Nadie está seguro. Especulando de a poco

Especular es plantear una argumentación a partir de la simple observación, estimando como es probable que se desarrolle una situación calculando lo que se persigue.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Se basa precisamente en la observación, hechos conocidos y presaberes, por lo que no es infalible, siendo en el mejor de los casos apenas una aproximación.

Sin embargo, en algunas ocasiones una especulación es tan acertada como la afirmación derivada de un cálculo minucioso a partir de hechos comprobables, por realizarse a partir de lo conocido, y la estimación de los intereses que la animan por ser consecuencia de una reconocida malicia.

Habiéndolo definido, especulemos un poco.

El presente gobierno no se distingue por lo organizado, pues lo típico de él es la improvisación para atender intereses particulares.

De ahí que para justificar tal o cual “plan” pretendidamente con ánimo social, se haga un desmedido uso de la mediática con el afán de alinear la opinión pública con el tal interés, presentándolo ante los órganos suprarregionales como una sentida necesidad de la población, aunque suponga una cruda violación a la ley.

Así, la necesidad de continuar con el estado de excepción es cuasi existencial para este gobierno, no solo por el craso hecho que es lo único en lo que ha tenido algún éxito satisfaciendo una objetiva necesidad de la población, dejando de ser una respuesta institucional a la violencia de los grupos pandilleriles, para constituirse una política de estado con fines electoreros.

De ahí que sostenerlo mientras se resuelve el tema electoral es una prioridad, aplicándose el gobierno a fondo para generar una creíble necesidad de éste, que legitime su continuidad, contradiciéndose al afirmar que “…se logró pacificar al país, con tantos días sin homicidios…”, a la par de plantearse la continuidad del estado de excepción, cuando supuestamente se han superado las causales del mismo.

No, no se han superado las causales porque son estructurales, y no se logrará por cuanto hacerlo supone acabar con los privilegios de clase que el régimen sustenta y defiende, para lo que se vale de otras estrategias.

Una estrategia tan trágica como contradictoria con los logros supuestos es presentar una situación que justifique ante la opinión pública la necesidad del estado de excepción.

Por supuesto con las consecuentes sospechas que levanta la casualidad de dos asesinados, que, en diferentes momentos, pero iguales circunstancias imponen la continuidad del tal plan.

El policía asesinado en emboscada cuando el régimen cantaba victoria sobre el terrorismo y aseguraba la pacificación del país, discutiéndose en el parlamento la necesidad de continuar con el estado de excepción, a la par que los organismos suprarregionales urgen al estado salvadoreño para suspenderlo por las violaciones que ha supuesto, es cuando menos sospechoso por la similitud de las circunstancias y los intereses jugados en el hemiciclo.

Si son simples casualidades entonces son también tragedias, pero si existe la posibilidad de que deriven de una conspiración, estamos ante un crimen de estado con las consecuencias que de ello se desprenden.

Porque entonces nadie, nadie estará seguro.

*Educador salvadoreño

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