Cerveza por Artículo

Algunos amigos lectores me dicen que soy una persona que escribe prolíficamente ¡Qué palabra más complicada! Ni soy escritor ni soy prolífico; lo que no sabe el lector es mi secreto de la eterna juventud, es como un amor prohibido  guardado en el alma donde siempre debe haber una cerveza, una copa de vino que en vano limpia mis venas, un tequila, un whisky y por un último, un buen  trago de chaparro para sentirme algo alto, no grande, grandes son pocos los hombres en el mundo.

Por: Francisco Parada Walsh*

Esto no es nada nuevo para mí, siempre que me trazo algo, igual, debo tragar el elíxir de los dioses; hace nueve años nadaba todos los días; el apartamento alquilado donde vivía junto a mi hermana, los apartamentos Mediterráneo, casa por un tiempo del anti castrista Posada Carriles tiene una piscina de lujo, grande, y con una agua tan fría como mi sexualidad.

No, ahí se entraba por unas gradas y se salía por las otras ¡Demasiado fría! Por lo tanto la piscina era mía, nadaba lo que quería y el domingo, día particular, empezaba a nadar a las seis de la mañana y terminaba a las doce del mediodía pero la gracia era que cuando cumplía los dos mil metros tenía a cuatro cervezas Regia que ponía en las esquinas de la piscina; así, después de nadar seis o diez kilómetros, ya estaba algo entonado; la verdad que después de esos  miles de metros nadados quedaba no sudado sino mojado el guaro, el whisky, moría la borrachera.

Ahora es igual, justo en este momento que escribo hay una cerveza pilsener a mi lado izquierdo, me apacha  el ojo, sabe que escribo sobre ella y no le gusta que la mencione, desde chiquita era penosa, a mí, ella me quita la pena, es lo que importa. Con la pandemia las cosas cambiaron, la vida es vida, es más real, más dura, más alegre, más efímera, más mía; decido hacer lo que quiero y sí, después de cada artículo me doy el derecho a tomarme una cerveza, voy mejorando; no soy prolífico sino que me gusta la cerveza.

Personalmente no hay una cerveza preferida ¡Todas me gustan! Pero si  tengo acceso a la que me enamora será la Regia la dueña de mi corazón, de mis locuras y de mis pesares. Quisiera que los gatos y perrunos fueran mis compañeros de farra, unos miagarían fuerte o débil, unos llorarían al recordar algún amor perro,  otros ladrarían cual serenata perruna, si así soy feliz con ellos, ya me imagino si todos reunidos, 7 gatos, 9 perros y yo, arreglando el mundo ¡Qué más puedo pedir! Recuerdo un día que llevé a vender un cuadro de Doña Julia Díaz, fui su médico de cabecera en sus últimos días de vida, gran honor ser el responsable de la salud de una de las mejores pintoras de Centro América y como mi vida es la calamidad me vi en la obligación de intentar vender un cuadro pintado por ella, en la época del colon su precio era treinta mil colones y mientras estaba en la sala de espera de un laboratorio farmacéutico,  cuyo dueño es árabe y tiene el apellido de un ex presidente y releía una revista sobre un partido de polo que hubo en una cancha que en mi vida he pisado ni conozco pero según cuentan había más helicópteros que carros,; el joven que estaba a la par mía me preguntó si yo había estado en ese evento deportivo a lo que le dije que no, que estaba ahí por vender una pintura, que ni idea de lo que es ese deporte; que de caballo solo tengo lo terco y me dijo el joven que la cerveza encomendada y la única que se servía en tal acto, era la Regia; vaya dije en mis adentros y afueras, ¡Tengo los mismos gustos que la oligarquía! ¡Qué bárbaro! ¡Ya eres un oligarca! No, mi realidad es que anestesio mi dolor del mundo con un par de tragos entre pecho y espalda, no necesito compañero, no, soy huraño, no soy de desvelos ni de reuniones, me basto conmigo y prefiero cocinar algo sabroso, mi dieta normal es un almuerzo -cena que es una libra de lomo de cerdo o de aguja, unas papas con crema o fritas y una botella de vino; ya mi situación económica no me permite tener tanto vino que en vano limpia mis venas, toca cervezas, de las que haya y mientras escribo y termino algún sencillo artículo, de la refrigeradora sale una sensual voz: “Frank, eres mío y yo tuya, ven, pruébame, tómame, hazme tuya, así como tú me deseas  así te deseo, no pierdas el tiempo, destápame”.

Si se me antoja escribir diez artículos serán diez tragos, diez cervezas o diez drogas que debo zamparme; conmigo no existe eso de “Sexo, drogas y rock and roll”, sexo ni con la azulita,  todo semeja a los jardines colgantes de Babilonia, bellos pero inservibles; drogas ni para dormir, las veces que fumé marihuana no me gustó, habrán sido unas cinco veces pero no le encuentro la gracia; un amigo me ha ofrecido un papelito de LSD y a eso sí quiero entrarle, y grabar todo para luego escribir un artículo sobre los efectos del LSD en la conciencia del hombre.

Hay un interesante artículo en el mejor semanario del mundo, EL INDEPENDIENTE que fue en el 2014, donde grabé todo lo que sucedía bajo los efectos de la marihuana, nunca hubo violencia, es el alcohol el que envalentona al cobarde, creo que ese artículo se llama “Bajo el mundo de las percepciones”; aquí se  pueden ver los pocos daños que la marihuana causa, a diferencia del licor y nuevamente no me gustó en absoluto.

Debo escribir más y así, pretexto para probar la bebida de los dioses, el lúpulo,  cebada y  espuma. Y de compañero de chupa que sea un tal Elvis, que empiece con “You´re always on my mind”, luego viene entrando a mí ranchito el otro “Rey”, José Alfredo y que ¡Se pone bonita la cosa!

*Médico salvadoreño

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