Tomando distancia

Desde los lujosos salones de Versalles, de los que Luis XVI y María Antonieta salieron para enfrentar poco después la guillotina en el tormentoso proceso de la Revolución Francesa, los líderes de la Unión Europea comenzaron a tomar distancia de Ucrania y la crisis militar en el este de ese continente.

Por. Guillermo Alvarado

La cumbre del bloque en realidad fue convocada para abordar el espinoso tema de la recuperación económica, luego de los devastadores efectos de la pandemia de covid-19, pero la guerra desvió el objetivo central y lo condujo hacia el tema del enfrentamiento armado.

De entrada varios gobernantes lanzaron un claro mensaje al presidente Volodomir Zelensky, y es que no existe ningún procedimiento acelerado para aprobar el ingreso de Ucrania en el mecanismo integrador, un proceso que suele durar años, incluso décadas.

Así lo manifestó el primer ministro de los Países Bajos, antes Holanda, Mark Rutte, a su llegada a la reunión y lo confirmó su colega de Luxemburgo, Xavier Bettel, quien agregó que «no podemos darles a los ucranios la impresión de que todo puede pasar en un día».

De esta manera la UE se distanció de un conflicto al que fue arrastrada por Estados Unidos.

Hasta el momento la conducta del mecanismo está siendo bochornosa al servir nada más que de comparsa, aplicando sanciones a Rusia que son ruinosas para sus intereses y que sólo benefician a los grupos de poder estadounidenses.

Recientemente el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos se refirió al triste papel de Europa occidental, que al no ser capaz de evitar la crisis, tiene que estar preparada para sufrir sus consecuencias.

Recordó el académico que Estados Unidos está dirigido por tres grandes conglomerados oligárquicos, el complejo militar industrial, el gasífero petrolero-minero y el complejo bancario financiero y todos ellos se benefician con el estallido de la guerra y el aumento de los precios globales.

Del otro lado, dice de Sousa Santos, está una Europa mediocre y sin visión estratégica que tendrá que pagar la factura que le pasen y aumentará su dependencia, no sólo militar por medio de la OTAN, sino que también económica y política por la falta de líderes a la altura del momento.

Precisamente uno de los temas que deben estar sobre la elegante mesa de Versalles es el pacto atlántico, que nunca fue un aparato defensivo como lo demuestran las tragedias de la antigua Yugoslavia, Afganistán, Irak y Libia, que para nada comprometían la seguridad de la Unión Europea.

Nunca es tarde para rectificar, que es tarea de sabios. La cuestión es saber si la sabiduría estará presente en esta cumbre. Ya veremos.

Tomada de www.radiohc.cu

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