Dos José Flores, uno en Texas otro en San Salvador, víctimas de violencia

El niño José Flores, de 10 años, fue la víctima de un desquiciado cruel, junto a otros 18 niños y sus dos maestras, en una escuela de Uvalde, Texas, el 24 de mayo recién pasado.

Por: Víctor M. Valle Monterrosa

El señor José Flores, humilde trabajador del transporte y adulto mayor fue agredido cruelmente, el 22 de mayo del año en curso en San Salvador por un hombre violento, matón y con obvios problemas psicológicos.

El primero fue abatido por la policía local. El segundo perpetró su acto cruel y ya ha sido detenido por la policía para ser enjuiciado. Ojalá no se le premie con impunidad.

En Estados Unidos es fácil comprar armas de fuego – de asalto, automáticas y de repetición. Se venden como cigarrillos o golosinas y en algunos lugares sin muchos controles. La portación es libre y forma parte de la cultura de violencia que permite la defensa propia aún sin ofensa, es decir matar sin causa justificada. Los violentistas de Estados Unidos, que no son pocos, invocan la muchas veces citada “Segunda Enmienda a la Constitución” por la cual, desde 1791 (es decir desde casi los albores de Estados Unidos como país), “…no se restringirá el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.

Es fuerte el “lobby” de los fabricantes de armas y comerciantes de los instrumentos de muerte. La “National Rifle Association”, es temida e intocable. Muchos legisladores, en ambas Cámaras del Congreso, son simpatizantes de estos mercaderes de la muerte. O sea que el niño José Flores, de Estados Unidos, es víctima de todos ellos: fabricantes de armas, legisladores cómplices y público proclive a la violencia desde los tiempos de los “cowboys” eliminando “pieles rojas”.

Como macabra coincidencia, el viernes 27 de mayo, aún con el país en duelo por la masacre de Uvalde, la Asociación National del Rifle llevó a cabo su convención anual en Houston. En ella hablaron el ex presidente Trump, el senador Ted Cruz y el gobernador de Texas, Greg Abbott, los 3 leales partidarios del “lobby” de la venta libre de armas y oponentes a revisar la “segunda enmienda” que da apoyo constitucional al derecho a portar y poseer armas de fuego.

En El Salvador anda mucho matón suelto. Uno de ellos es el agresor del adulto mayor que, con desparpajo de violencia, cobardía y abuso de fuerza desproporcionada vapuleó a un adulto mayor, en las cercanías de un redondel de San Benito, donde una vez a otros violentos se les ocurrió rendir homenaje a un “asesino psicópata”, ahora en vías de ser borrado de los anales de la historia patria.

El hecho de este agresor, de nuestro José Flores, gracias al periodismo ciudadano, quedó registrado por cámaras en tomas que han circulado profusamente y que sirvieron a las autoridades para dar con el paradero del agresor y capturarlo.

El asesino en masa de Uvalde fue castigado de inmediato, pues la policía lo abatió a balazos cuando aún estaba en plena orgía de sangre y muerte. El cobarde agresor de San Salvador ya está a la orden de las autoridades pertinentes. Ojalá reciba una sanción ejemplarizante. Cuando cumpla la pena, será bueno condicionar su libertad a un tratamiento psicológico para que no caiga de nuevo en actos violentos contra los débiles.

Se sabe que el agresor de San Benito es un profesional de la salud. Es un caso para revisar los Códigos de Ética que se aplican en los gremios profesionales de altos estudios y los cursos de deontología que se imparten en las universidades para estas carreras relacionadas con la salud de las personas.

El niño José Flores, de Texas, es un mártir de un sistema político y social injusto y de la desprotección que sufren los niños en un país de muchos recursos. El señor José Flores, nuestro José Flores, espera justicia por ser víctima de la intolerancia y matonería de un mal ciudadano que empaña el honor de una profesión de la salud.

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