«Los derechos nunca están ganados del todo»

Las investigadoras reconstruyen el hilo común entre experiencias tan disímiles como la resistencia peronista, la guerrilla guatemalteca o la Revolución Rusa.

Por Sonia Santoro.

¿Cómo es la política hecha por mujeres? ¿Cómo lo fue a lo largo de la historia? El libro Historias de mujeres en la acción política (Imago mundi), compilado por Débora D’antonio, Karin Grammático y Adriana Valobra se zambulle sobre la historia más opaca, no de los grandes relatos, sino aquella que rescata las acciones de grupos de mujeres que quisieron cambiar el mundo y, por lo menos, se cambiaron a sí mismas.

En esta entrevista, D’antonio y Grammático, ambas historiadoras y miembros fundadoras del Grupo “Géneros, Historia y Política en la Argentina reciente”, del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires, reconstruyen el hilo común entre experiencias tan disímiles como la resistencia peronista, la guerrilla guatemalteca o la Revolución Rusa. Grammático es además docente e investigadora de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Mientras que D’antonio es profesora e investigadora del Conicet.

Débora D’antonio: –Hubo un estímulo muy importante, que es el encuentro de las Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres del año 2017, que tenía como elemento motor el centenario de la Revolución Rusa, y como se recordará fue un evento muy significativo en todo el mundo. Acá se hicieron unas jornadas que fueron muy multitudinarias, obviamente no sólo giró en torno a la Revolución Rusa pero bueno, fue como el gran espíritu emancipador. Nosotras, con Karin y Adriana Valobra, armamos una mesa de reflexión política sobre el tema y el libro es producto de eso. Además convocamos a gente nueva porque nos parecía que había otras cuestiones que se podían decir y que se podían reforzar o que faltaban, entonces terminó teniendo un poco un color que va desde lo que tiene que ver con la situación en Latinoamérica, y también algunos otros elementos de otras comunidades como España. Tuvimos la participación de unas de las autoras que es Mónica Moreno Seco, que traía una experiencia muy interesante y para mí poco conocida acá en la Argentina, que es el rol de la guerrilla o grupos de izquierda española en el fin del proceso del franquismo y el comienzo de la democracia. Así que ahí pudimos abrir una puntita y pensar algo más.

–El arte de tapa tiene un grupo de mujeres unidad por un hilo, me hace pensar en el hilo que recorre y que une a todas estas experiencias ¿cuál sería para ustedes?

Karin Grammático: –Qué bueno que lo notaras porque fue algo muy pensando, la tapa la hizo Paula Bladimirsquy. Paula pensó esta obra especialmente para el libro, armó esta tapa preciosa con esas trenzas, que tensa hilos y que une mujeres, y que creo que refleja un poco la apuesta del libro. Y yo creo obviamente que ese hilo conductor es la política, que sigue siendo un espacio difícil para las mujeres, aún hoy. Pensando un poco en la entrevista se me vino a la cabeza una frase que es una frase clásica, que al menos en el ambiente la repetimos, que es esa que dice que hay que restituir a las mujeres su historia y no volver historia a las mujeres. Yo creo que tenemos que volver a eso, porque sigue siendo muy efectiva la propuesta y el libro responde a esa apuesta, obviamente poniendo el foco en la política.

D.D.: –Paula contó en una presentación que tuvimos la suerte de hacer el año pasado que se le ocurrió esta idea de una América con ese bracito que se une hacia otros lados, y esta cuestión de la trenza como un símbolo muy femenino, del orden del cabello y de la relación de sororidad porque las trenzas se hacen entre madres e hijas, entre amigas…

–No me di cuenta que era una trenza…

D.D.: –Es una trenza-hilo casualmente, es un poco la idea y lo que ella explicó. Y a mí me interesó esto del dibujo, que tiene una interpretación: en un principio podían parecer cadenas, porque uno lo ve y se pregunta ¿no serán cadenas? Y claro, nuestro libro claramente quiere correrse de la visión de las mujeres como víctimas, que ha sido una versión a veces necesaria tal vez, porque durante mucho tiempo efectivamente fuimos víctimas de todo, y lo nuevo que tenemos en el universo de lo femenino es que cada vez estamos más lejos de esas lecturas sobre nosotras mismas.

–¿Cuál sería la especificidad de las mujeres en la política? Karin habló recién de ciertas dificultades o lo disruptivo que son todavía las mujeres en la política, y también vos Débora mencionaste algunas experiencias desconocidas,que no están tan habladas o tan contadas…

K.G.: –Me parece que hay por lo menos dos apuestas, cuando hablás de esta historia en la historia de la mujer en la política no estamos hablando de la historia política acontecimental o los grandes relatos, y aun cuando tengamos en foco la Revolución Rusa, no va por ahí. A mí lo que me gusta del libro es ese costado que explora la sociabilidad política de las mujeres, y también cómo las mujeres salen a disputar espacios en la política, eso en principio es lo primero que se me ocurre marcar como apuesta del libro. También hay una apuesta para presentar a las mujeres en experiencias donde han sido o no han tenido el protagonismo historiográfico que la historia les merece, estoy pensando todo el tiempo en el artículo de Anabela Gorza sobre la resistencia peronista; es un tema de la historiografía y sin embargo es un desafío mirar esa experiencia política desde el prisma del género, porque ahí hay una cuestión y es que no estamos pensando en una historia que agrega a las mujeres, que las visiona, sino mirarlo desde esa perspectiva de género que apuesta a lo relacional y a los conflictos.

D.D.: –Me parece que hay una idea en general que es que la política es lo formal, el acceso de las mujeres a la política en el sentido común es el acceso a lo formal, al voto, a la posibilidad de tener actividad parlamentaria, al estar dentro de un partido político, y creo que lo que tiene de interesante la historia de las mujeres y que este libro pone en valor, es redimensionar esa noción de la política, la política desborda lo formal para apare-cer en distintos escenarios de golpe más insospechados, como puede ser una plaza, un teatro, distintos escenarios que no tienen que ver con la política formal como la cárcel, hay muchos lugares donde la política aparece.

Y, por otro lado, también hay algunos artículos como por ejemplo el de Adriana Valobra que trabaja sobre una figura femenina que no ha sido debidamente ponderada en la historia (Berta Feiguín de Ferrari), no se conocía su trayectoria y Adriana un poco la exhuma, la pone en valor y también ahí nos muestra las paradojas de la política formal, qué implica por ejemplo pensar o darle lugar en la historia a mujeres que no tuvieron el beneficio de intentarlo, e incorporarlas a la historia de golpe plantea otras dinámicas.¿Qué dice Anabela Gorza sobre la resistencia peronista que no se dijo hasta ahora? ¿Tan solo que había mujeres o dice cosas nuevas? Hay dinámicas que permiten, a partir de la reinterpretación de las mujeres, tener una relectura del peronismo de los años 50, por ejemplo.

Una idea interesante que está en el libro y que la plantean las autoras del artículo de Guatemala, Ana Molina y Ana González, es que toda la experiencia guatemalteca de muchos años, de guerrilla, de lucha contra el estado, de las comunidades indígenas, ha sido centralmente mirada, porque las comunidades de memoria así lo han hecho, desde el genocidio. Las mujeres fueron maltratadas, violadas, perseguidas, lo cual es cierto y estamos siempre en la primera línea de denuncia contra todos esos horrores, pero ellas hacen un ejercicio distinto en este trabajo que es mostrar la previa, mostrar por qué las castigaron, mostrar el activismo indigenista que las llevó a tomar las armas por enormes elementos de exclusión de sus propias comunidades, ¿qué de eso modifica la lectura general sobre lo que sucedió en Guatemala? Y un elemento es ese, la lectura general es que no solo hubo genocidio sino otros elementos vivos, insurgentes, rebeldes…

–¿Cómo creen que impacta este libro, que recupera varias experiencias de horizontes libertarios, en el contexto en el que estamos de derechización de los gobiernos en la región y en el mundo?

K.G.: –Tengo la impresión de que hay una paradoja en este momento y esto excede al libro. Suceden las dos cosas, estamos mejor porque podemos hablar, tenemos una cosa tan novedosa como haber conseguido la ley del aborto, una prerrogativa histórica, pero a la vez seguimos con un femicidio por día entonces digo, es un poco una de cal y una de arena. Las derechas también articulan discursos de género, articulan discursos de género liberales como nos ha pasado en nuestro país, que también la derecha ha formado parte del apoyo a la ley del aborto, ¿podía sorprendernos? Nosotros hicimos alianza con Dios y con el Diablo en impulsar esa ley, por supuesto, porque era lo que correspondía, ¿tiene límites esa alianza? Y tiene límites, porque claramente se pueden apoyar algunas reivindicaciones pero no todas ¿no? Al menos de manera sincera.

Eso podría ir con que toda la consecución de derechos tiene sus pros y sus contras, nunca es todo un camino de rosas, pero hay algo peor y es que hay mucho “como sí”, hay mucho de estamos en la onda de que ahora a las mujeres hay que darles su lugar y nos hacemos como que les damos ese lugar en algunas cosas, eso me parece muy peligroso a nivel institucional.

También nosotras nos tenemos que preguntar, ¿qué tipo de poder queremos? Porque a veces buscamos lugares que por supuesto, como nos los niegan queremos estar, porque decimos ¿por qué vamos a tener una brecha salarial? ¿Por qué no vamos a tener representación en los directorios? ¿Por qué no vamos a tener representación en el consejo científico? ¿Por qué no? Cuando ya hemos probado debidamente que somos sensibles, inteligentes, tanto más o igual. En todo caso este libro tiene una ausencia porque no se dedicó a pensar a las mujeres en las derechas.

–En el artículo sobre la Revolución Rusa me sorprendió que los derechos conquistados fueron tan avanzados, como por ejemplo, la unión civil entre personas del mismo sexo, que hoy no solo no está permitida en Rusia sino que se persigue la diversidad sexual. ¿Cómo se leen los avances y los retrocesos en la conquista de derechos?

K.G.: –En principio lo primero que me sale es esta confirmación política de que los derechos nunca están ganados del todo, y en ese punto creo que eso es un gran aprendizaje que nos brinda la historia.

D.D.: –Hay dos artículos sobre Revolución Rusa, uno es el de Olga Viglieca, que reconstruye toda esa trama interesantísima de esos años de la Revolución Rusa y cómo se nos sale el corazón cuando vemos tantas cosas que se pusieron en marcha cuando había una voluntad política clara de remover… aparte estamos hablando de principios del siglo XX, estamos hablando de Rusia que era casi un país medieval, pasó del medioevo al socialismo. Entonces, es bastante increíble eso que se pudo hacer a nivel jurídico, a nivel político, cómo se desarticuló todo lo que era en contra, jerarquizaban a las mujeres en su demérito ¿no? También es interesante el otro artículo que recupera la figura de Sabina Spielberg, al colocarla en el escenario de voces fuertemente masculinas, dominantes en el psicoanálisis del siglo XX, con (Sigmund) Freud y con (Carl) Jung en la que Sabina tuvo muy poco reconocimiento por su práctica. Hay una película que muestra el lugar tremendo de sufrimiento que tuvo Sabina para construirse como una mujer médica en ese contexto de voces masculinas, y la práctica que ella lleva adelante en la Rusia soviética con esos hogares para niños que tanto necesitaban de la intervención después de haber pasado por la masacre de la Primera Guerra Mundial, la guerra civil. Es interesante porque hay un saber nuevo que, como dice Karin, comunicado de manera amable se torna mucho más atractivo y evidentemente más sencillo. Hay una parte de la historia en que el feminismo viene a mover el avispero, y que es esta posibilidad de comunicar de otra forma y no estar en las alturas, hablando de cosas difíciles o con conceptos que son muy abstractos.

–El artículo de las mujeres mayas en la guerrilla, termina diciendo que con los procesos de paz las mujeres vuelven a sus casas, pero que la guerrilla les abrió los ojos, no volvieron iguales…

D.D.: –Me parece relindo lo que reconstruyen las autoras porque el proceso de lucha armada, además, implica alfabetizarse, por ejemplo, elementos que ayudaron a un empoderamiento que fue mayor y a repensar las tradicionales divisiones de género, que por más ancestrales que sean también son y han sido muy opresivas. El artículo señala que esa revisión de los roles tiene dos vías, por un lado, la vía participativa y de intervención política armada en la lucha contra el Estado, pero sobre todo las redes de mujeres, lo que permite repensarse a esas mujeres en sus posiciones, en desarmar viejos roles, ocupar lugares como activistas, como mujeres defensoras de los derechos humanos, en escenarios públicos. Es justamente la exponencial posibilidad que dio ese hilo femenino de unión, de reunión, de pensar, de pensarse, para mí también fue novedoso.

–Aparece muy fuerte la cuestión de lo doméstico como un lugar muy difícil para las mujeres, y del que se sale, pero al que siempre se vuelve. Un lugar difícil aún hoy, es el gran tema de los cuidados.

K.G.: –Ese es un punto que nos permite pensar las conexiones entre distintas experiencias políticas de mujeres en América Latina. Y en ese punto tenía muy presente el trabajo de una querida colega, Andrea Andújar, sobre el movimiento piquetero, estas mujeres que salen a cortar una ruta nacional, que venían de ese espacio doméstico muy característico del mundo que creó la empresa estatal petrolera para sus comarcas digamos, y que en un momento toman esas decisiones y después también vuelven a la casa. Pero hay algo de eso y de esas salidas al espacio público que no se agotan, lo que pasa es que después tendríamos que continuar con ese hilo, ¿qué les paso después a esas mujeres? Yo comparto contigo que estas mujeres no regresan a sus casas de la misma manera que salieron, y eso que plantea el artículo sobre Guatemala es un ejemplo y un prisma que nos puede ayudar a reconstruir una historia de las experiencias políticas en América Latina.

–Me pregunto por cuántas otras historias de mujeres en política silenciadas hay, y si tienen pensado un segundo tomo para recuperarlas.

K.G.: –Ese compromiso siempre está. A veces es que no tenemos tiempo, creo que, como decía Débora al comienzo, las jornadas son siempre el momento esperado porque seguro que de ahí algo va a salir. Tenemos que esperar a las próximas.

Fuente: Página/12.

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