Escribir no tiene precio

No sé si las personas leen mis artículos, con la actual tecnología deberíamos ser un mundo cultísimo pero no es así, sin embargo debe el lector  saber que para mí el escribir es pasión, pasión a la enésima potencia.

Por: Francisco Parada Walsh*

Cada palabra, cada renglón, determinados temas me hacen revisar, leer más de lo que escribo, mantener la mente ocupada por horas; ocasiones en que me despierto a las once de la noche y no puedo dormir y despierto a mi computadora y la dejo descansar una vez que el sol aparece, fueron más de siete horas de escribir en el mayor silencio, quizá el ladrido de un perro sea mi única compañía y el canto del gallo que anuncia que viene otro combate con la vida, y ante semejante desvelo caigo rendido a media mañana pero feliz de haber creado algo; cuando escribo no son letras las que son creadas, a veces son amistades, otras veces son sentimientos que el lector experimenta y eso me da mucho gozo.

Siempre escribo para mí, es una catarsis infinita donde a veces río, a veces lloro y entiendo que el que más gana entre el lector y el que escribe, es el que escribe; no hablo de dinero sino que mi mente gira como  algo descontrolado, viaja, escudriña, revisa, me dice que aquí o allá falta un acento, que me comí una coma en la sopa de letritas, y después de releer los quince artículos ya publicados y encontrar un error de ortografía me molesta, no debe aparecer un tan solo error, ese es mi reto y a veces pierdo, a veces gano.

Sé que soy un desordenado ordenado y de tanto guardar las cosas nunca las encuentro, no sé cómo se le llamará a eso y escribir un libro no sería ninguna tarea difícil, sin embargo me causa gracia que quizá solo yo lo leeré y empezaré a regalarlos a mis gatos, perros y familia pues no cuesta escribir, lo que duele es que uno debe pagar el tiraje y por el momento, prefiero mi sencilla vida; no arranco, no vienen las musas a visitarme pero sé que es un proyecto para este año, no pasaré veinte años para publicar un libro, no, basta que toque mi alma y la de algún lector y si ese acto de escribir me generara réditos económicos, destinaría gran parte de ese dinero para alguna familia que perdió a un miembro del personal de salud, eso me da paz.

Escribir, escribir y escribir es quizá como hacer el amor con la mente y quizá mi pareja no sea el lector sino es una rara  auto gratificación que me llena, me cubre, me enseña. He aprendido tanto de escribir, desde una palabra que quizá antes dudaba como se escribía  correctamente a verme leyendo infinidad de artículos, partes de un libro, revisando cada renglón y eso no tiene precio. Soy afortunado, demasiado afortunado pues cuando escribo, viajo, amo, odio, río, lloro, creo, dudo, acepto, rechazo, sufro, gozo y el halago más grande que puedo recibir es cuando tan solo un lector disfrutó algún o apenas un  párrafo de un artículo.

Me dicen que debo escribir para Europa, y ese es el siguiente paso, acá todo es adverso, somos  egoístas y no vemos con buenos ojos a quien hace algo, no, preferimos eliminarlo del panorama cultural, y eso demuestra  que nadie es profeta en su tierra; eso me llena de confianza para que entienda que escribir en nuestra patria es ya un acto de rebeldía, de ir contra el sistema, de gritar tan fuerte lo que no me parece, eso me da paz, aunque no cambie nada. Aquí, se es enemigo hasta del chucho; mientras  traducen mis  artículos al alemán y al ruso, se publican en Argentina y Google coloca dos artículos en su página de presentación.

Menciono lo anterior no por ego ni querer arrogarme un lugar en la escritura, lo que menos soy es escritor, no, simplemente señalo  que mejor en otros países hay valor y respeto por lo que se escribe y no en mi patria.

Nada nuevo para mí. Escribir no tiene precio, ha sido a través de la escritura que me he hecho de buenos amigos, esos lectores que alguna vez fueron sacudidos o señalados por algún renglón y la amistad crece ¡Eso no tiene precio! Pasé una semana alejado de mi amiga inseparable; de repente surge ese desasosiego por escribir, quise descansar la mente y me dediqué a tareas sencillas como limpiar el jardín, poner una maceta aquí, otra allá y quizá cuando escribo es el momento de mayor intimidad que puedo experimentar, la intimidad no es hacer el amor, ya ese es un juego de dos sino esa intimidad que nadie puede saber qué pasa por mi mente, qué deseos cruzan mi corazón, qué miedos me atormentan, si florece algún viaje al pasado sea bueno o malo, en fin ¡Escribir no tiene precio!

*Médico salvadoreño

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