¡Hijastro, te fallamos!

Te llamo hijastro mi querido niño porque no tienes madre ni padre, si creemos que el Himno Nacional es tu padre y la Oración a la Bandera Algo Salvadoreña es tu madre, ¡Estamos perdidos!, te fallamos mi niño, me parte el corazón lo que sufriste, lo que viviste y si te das cuenta, a nadie le importa; tú estudiabas, trabajabas, eras, sos y serás ese salvadoreño que todo le es adverso pero nada los amilana, nada los ahueva.

Por: Francisco Parada Walsh*

Mi niño, no sé lo que es trabajar a los diez años de edad, soy un indolente como pocos y tú, chambeando encontraste la vida porque mi niño, en esta tierra roja todos estamos muertos y si te fijas, antes de tu vida, nadie reparaba en ti, eras como un mago pequeñín, siempre invisible como tantos niños que no tienen ni idea de lo que significa nacer en este país tan violento, nadie sabía que tú existías, tu vida parecía normal, siempre nadando contra corriente mi niño; tú representas a esos millones de salvadoreños que son la nada, nunca importaron y aun, tu violenta muerte no conmueve a nadie; te contaré algo, hace poco escribí un artículo que se llama “El Desasosiego” y una lectora me dijo que no me complicara la vida, que la agarrara al suave; por supuesto que le respondí “que no agarro al suave tu muerte” pero ¿Cómo puedo evitar ese dolor que se me incrusta en mi alma al saber de tu muerte? ¿Cómo mi niño, cómo? Si escribir con los ojos llorosos es complicarme la vida, aun me falta, deben ser ríos de lágrimas los que debo derramar por ti, no puedo agarrar al suave las cosas mi niño porque a ti no te agarraron al suave, te destrozaron en vida y en este país patas arriba, casi se te acusará de tu propia muerte.

Cuando te daban patadas en tu rostro, le daban patadas a un país, a una sociedad que debes entender que no es sociedad; mientras saltaban sobre tu pecho y tu abdomen y te quebraban tus frágiles huesitos, era a un país al que le aventaban a la chingada el gorro frigio, volcanes y laureles.

Tú representas la verdad mi niño, tú lo eres todo para mí, otros dirán que la culpa es de tus padres; eso de la falta de valores, que por ser pobre, por la ausencia de Dios en tus asesinos pero están equivocados, primero, tus padres son pobres y deben ganarse la vida y no los podemos culpar pues ya sería un delito el ser pobre y los condenados seríamos todo un país; la falta de valores no es excusa, mira mi niño lindo, tenemos un estado, todo un ejecutivo sin valores y nada y todo pasa, ni siquiera sienten vergüenza; eso de ser pobre en un país pobre mi niño sí es una gran jodida, el pobre es el que paga todo, es al que muerde la serpiente, es el blanco y el culpable de que llueva, de que tiemble, de que el Bitcoin baje, de que suba; de que debe nacer pobre y morir más  pobre; y otros me dicen que es por la ausencia de Dios, y eso es mentira mi niño lindo, conozco ex presidentes que los vi comulgar a pesar de aparentar ser católicos, apostólicos y romanos y poco les importó clavarse más de tres cientos millones de dólares salvadoreños, dinero tuyo y mío mi niño, ¡Tuyo más que de nadie! Los asesinos no solo son esos jóvenes tatuados sino ex presidentes que saquearon a un país y ese dinero era tu futuro y no andar por las calles vendiendo panes, no mi niño, ¿Cuánto diera por que lo que sufriste lo hubiera sufrido yo? Mi vida entera; mi niño, aquí todo se olvida, eres pobre, a nadie le importas pero a mí sí, me avergüenzo de esta sociedad que no es sociedad, mientras se planea el banquete navideño, tú mi niño, estarás ya con Dios, solo eres un recuerdo, un mal recuerdo donde se  prefiere voltear la cara a la nada antes que sentir tu dolor.

Te pido perdón mi niño por ser parte de esta jauría de locos, no mi niño, usted no merece estar en este país, usted merece la gloria de Dios, lo que sea, pero aquí mi niño, no somos dignos de USTED. Mi niño, cada golpe que sufriste, cada patada que destrozaba tu rostro la deberían recibir las autoridades que dicen que tienen un tal “Plan Control Territorial”, no es un plan, es un des-plan-te a ti mi niño; no hay argumentos válidos ante tu muerte mi niño; debo aceptarlo, soy cómplice de esos asesinos, si bien no te golpeé ni salté sobre tu frágil cuerpo pero  nunca quise verte, nunca quise abrazarte, nunca te pregunté qué deseabas en tu vida, siempre te evadí, siempre preferí creer que no hay niños pobres, que la vida son los centros comerciales, la playa, las modas; no mi niño, te pido perdón de rodillas y cuánto hubiera querido abrazarte en tu último hálito de vida para que supieras que siquiera hay una persona que te ama.

Adiós mi niño lindo, te fallamos, cuando llegues al Cielo y ese Dios esquivo te pregunte que te pasó, solo dile que vienes de El Salvador, él, entenderá. Y si por cosas del destino te preguntara si tú quieres que nos perdone, mándanos a la mierda mi niño, no merecemos tu perdón. Soy cómplice por OMISION DE AMOR.

*Médico salvadoreño

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