor de los pozos de agua, para las cuales la idea de un límite fronterizo carecía de sentido.

–En la costa oeste del golfo pérsico esos pueblos se sedentarizaron del todo en el siglo XIX, milenios más tarde que la mayoría de la población mundial: la geografía imponía la migración llevando rebaños de cabras y camellos. No debería sorprender que la cosmovisión del desierto esté presente en la cotidianeidad.

–Entrado el siglo XX seguía habiendo nómadas. La absoluta sedentarización fue hace poco. Había tribus que preferían seguir moviéndose entre Arabia Saudita, Kuwait, Bahréin y Qatar. Por eso, al crearse los Estados a comienzos de los ’70 hubo tribus enteras a las que se les dio doble ciudadanía. Este concepto de nacionalidad ligado al Estado no significaba nada para ellos: la pertenencia era a la tribu. Muchos eran originarios de Arabia, pero en invierno venían a la costa y tuvieron que definir a qué nación pertenecer. La tribu de los Al Thani gobierna Qatar y vino de Arabia: en el siglo XVIII desalojaron a los que tenían el poder. Qatar se creó en 1971 al independizarse de Reino Unido. Muchos cataríes y saudíes se sienten beduinos; es más simbólico que real, se llevan una casa rodante enorme y hacen vida de desierto cada tanto.

–Son pueblos nómades que hasta antes de ayer vivían en tiendas y hoy crearon megalópolis a la vanguardia de la arquitectura mundial.

–La cultura del camello es muy fuerte. Muchísimos qataríes los tienen con empleados inmigrantes que los llevan a pastar a Arabia, la ruta que hicieron por milenios: hoy es por costumbre. Cuando Qatar fue bloqueada por sus vecinos por un conflicto en 2017, muchos camellos quedaron varados: no los dejaron cruzar la frontera con Arabia y centenares murieron de sed.

–En Qatar hay un capitalismo de Estado de carácter tribal.

–No solo acá: en todo el golfo. No hay una división entre familia real y Estado; son estados patrimoniales donde el dinero estatal es de la familia que gobierna, la cual decide qué se hace con esos recursos y cómo se distribuyen.

–¿Cuál es la ecuación del status quo?

–El emir debe garantizar que toda la población nativa se beneficie, que las tribus estén satisfechas. Pero esto será en relación a la importancia o jerarquía cada una, recibiendo una cuota importante de los beneficios del petróleo y el gas, aunque de manera un poco diferenciada. No les dan dinero: les entregan negocios. A la familia “X” se le da un terreno para un desarrollo inmobiliario. A familia “Y” le dan la exclusividad en cierto rubro de construcción o comercio. Así todos ganan y tienen su parcela propia, sin pisarse entre ellos. El que vende camionetas Toyota, monopoliza la importación; a una familia le dan los autos Chevrolet y a otra los Ford. Las marcas son las que compiten, pero las familias no lo hacen entre sí por ver cuál vende más Toyotas: el sistema garantiza que esto no suceda, en favor de la armonía. Toda empresa extranjera debe tener un socio local. Quien recibió del Estado la marca Carrefour, la tendrá de por vida.

–No es un capitalismo liberal basado en la libre competencia.

–La prioridad es que el poder económico se reparta con parámetros tribales de ecuanimidad, no igualitaria, sino en proporción a la jerarquía y cantidad de miembros de cada tribu. Perder o quebrar es muy difícil en este sistema económico único en el mundo. A los cataríes les es muy seguro hacer negocios: tienen al Estado detrás amparándolos. Incluso los ministerios se reparten con ese criterio. Lo mismo en el Consejo de la Shura –una legislatura– donde no hay representantes de partidos sino de cada tribu, repitiendo las proporciones anteriores. Todas deben tener su cuota de poder y beneficio del Estado. Así el emir se garantiza que no haya grupos insatisfechos y amenazas a la unidad. Todos tratan de velar que las cosas se mantengan siempre, más o menos igual. Y que ningún grupo sobresalga más allá de lo que le corresponde. Es un capitalismo de Estado organizado desde la cima de la pirámide social. Y no hay entre ellos una percepción de que esto pueda ser corrupción: todos aceptan ese sistema de distribución del poder y la riqueza porque los beneficia.

–La economía actual debe ser similar en su organización a lo que fue la economía beduina.

–Muy probablemente. Así se manejaba el jeque de una tribu para garantizar la cohesión y seguridad. Si no garantizaba esto, se deslegitimaba ante los jefes de familia y lo podían cambiar. Pero con la sedentarización hubo un cambio político: se instituyó un Estado hereditario en manos de los Al Thani. El eje de esa legitimidad es mantener a todos contentos, algo que funciona muy bien. En el paso de una sociedad tradicional a otra moderna, hubo cambios. Se mantiene el orgullo beduino, pero hay reglas nuevas como ser leales al emir que les otorgó la ciudadanía.

–En China hay un capitalismo de Estado con características chinas. En Qatar también, pero arábigo. Es casi un modelo de producción propio de carácter tribal, cruzado por la posmodernidad.

–El capitalismo chino orienta el mercado desde el Estado, sin carácter tribal: el PCCH dice “este empresario puede ser bueno para tal industria y lo impulsamos”. Pero hay una diferencia: en China se beneficia básicamente una elite vinculada al partido. Esto no es algo que pueda garantizar un apoyo popular masivo. En Qatar el 99 por ciento de la población qatarí está satisfecha; en China me imagino que no. Qatar tiene 350.000 habitantes locales y 2,5 millones de inmigrantes con derechos diferenciados. Para los qataríes, el Estado de bienestar está muy desarrollado; el emir puede garantizarles eso a todas las tribus.

–¿Cómo se define una tribu? ¿Es un apellido?

–Es ambiguo. Cada una tiene un origen antiguo común, en teoría. Algunas se unieron entre ellas hace 200 o 300 años por supervivencia. En esa confederación mantenían su singularidad como tribu, pero se unificaban bajo un apellido. Al Mohannadi es uno muy común, pero no es una familia toda con misma sangre: hay ramas dentro de ellos. Hubo familias nómadas muy grandes que viajaban con tribus menores y las terminaron absorbiendo. Hay una parte de la constitución de la tribu que es por herencia sanguínea y otra por absorción. Lo mismo que los esclavos que hubo: han vivido por generaciones en una tribu y al liberarse, adquirieron ese apellido quedando bajo su protección. Pero son percibidos como distintos. Es más un lazo de solidaridad relacionado con la sangre, pero no siempre. Si no había recursos, pertenecer a la tribu era mucho más importante que tener un DNI. Al aparecer los Estados, comenzaron las peleas por ver quién es más catarí: esto representa más cercanía al poder y posibilidad de negocios.

–Han esencializado la cultura: le pusieron fecha y lugar, una idea de pureza que choca con la realidad.

–Alguien puede decir: “Sos de la tribu “X” pero tu origen es esclavo. O sino: “sos de origen iraní o saudí”, o sea menos catarí. Esas disputas surgieron cuando lo importante ya no fue la protección ante una sequía o la muerte de los camellos. Ahora se juegan los recursos que da el Estado. La fuente de seguridad ya es el jefe del Estado: lo que se dirime es la cercanía con la familia real. Esto se notó en las elecciones parlamentarias de 2021. Se debatió quiénes eran más cataríes. A muchos de la tribu Al Marri no los dejaron votar por no entrar en la definición de “qatarí con plenos derechos políticos” refrendada en la Constitución de 2003. Hubo protestas callejeras con gente presa y condenada. Los Al Marri son la tribu más grande de la Península Arábiga, la mayoría viviendo en Arabia Saudí, algunos con doble ciudadanía. Su lealtad al Estado a veces es cuestionada. Los Al Khalifa sí eran de acá, pero se pelearon con otra tribu y se fueron a Bahréin. No hay nadie aquí que pueda decir que está desde el neolítico. Se considera que tal o cual familia llegó de Irán. Pero no es lo mismo si vino en 1970, en el siglo XIX o el XV. En el pasado, el golfo no dividía nada: unía. Los pueblos costeros eran negociantes y comerciaban. No había gran diferencia entre los del sur de Irán y los del norte de península arábiga. En el sur de Irán hay muchos árabes y en Qatar y Bahréin, hay cantidad de personas de origen persa y chiita. Hay muchos con generaciones viviendo acá que son de origen iraní, cuyos abuelos en 1971 rechazaron obtener la nacionalidad catarí: “de qué me sirve el pasaporte de un país que acaba de crearse; prefiero el iraní, ahí está el Sha que es rico”. Esa persona definió su vida y la de sus descendientes: no pueden adquirir la ciudadanía; son iraníes que van la embajada a renovar DNI y pasaporte. Pero son cultural, étnica y religiosamente cataríes. No tienen nada que ver con Irán y no hablan persa: quedan afuera del Estado de bienestar.

–¿Cómo son las diferencias de clase entre ciudadanos qataríes?

–En las elecciones de 2021 quedó claro que hay varias capas de ciudadanos: de primera, segunda, tercera y cuarta, como me comentó un Al Marri. Muchos que pensaban que eran de primera, terminaron siéndolo de segunda o tercera: no pudieron votar al no pertenecer al grupo “originario”; se argumenta que sus abuelos no eran cataríes y se los notificaron por mensaje de texto.

–¿Por qué no se publican resultados electorales?

–No les interesa. Y nadie lo ha reclamado. Votaron un parlamento pero el recuento no se sabe, sólo el nombre de los ganadores. Muy poco trascendió en la prensa y es difícil saberlo vox populi: les preguntás a la gente que sabe y no te lo dicen.

–¿Hay un acuerdo de perfil bajo para cuidar la armonía?

–Sí. El honor es muy importante en el mundo tribal, gran parte de su forma de actuar tiene que ver con esto. Hay que evitar avergonzar al otro. Si alguien rompía las restricciones por el covid se publicaba su nombre que revelaba la tribu, la cual se avergonzaba. Nombraron a varias y gente con esos apellidos empezó a quejarse: “¿por qué nos citan a nosotros? ¿Acaso las otras no cometen faltas? Dejaron de publicar los nombres para no ofender. El acto de un individuo afecta a su familia y tribu. Cuando un ministro Al Emadi fue encarcelado, toda su familia quedó marcada. Tengo un amigo Al Emadi que perdió clientes por esa razón, aunque no tuvo nada que ver.

–Son conductas tribales, formas de autorregulación social. Las elecciones siguen esa lógica.

–Sí, es la explicación oficial: “los que pierden se pueden ofender”. Un mal resultado demostraría que no los votó ni su familia: “como Estado no podemos contribuir al escarnio general”.

–Desde nuestra perspectiva es insólito; desde la de ellos, es lógico.

–Yo a veces les planteo al debatir: ¿para qué deciden implementar reglas del juego que son del mundo liberal democrático occidental, si después las cambian? Su narrativa habla de insertarse en la globalidad y modernizar el país, pero mantener estas cosas es un poco contradictorio.

–No creo que lo puedan ver contradictorio. Organizaron un Mundial de Fútbol diciendo “queremos abrirnos al mundo”. Pero al abrir la ventana, pusieron un mosquitero. Eligen qué dejar entrar. Se los ve orgullosos de su cultura y toman instituciones occidentales para no sentirse tan raros. Quizá esas elecciones sean mera formalidad.

–Totalmente. Yo lo debato con mis alumnos cataríes. Se quejan si se dice “esto no es una democracia”. Pero si uno toma los indicadores de una democracia liberal con división de poderes, esta no lo es.

–La democracia es un sistema de valores y gobierno que no encaja con la cultura de la región. No pueden concebirlo a la manera occidental. Es problemático también pretender universalizarla. ¿Están obligados a tomar el paquete completo?

–Claro que no.

–No hay partidos políticos

–Están prohibidos en todo el golfo, salvo Bahréin.

–¿Qué votan?

–Cuando se escribió la ley electoral, se definió que las circunscripciones serían de origen tribal: votan representantes tribales. Los miembros de una tribu solo pueden votar dentro de la misma. Y los que eligen a los candidatos, en líneas generales, son los jeques de cada tribu.

–La tribu figura en el DNI

–Los apellidos se van acumulando y el último define la tribu. Pero no todos lo usan; es según la conveniencia: porque es lo que te define. Todo el mundo sabe a qué tribu pertenece. Los que tienen el mismo apellido, votan sus representantes al Consejo de la Shura. Los llaman distritos virtuales: la gente no vota donde vive, sino en el lugar que residió su tribu tradicionalmente.

–¡Qué interesante!

–Hubo gente a la que no le gustó dónde le tocaba votar: iba contra lo que ellos consideraban su historia. El distrito Najada se supone que fue habitado por los que vinieron de Arabia Saudí, del Najd. Ser najdi implica ser reconocido como originario saudí. Para muchos, son menos cataríes. Algunos decían “no somos najdi, vinimos mucho antes; tenemos una cataridad más alta que la que nos asignan”. Los Al Marri votaron todos en el mismo lugar. Hay distritos donde votaron muchas tribus pequeñas que competían entre sí. En aquel donde había una sola tribu, era claro que el que ganara, sería de esa tribu. En un distrito están los apellidos de origen esclavo; en otro, los de mayoría musulmana chiita.

–El equivalente al partido es de alguna manera la tribu; las más pequeñas tienen menos posibilidad de ser representadas.

–Exacto. En la circunscripción donde hay 10 tribus, tenés menos posibilidad. Hubo 30 representantes elegidos en total, pero hay muchas más tribus. Todo esto es resultado de querer meter con fórceps un sistema occidental que no encaja con la cultura local. Este método de representación excluyó a las mujeres. Ella votan, pero los líderes tribales son hombres: la estructura tribal es patriarcal. Es imposible que el jefe sea mujer.

–¿Tiene poder real el parlamento?

–Se supone que sí. Pero que quieran ejercerlo, es otra cosa. Tiene más o menos la misma composición tribal proporcional que hubo siempre desde 1971 en los ámbitos de la vida civil. Entonces ¿quién va a patear el tablero? En general se vota a aquella persona más cercana al emir: eso le daría más poder para conseguir cosas para su tribu. Los Al Thani votan, pero no pueden ser elegidos: ya son el poder. Sus hilos son los de siempre y las elecciones no los cambian.

–¿Estos debates están en la prensa?

–En general no. Te enteras hablando, hasta cierto punto: yo intenté conversar con ganadores y perdedores de las elecciones y ninguno quiso. Tampoco publican los censos: no se sabe oficialmente cuantos miembros tiene cada tribu ni cuántas son.

–La tribu siempre fue cerrada: “los otros no deben saber nada de nosotros”.

–Se percibe molestia si uno quiere entender el porqué de algo. Una alumna me dijo: “le pasaré un libro de mi padre que habla de las tribus”. Al final no me lo trajo: su padre dijo que un extranjero no tiene por qué saber sobre ellos. A veces es difícil investigar estas sociedades. Por otra parte, cada tribu tiene su versión de la historia y divergen entre ellos. Y hay una historia “oficial” que puede diferir con las tribales.

–Hay clases sociales en un sentido clásico. Están los inmigrantes actuales de países lejanos con sus subestratos. Y en el mundo propio catarí, hay tribus con distinto poder económico. Los conceptos de clase social y tribu van en paralelo, parecieran sinónimos.

–Sí. Se trata de mantener equilibrio. Pero las tribus que eran poderosas al crearse el Estado, son las mismas al día de hoy: los Al Thani, los Al Attiyah, los Al Misnad, los Al Kuwari. Y ninguno pierde poder nunca. Pero eso sí: se garantiza que todas tengan algo. Para que se entienda: no todos tienen un Lamborghini, pero casi todos una Land Cruiser. La estructura del parlamento reproduce exactamente esto. Hay clases sociales y eso define quién es más catarí. La clase social está definida por la “qataricidad”.

Fuente: Página 12